Críticas en la pandemia

A las ciencias sociales no le interesa tanto la veracidad de ciertos acontecimientos sino en lo que a la gente le hace creer. Es un lugar común, quizá, pero es uno de los propósitos que hace de este campo de conocimiento, uno apegado a la gente; lo que necesita desear y promover y cómo construye su propia cotidianidad con base a sus creencias y necesidades. Por eso llama la atención cómo, de un tiempo para acá, dos semanas a lo sumo, se ha dado conocer que mucha gente ha salido de sus confortables espacios y desde distintos foros, exigiendo una “verdad” que, ni es tal y la proponen con lujo de violencia, con el propósito de dinamitar todo lo que viene desde el gobierno.

Uno debe preguntarse los motivos de tanto encono en la vida política de este país, y cuál es la estrategia de comunicación para hacer contrapeso al aparato gubernamental en turno.

Obviamente hablo de esta oposición política que, desarticulada, la verdad no entra en ninguna razón y se le observa golpeadora, oportunista, rapaz y convenienciera. Le mandan al Dr. López Gatell, hoy la figura gubernamental más reconocida del país, a golpearlo de la manera más ruin. Y con la ruindad no quiero decir el avasallamiento, sin proporción, de la crítica como sabotaje hacia el gobierno, sino ruindad en términos de la forma cómo se construye la animadversión. Les mandan a dos reporteras a “quebrar” el discurso de quien es el personaje que más se le cree hoy día, pero sin preparación y, sobre todo, creyendo que en verdad hacen eso que dicen que fueron hacer. Resultado: ridículo completo, exhibición a nivel nacional de cierta tendencia de opinión, enfurecida, pero sin saber qué hacer.

Uno le cuesta trabajo creer todo lo que el presidente dice todas las mañanas, pero siguiendo su narrativa no hay cómo declinar lo que es inobjetable: la oposición está moralmente derrotada, no tiene sustento, menos argumento y poca moral. Ejemplos: a todos nos llegó un video del Joaquín López Dóriga, dolido por la muerte de un amigo suyo por COVID, después arremetiendo contra el presidente López Obrador, a su persona no al gobierno, culpándole por su supuesta indolencia ante la pandemia. Durante dos meses estuvieron hablando de la tragedia de muertos que se nos avecinaba, así nomás, por la simple idea de oponerse a cualquier conjetura u opinión del presidente (no al Estado, no al gobierno, sino a la figura política de López Obrador, personalizada la diatriba), y cuando muere alguien lo único que se les ocurre es lloriquear y le echarle la culpa al presidente. No se les entiende. Valientes en la apología de la muerte y cuando muere unos de los suyos, sólo se les ocurre culpar, sollozando, al jefe del ejecutivo. Poco faltó para que responsabilizaran a éste de la muerte de Oscar Chávez.

En el programa de Tercer Grado, de Televisa, un espacio evidentemente anti Obrador, en la alineación actual está Genaro Lozano como analista. Académico y activista, mente lúcida y de izquierda. Contesta cuando le cuestionan si el ex presidente Felipe Calderón sabía algo de lo que a García Luna le acusan, y Leo Zuckerman, académico, periodista, le revira si sabía él, Genaro Lozano que, al antiguo gobernador de la capital, de nombre Andrés Manuel López Obrador, sabía todo de su gestión gubernamental, en ese entonces. ¿Por qué un periodista como Zuckerman le espeta a Lozano -como si él fuese vocero del actual presidente de la República- una pregunta sin sentido? Por supuesto, la contestación fue más lógica que lacónica: pues pregúntale a Obrador

No estamos tocando la (ácida, mordaz y fuerte) critica a la gestión gubernamental, normal en cualquier democracia, sino en la forma en qué se realiza. Como nunca, ahora puede hacerse cualquier comentario a la figura presidencial. No está mal en nuestra alicaída libertad de expresión, pero cómo sobresalta la nula eficacia de la confrontación.

Parece que esta oposición quiere muertos tirados en las calles, que fracase la estrategia de contención al Covid-19, que la tragedia sea lo distintivo de la pandemia que nos toca vivir. Todo el tiempo apedreando e insultando (el otro bando hace lo suyo, de la misma manera o peor, lo que pone el serio peligro a la comunicación ciudadana); si no es un tema, salta otro de manera estentórea sin alcanzar el fin esperado de esta oposición mal formada y dispuesta hasta al auto sacrificio con tal de salirse con la suya. Pero si lo logra, no habrá quien celebre con champaña, cara y rebosante de soberbia burguesa; al contrario, todos estaremos moribundos, pero no por el coronavirus, sino por la falta de aliento en nuestra empobrecida, y ahora confrontada a muerte, democracia de odio a la que estamos inmersos.

 

 

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