¿Diálogo circular o confrontación que degrada?
El presidente de la república y el diario Reforma de la Ciudad de México, protagonizan un capítulo más de ese “diálogo circular” que se ha implantado desde el inicio de la presente administración. No es poca cosa realizar cambios en las relaciones y prácticas que se hicieron costumbre entre el poder público y los medios de comunicación en el país. El vendedor del silencio, la novela de Enrique Serna, retrata justamente lo que ha sido regla común en el periodismo: practicar la extracción de rentas indebidas bajo la amenaza de publicidad negativa disfrazada de información. Aunque siempre han existido voces críticas dignas de reconocimiento, no es menos cierto que estas más bien han sido una minoría durante mucho tiempo.
No es novedad que el diario referido sostenga una posición crítica con el gobierno actual y son sistemáticos los ataques que desde esa trinchera informativa se realizan en contra del presidente. En esta ocasión, el origen del encono es consecuencia de la portada de Reforma del 11 de septiembre del año en curso, en el que se insinúa que la cuñada del presidente está involucrada en un escándalo por corrupción en el ayuntamiento de Macuspana, Tabasco; siendo ella una importante funcionaria de esa administración municipal al ocupar el cargo de sindica.
Motivados por un supuesto desvío millonario de las arcas municipales, el cabildo en pleno del ayuntamiento de Macuspana “decidieron renunciar a sus cargos”. Por su parte, el Congreso del Estado nombró un consejo municipal con el fin de dar continuidad a los servicios que se ofrecen desde la administración local.
Es muy raro que un diario como Reforma tenga algún interés noticioso sobre un tema local. Es obvio que su propósito era golpear al presidente en la línea de flotación de su gobierno y en la principal cruzada de esta administración que consiste en acabar con la corrupción. Exhibir a la familia del presidente ha sido una labor en la que convergen algunos diarios y columnistas. Los cuales, a su vez, han sido señalados en el discurso presidencial a través de sus mañaneras como voceros del conservadurismo, cuando la descalificación ha sido más o menos amable
Es verdad que el diario Reforma, un periódico con un perfil empresarial de acaudalados personales del norte del país y que, además, son propietarios también del periódico El Norte. Reforma cuenta entre sus plumas contratadas a intelectuales y académicos importantes del país, como Juan Villoro y Jesús Silva Herzog-Márquez. Se puede estar o no de acuerdo en la línea editorial del periódico y con la opinión que esgrimen a diario periodistas, columnistas y articulistas, pero lo cierto es que sus contenidos han sido críticos desde hace algún tiempo y en sus páginas donde circula información que a menudo resulta o pone en entredicho las acciones de los gobernantes en nuestro país. Sin embargo, parece estar degradando su postura crítica por una suerte de animadversión con el presidente en turno. Adelantando juicios, el periódico se descalifica a si mismo cuando en vez de ofrecer toda la información disponible y no advertir que se trata de un proceso judicial en curso, mientras que hace evidente el dominio sobre todo del ataque al presidente y sus familiares, más que el imperativo genuino de informar oportuna y objetivamente. En ese sentido, el periódico comete el error de degradarse y contribuye a la desinformación porque, al final, sus lectores o bien terminan por entender nada, o bien confirman la visión negativa que ya tienen sobre el presente gobierno.
Por su parte, el presidente no fue particularmente económico lanzando descalificaciones al periódico. Visiblemente molesto, el presidente recordó “la máxima del hampa del periodismo que cuando la calumnia no mancha, tizna”, al aludir a la nota de la primera plana del Reforma. Y no solamente eso, fue más allá señalando que se trata de un “pasquín inmundo”. Es verdad que no es particularmente agradable un uso inadecuado de la información e incluso aprovechar las circunstancias para ofrecer tendenciosamente una visión parcial con el ánimo de golpear, pero la respuesta presidencial desgasta la estatura del jefe del ejecutivo. Peor aún, atiza el fuego del victimismo y desnuda por autoritaria la postura del gobernante en turno.
El presidente ha reconocido que, frente a los medios de información tradicionales, las “benditas redes sociales” constituyen un recurso invaluable para contrarrestar la “desinformación”. Lo que nuestro actual presidente no debe olvidar es que en ese “lugar” del ciberespacio no hay lealtad ciega o incondicional, y así como hay partidarios de su gobierno, también los hay quienes lo aborrecen y otros más que esgrimen posturas razonablemente críticas. Pero entre el pequeño mundo de las redes sociales y el resto de los mexicanos, hay un ancho mundo de ciudadanos que carecen de acceso a dichos servicios. Pero es precisamente ahí donde se materializa la enorme desigualdad de poder entre el gobierno de la república y un simple diario, por muy importante que este pueda ser y cuya comunidad de lectores es punto menos que insignificante, comparativamente hablando, frente al impacto que tiene la voz presidencial.
En semejante disputa creo que todos salimos perdiendo. El diario vende su profesionalismo por baratijas, el presidente desgasta innecesariamente su figura y el resto de los mortales nomás mirando un pleito que convierte en circo la vida pública del país.
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