Los pueblos nómadas y la historia mexicana

Los pueblos nómadas siempre han sido incómodos al poder, me comentaba hace poco Miguel Lisbona, uno de los historiadores/antropólogos más importantes radicados en Chiapas. Hace tiempo, en alguna parte de su tesis para obtener el título de Licenciado en Derecho en la UNAM, el finado poeta (y tan recordado) Daniel Robles, escribía a propósito de los Chichimecas: “Rudos, salvajes, alérgicos a toda cohesión social”. Esos párrafos del querido Daniel se me grabaron en la memoria, porque describen un estereotipo para referirse a los pueblos nómadas que poblaron lo que es hoy el amplísimo Norte de México y el Sur Oeste de los Estados Unidos actual. Durante mi vida estudiantil en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), en los cursos de Historia Antigua de México y en los de Lengua Náhuatl que impartía el profesor e importante historiador mexicano, Wigberto Jiménez Moreno, escuché por vez primera lecciones sobre los grupos nómadas, los Chichimecas, así llamados desde los tiempos anteriores a la instauración del régimen colonial que dio origen a la Nueva España y demás unidades administrativas como la Nueva Galicia, el Reino de Vizcaya, el Nuevo Reino de León o la Capitanía General de Yucatán además del Gobierno de Nuevo México. Pero lo que dominaba la discusión en las aulas de la ENAH era el concepto de Mesoamérica, propuesto por el etnólogo y etnohistoriador Paul Kirchhoff para referirse a una macro región ecológico-cultural que fue el hábitat de los cultivadores complejos, abarcando desde la Ciudad de La Quemada, en Zacatecas, hasta el Golfo de Nicoya en Costa Rica. Andando el tiempo, lo que fue un recurso de método de un etnólogo se transformó en una  identidad y hoy se habla de “los mesoamericanos” para referirse a pueblos que ni idea tuvieron del término. Cosas de las Ciencias Sociales. Años después, al establecer una estrecha amistad con Pedro Tomé, antropólogo,  y estudiar juntos a La Sierra de Ávila en España y Los Altos de Jalisco en México, el tema de los Chichimecas fue recurrente en nuestras conversaciones. Con Pedro Tomé, además, escribimos libros en donde mencionamos la importancia de los Chichimecas, de estos nómadas, una miríada de pueblos, olvidados por largo tiempo en la historiografía de México. Con grupos de colegas de varias instituciones, como la Universidad de Guadalajara, el Colegio de San Luis, el Colegio de Michoacán (institución en donde labora el muy destacado e importante Historiador de los Chichimecas, Alberto Carrillo Cázares), la Universidad de Zacatecas, el Colegio de Jalisco (que nos trae el recuerdo de nuestro Colega y Maestro, Claudio Esteva-Fabregat), la Universidad de Aguascalientes, la Universidad de California y su Campus de Long Beach además del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España (CSIC), configuramos hace ya más de 20 años, el Seminario Permanente de Estudios de la Gran Chichimeca, que se ha reunido sin interrupción año con año, para discutir los avances y resultados de las investigaciones que atañen a los Chichimecas, los pueblos nómadas de México. Fueron múltiples las conversaciones que sostuvimos con nuestros colegas hasta que reunidos en El Colegio de San Luis, logramos acordar la fundación del Seminario Permanente de Estudios de la Gran Chichimeca (SEPECH), apelativo que debe mucho a las intervenciones de Pedro Tomé en la discusión que nos llevó a adoptar ese membrete. El Seminario ha trabajado con intensidad, logrando sus miembros tanto en México como en Estados Unidos y España, publicar resultados de investigaciones que nos han descubierto la importancia de los Chichimecas en la historia nacional. Incluso, desde la primera reunión del Seminario en el Campus que estableció la Universidad de Guadalajara, en la ciudad de Colotlán, en el Norte de Jalisco, la arqueología ha sido muy importante. En aquella primera ocasión, hace ya más de 20 años, la gran arqueóloga que fue Tita Braniff, nos ofertó una excelente conferencia magistral explicando la importancia de la arqueología entre los pueblos nómadas llamados Chichimecas. Así mismo, recordamos las valiosas intervenciones de quien fuera el arqueólogo brillante del Occidente de México, Phil Weigand, gran maestro y excelente conversador. El historiador Alberto Carrillo Cazares nos ha ido descubriendo esa historia “incómoda” de los nómadas a la que se refería Miguel Lisbona. Nuestro Seminario está unido a investigadores que configuran un grupo, una red, como se dice ahora, académica, amplia y variada, de la que hablaré en otra ocasión. El Seminario ha publicado ya una docena de libros y en estos tiempos pandémicos, trataremos de no interrumpir las reuniones anuales.

Me parece que una de las contribuciones más importantes del SEPECH, es haber logrado recuperar los hitos históricos que muestran a los grupos Chichimecas como protagonistas importantes en la historia de la formación de la Nación en México. Queda mucho por escribir todavía. Para comprender el Sur de México, es vital entender al Norte, entender a cabalidad esa historia que enlazó a múltiples pueblos y de la que, al derrumbarse el orden colonial, surgieron las naciones de la actual Latinoamérica y El Caribe. No sólo eso, de esa misma historia surgió lo que Don Daniel Cosío Villegas llamó “los extremos de México”, es decir, las Fronteras del Estado Nacional Mexicano.  Espero abundar sobre ello en textos subsecuentes.

Ajijic, Ribera del Lago de Chapala. A 18 de octubre, 2020.

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