El temor a estornudar

Nadie es más consciente, que quien escribe esta columna, de las prevenciones necesarias para evitar al virus que lleva meses acosando nuestras vidas. Por tal motivo, toda prevención es poca, en especial cuando se sabe que son las gotas expulsadas por nuestra boca y nariz las que se convierten en principal vehículo transmisor de la enfermedad. Así, toser y estornudar son acciones corporales que propician que una persona infectada expanda el Covid-19 a las personas cercanas.

De ello resulta que en lugares públicos, o en actividades permitidas, se hayan reducido estas manifestaciones corporales. Aquello que ha molestado a músicos y actores siempre, hoy parece desaparecer o reducirse de manera sorprendente, según he escuchado en distintas entrevistas. Incluso toser o estornudar resulta un problema de convivencia social si se hace en público, con o sin mascarilla. Es comprensible. Pero estas manifestaciones corporales no solo se vinculan a una enfermedad actual.

Si desde la medicina se indica que el estornudo elimina cuerpos extraños a nuestro cuerpo, o simplemente refleja algún tipo de enfermedad y reacción alérgica, desde la historia y la antropología se conocen muchos más significados de algo tan simple como estornudar. Los seres humanos dotamos de sentido todo aquello que hacemos, incluso de aspectos que no podemos controlar, como es el caso de estornudar. En este caso, el estornudo es un elemento más que debe ser interpretado desde su carácter simbólico. Según distintos pueblos y épocas, estornudar es una manifestación del bien o del mal, de la salud o de la enfermedad.

Los hebreos, como es conocido, sitúan el primer estornudo antes de que Adán recibiera la manzana de Eva. Mal presagio, anuncio de muerte, que se superará en el Génesis, cuando Jacob le solicita a Dios tiempo para bendecir a sus hijos tras empezar a estornudar. Atendida por Dios tal petición, y a partir de entonces en la costumbre judía, se dice “salud” después de que alguien estornuda. Transformación de ello se observa en el “Jesús” católico tras el mismo acto.

Covid en Chiapas

Esa manifestación corporal que expedimos, al igual que otras, ha sido dotada de sentido en todas las civilizaciones históricas y su tratamiento posterior en el tiempo está relacionado con la tradición cultural en la que nos insertamos. De hecho, en la América que vio llegar a los conquistadores castellanos el uso de distintas plantas -la más conocida el tabaco- era común para provocar estornudos. Una práctica que se extendió en Europa, en especial entre las élites nobiliarias, a través del conocido como rapé, que era una mezcla de plantas de tabaco con ciertos aromatizantes.

Si la anterior práctica era símbolo de distinción social, del poder representado por la aristocracia europea, hoy cualquier cosa relacionada con el tabaco dirige los comentarios hacia su carácter perjudicial a la salud. El estornudo elitista y símbolo de buena salud hoy sería tan perseguido como parece serlo el que brota de nuestro cuerpo de manera incontrolable, sin necesariamente ser un síntoma de la Covid-19.

Entiendo la prevención, y la tengo frente al estornudo o la tos. El temor es compartido, aunque situaciones como la que se están viviendo en la actualidad, con la pandemia, puedan afectar cosas tan simples, a la vez que repletas de contenido simbólico, como las manifestaciones corporales. Nuestras prácticas culturales, por ser construidas por los seres humanos, se modifican constantemente, así que no deberá extrañar que el hecho de estornudar cambie sus significados tras una pandemia como la que vivimos.

 

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