Un paréntesis personal

Se termina en estos días que vienen el año pandémico de 2020. Seguro que en nuestra memoria quedará como el año del confinamiento, del susto, del encierro. Y también de lecciones que aún no tenemos claras porque falta reflexionar sobre todo ello. Este texto que escribo el 25 de diciembre de 2020, es el último del año en esta columna de CHIAPAS PARALELO que titulé Encarte Crítico. Agradezco de nuevo a Sarely Martínez su generosidad al recibirme en las páginas de un periódico digital que, cuando se escriba la historia del periodismo en Chiapas, se reconocerá que marcó un cambio sustancial en la prensa chiapaneca. También agradezco a los lectores que han seguido mis textos, porque, como todo texto, estos cobran vida cuando se leen. Y un lector asiduo-además de agudo e inteligente-ha sido mi amigo y colega, el antropólogo español, Pedro Tomé Martín, quien miércoles a miércoles lee mis textos y me envía sus comentarios. Precisamente en este paréntesis personal me parece propicio hacer memoria de la amistad con Pedro Tomé, con su esposa, la también antropóloga María Ángeles Valencia, y con sus hijos, Iris (que es ya una académica experta en Cultura japonesa) y Belber (que inicia su vida universitaria). Conocí a Pedro Tomé en el marco de una conferencia que impartí en el Congreso de Antropología de Castilla y León en la Torre del Clavero, en la impresionante y bella ciudad de Salamanca. Eran los años finales del siglo XX. Después de la Conferencia, que versó sobre los rancheros de los  Altos de Jalisco, Pedro Tomé me indicó que veía rasgos comunes con la Sierra de Ávila y me propuso una investigación conjunta para comparar los Altos de Jalisco y la Sierra de Ávila. Fue una excelente idea. Conseguimos el apoyo de la Institución Gran Duque de Alva de la Diputación Provincial de Ávila y del Colegio de Jalisco, institución en la que trabajé como investigador. Corría el año de 1988. Pedro Tomé y yo coincidimos en la importancia del enfoque de la ecología-cultural y del estudio comparado de regiones, lo que facilitó el diseño del proyecto de investigación, hasta donde tengo noticia, el primero-y hasta hoy, único-proyecto antropológico conjunto entre un antropólogo español y un antropólogo mexicano. Ambos recorrimos la Sierra de Ávila y los Altos de Jalisco, hicimos un detallado trabajo de campo, discutimos y platicamos mientras caminamos las veredas de ambas regiones, conversamos con sus habitantes (los ganaderos-pastores de Ávila y los rancheros de los Altos), bebimos buen vino en la Sierra de Ávila en los establecimientos que Pedro conoce como la palma de su mano y excelente tequila en los Altos de Jalisco. Aprendimos uno del otro y nos afianzamos en nuestro quehacer, la antropología, maravillosa puerta de entrada para conocer al ser humano, o por lo menos, para tratar de hacerlo. Escribimos juntos tres libros: Entre Mundos, Entre Parientes y Regiones y Fronteras, los dos primeros en coediciones del Colegio de Jalisco y la Institución Gran Duque de Alba y el tercero bajo el sello del Colegio de Jalisco y la SEP mexicana. Los tres libros están agotados. Del primero, la edición original data de 1988 y hubo que hacer una segunda que salió a las librerías en el año 2000. Entre Parientes se editó en 2001 y Regiones y Fronteras en 2002. Además, estos libros dieron lugar a un intercambio amplio entre antropólogos españoles y mexicanos que se llevó a cabo tanto en España como en México, además de las presentaciones de los libros en ambos países. Como bien dice la canción, ¡como han pasado los años! Hace 32 años de la primera edición del primer libro. En todos estos años, Pedro Tomé y yo hemos mantenido una conversación fructífera.  Además, por lo menos a mí, la amistad con mi colega español, me ha enseñado que una conversación continua entre antropólogos es parte del desarrollo de la disciplina. En ese sentido, he sido muy afortunado. Desde mis tiempos de estudiante, tuve la fortuna de conocer a personajes de la disciplina como José Lameiras Olvera y Brigitte Bohem, ambos fallecidos. Dejaron una obra notable y contribuciones espléndidas a la antropología en general y a la de México en particular. Pepe Lameiras encarnó al etnógrafo mexicano capaz de escribir un libro tan original como El Tuxpan de Jalisco: Una identidad danzante (1990), mientras Brigitte Bohem nos legó ese gran libro sobre las configuraciones políticas en la antigüedad mexicana titulado Formación del Estado en el México Prehispánico (1986). Con ellos, juntos, pasamos el año de 1968 y mil peripecias más de los tiempos estudiantiles y la fundación de instituciones en la década de los 1970-1980. Así mismo, la conversación con colegas del CESMECA en Chiapas, con los colegas del CIESAS, de la UAM-Iztapalapa y con quienes forjamos y continuamos el Seminario de Estudios Permanentes de la Gran Chichimeca, son parte sustancial de las visiones antropológicas que sostengo. Importantes para mí han sido mis asistencias a los Congresos de la Asociación de Antropólogos de España, contexto en el que he conocido y conversado con colegas de gran calibre intelectual, como María Cátedra o Paco Ferrándiz y Xavi Medina.  Imposible enlistar a todos y todas, como a Victoria Novelo, recién fallecida, pionera del estudio antropológico de la situación de la clase obrera mexicana y de las artesanías. O con Miguel Lisbona, convertido ya en uno de los antropólogos que mejor conoce Chiapas. Esas conversaciones ayudan a forjar teorías, a enmendar errores, a afinar los puntos de vista. Y no se quedan atrás los estudiantes que con sus preguntas y cuestionamientos, sus tesis, trazan rumbos a la disciplina antropológica y lo mantienen a uno en permanente alerta sobre los resultados de la investigación y los avances en las Ciencias Sociales. Al final de cuentas, la creación de conocimiento siempre es una tarea colectiva. Habrá que reflexionar acerca de las estrategias surgidas en este 2020 de confinamiento, que permitieron sostener y continuar los diálogos, no interrumpir la conversación y posibilitar con todo ello, la continuidad de la pesquisa científica. Más temprano que tarde, volveremos a esas tareas en las aulas, al trabajo en los archivos y en el campo mismo, a la brega antropológica. Que los años venideros nos deparen la continuidad del pensamiento crítico y la fortaleza de la reflexión en el esfuerzo de crear conocimiento sobre nosotros mismos.

Ajijic. Ribera del Lago de Chapala, a 25 de diciembre, 2020.

P.D. Por cierto, con Pedro Tomé editamos el Diario de Viaje de Fray Tomás de la Torre, con el título De Salamanca, España, a Ciudad Real, Chiapas (1544-1546), editado en 2011 en Madrid, en coedición entre el Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España y la Universidad Intercultural de Chiapas. Narra el viaje de Fray Bartolomé de las Casas y 50 frailes acompañantes desde que sale de España hasta que llega a San Cristóbal para tomar posesión de su Obispado. Es un documento de señalada importancia que había sido publicado en una versión muy abreviada por Franz Blom, el danés de las botas altas, compañero de vida de Gertrude Duby, ambos personajes claves en la historia de las ciencias sociales en Chiapas, fundadores de Na Bolom en San Cristóbal y de una de las bibliotecas que en su momento, y antes del saqueo hormiga, llegó a ser la fuente documental más importante sobre Chiapas.

No omito desear a todos y todas, lectores y lectoras, un excelente año 2021.  Que salgamos inspirados del encierro.

Un comentario en “Un paréntesis personal”

  1. Mario Ruiz Ortega
    5 enero, 2021 at 10:08 #

    Querido, Andrés, que gusto traer al día esas memorias. Peripecias que algunos sabemos de palabra directa, que, junto con el también querido Pedro Tomé, como ambos vivieron, en sus respectivas tierras y campo de estudio; experiencias y conocimientos que hermanaron su vocación de antropólogos, siempre con una visión crítica, necesaria para intentar comprender la compleja realidad de nuestro entorno. Los dos grandes y queridos científicos sociales, han dado vida a trabajos editados considerados ya clásicos para las ciencias sociales; por cierto, en alguno de los primeros años del entonces 2000, tuve la tarea de dar seguimiento a una segunda edición del libro «Entre mundos», en la ciudad de Colotlán, Jalisco, sede del Campus Universitario del Norte de la Universidad de Guadalajara, texto que guardo como un recuerdo del nacimiento de lo que para mi fortuna, además de los conocimientos recibidos de ambos, hoy es una bonita amistad.
    Va entonces mi agradecimiento, felicitación, cariño y admiración, querido Andrés.
    Aprovecho para agradecer, también al equipo de este medio digital por considerarme parte de sus lectores a la distancia.
    Que el nuevo año nos represente no bajar la guardia ente los avatares de los retos que todo el 2020, nos presentó y que este 2021, tengamos todas y todos mejores condiciones para continuar con nuestros proyectos personales y profesionales.

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