14, el caprichoso número de la Secretaría de Salud de Chiapas

La Secretaría de Salud de Chiapas ha establecido que el número máximo de contagiados en la entidad debe ser de 14. No 15, no 17, mucho menos 20. Y así lo ha informado en este mes fatídico de enero. Los 14 lo distribuye y redistribuye en diferentes municipios.

Líderes magisteriales, sociales y religiosos han cuestionado esa cifra. El arzobispo de Tuxtla Gutiérrez, Fabio Martínez Castilla, dijo que “la realidad parece ser distinta: no dejan de persistir los casos de personas infectadas y de defunciones”. Pedro Gomez Báhamaca, dirigente de la Sección 7, preguntó si quién le está mintiendo al presidente de la República con ese número a modo.

Presentar esa cifra inalterable de contagiados diarios genera desconfianza y merma la credibilidad de una institución que debe caracterizarse por su seriedad.

Una reacción común de los usuarios de Facebook ante las cifras presentadas por la Secretaría de Salud es de risa y de asombro. No es para menos. El número mágico y persistente no empata con la realidad.

Un número puesto al capricho es también peligroso, porque no permite establecer políticas claras de prevención. Algunos presidentes municipales –como los de Tuxtla, Yajalón o Suchiapa– se han atrevido a suspender actividades deportivas o sociales, pero en casi todo el estado sigue el relajamiento.

Una investigación realizada por el portal Alerta Chiapas concluye que el número de casos bien podrían multiplicarse por 20, porque en cada laboratorio privado se detectan más de 50 infectados semanales.

Con el ocultamiento de cifras no se apoya la política de salud del gobierno federal. Al contrario, se entorpece. Es dañina para todos. Por eso, ojalá que los funcionarios en Chiapas reencaucen su estrategia de combate al covid, con datos fiables que no dejen rendijas para la desinformación.

Sabemos, porque lo palpamos a través de nuestros familiares y amigos, que el contagio por covid se ha incrementado desde diciembre, al igual que sucede en el centro del país.

La primera oleada, la que sufrimos entre mayo y julio, con un pico en junio, fue sumamente agresiva. Los contagiados fueron las personas que debían desplazarse a sus centros de trabajo porque debían ganarse el sustento diario. Uno de los mayores focos de infección fue el transporte colectivo. En mi pueblo, Suchiapa –lo escribí en este espacio– en esos meses se registraron 136 fallecimientos, cuando en otros años el número no sobrepasó los 30 en ese periodo.

En esta nueva oleada, el contagio se ha concentrado en personas clasemedieras, aquellas que pudieron guardarse en la primera oleada, pero que en estos meses de reencuentro familiar, han sucumbido a la infección.

La Secretaría de Salud federal, sin embargo, debe contar con datos diferentes a los de la dependencia estatal, porque la semana pasada colocó a Chiapas en semáforo amarillo, que es una medida pertinente y un llamado de atención a las autoridades locales.

Tampoco es que la pandemia esté desbordada, como sí lo estuvo en el fatídico mes de junio, pero es indudable que los casos se han incrementado y amenaza con agravarse si no tomamos las medidas adecuadas. A estas alturas sabemos que un buen aliado es el cubrebocas, incluido el de tela, que ofrece alguna protección.

La mejor noticia de esta pandemia ha sido la llegada de nueve mil 750 dosis de la vacuna de Pfizer que comenzaron a aplicarse al personal de Salud la semana pasada. Esa será la solución definitiva, pero aún falta mucho para alcanzar la cifra anhelada, que los conocedores ubican en el 60 por ciento, pero aún estamos en el 0.1 por ciento.

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