Draconiano

El General Cienfuegos

Sean políticas draconianas o no, el hecho es que las acciones llevadas a cabo por los agentes norteamericanos en territorio mexicano, son el resultado de las decisiones del gobierno de Felipe Calderón. Su antecesor, también del PAN, aunque después traicionó al PAN apoyando a Enrique Peña, en una especie de surrealismo indescifrable, habría preparado las bases del camino a seguir una vez que se hicieron del poder presidencial: permitir más la intromisión de EU en aspectos relacionados con la seguridad, en particular con la labores antinarco. Para ello, el gobierno de FC permitió que los agentes de la DEA, por ejemplo, trabajaran sin restricciones, o tuvieran inmunidad, o portaran armas, como se ha expresado desde el gobierno.

Desde el punto de vista militar, no es difícil pensar lo incómodo que resulta tener que aceptar que agentes o funcionarios del espionaje de otro país, anden, como se dice, como en su casa. O cómo también se dice: se metieron hasta la cocina. Por razones de seguridad nacional, ningún titular de la Defensa Nacional podría estar tranquilo, sabiendo que en la casa se encuentran agentes del poderoso vecino, no necesariamente paseando. ¿Por qué ocurrió esto?

Por decisión del poder civil los militares no les quedó más que obedecer esa decisión. No sin molestias porque hay en ella la intensión de controlar la política antinarcos, o bien afectaciones a las relaciones hechas en el tiempo entre el poder político y los narcotraficantes, como lo fue en el gobierno de FC. Al respecto, a partir de 2006 la injerencia de y el establecimiento de niveles altos de intervención incubaron la plataforma de supervisión del la DEA, el Pentágono, el Departamento de Estado, el Departamento de Seguridad Interior, Aduanas y Protección Fronteriza y otras dependencias, cuyo instrumento ha sido la Iniciativa Mérida.

Entonces el asunto Cienfuegos abarca aspectos relacionados con la soberanía nacional mexicana. La seriedad del problema no es mínima. Pese a todo, algunas cosas fijaron recientemente otro rumbo. Primero porque el regreso del general fue pedido por el gobierno mexicano. De no hacerlo, las labores de las agencias norteamericanas en México, se  restringirían. Al final, la nueva ley del gobierno mexicano México restringe las “actividades de los agentes extranjeros y se les retiró la inmunidad.” Este giro de 190º llama la atención. Pone a revisión la política de seguridad y cooperación con el vecino heredada de los gobiernos panistas y el priista de EP. Con ello no es hasta la cocina donde se meterán las agencias. Quizá sólo hasta el patio.

Y es que esas intromisiones no deberían quedar fuera del caso Cienfuegos. Sobre todo porque de acuerdo con la informaciones divulgadas por WikiLeaks, el nivel de injerencia permitida y/o pedida por FCH era clara. “Desde antes de constituirse en gobierno, el equipo de Felipe Calderón buscó en la embajada de los Estados Unidos […] un apoyo que le resultara indispensable, dada la debilidad política en que se hallaba su jefe; por decirlo así, se encomendó a la mano protectora de Washington […]” (Pedro Miguel (coord.), México en WikiLeaks, memoria de una aventura periodística, ediciones La Jornada, 2012, p. 7) Más adelante el autor de la introducción del libro añade acerca del papel de FC, al señalar si sus decisiones fueron por convicción o por la fuerza de las circunstancias…, o ambas. Bueno, no hace falta pensarle mucho. Sobre todo porque esta sumisión es algo que ni el mismo general Santa Ana pudo imaginar.

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