Ella baila sola

 Foto: Joselin Zamora

El reloj marcó las 10 de la noche, Ruth revisó su teléfono, su jornada laboral había concluido. Se quitó el delantal y se despidió de sus compañeros. Tomó su bolsa y se retiró a casa.

Como de costumbre caminó sobre una de las calles principales del barrio rumbo a su domicilio. Solía hacer eso, primero, porque era uno de los espacios más transitados por la noche; segundo porque le gustaba despejarse de su jornada en la cafetería, observando los anuncios que colocaban, a manera de mural, sobre diversas actividades. Se acercó a uno de ellos, repasó rápidamente la información y su atención se detuvo en Clases de danzaterapia. Tomó foto al cartel para revisarlo en casa. Siguió su trayecto.

Un rato después de haber llegado a casa y cenado, se sentó para leer el cartel de la danzaterapia. Le pareció interesante, no tenía idea de qué irían las clases, tampoco tenía alguna compañera o amiga para ir, pero se animó a tomar una clase para conocer. Le vendría bien hacer una actividad nueva. Ahora faltaba ver los horarios y días. Las clases eran por las tardes, su hora laboral, sin embargo, para su buena fortuna, una de las sesiones coincidía en su día libre, miércoles. Justo al día siguiente.

Ruth esperó con ansias que dieran las seis de la tarde para estar en su primera clase de danzaterapia. Llegó minutos antes. Preguntó dónde era el salón, atravesó un pasillo, subió unas escaleras metálicas en forma de caracol, bellamente decoradas por flores de huele de noche. Estaba nerviosa. Minutos después llegó la chica que impartía las clases, dijo que esperarían un momento más para ver si llegaban otras personas. Mientras tanto Ruth fue preparándose, recorrió el salón donde sería la clase. Le pareció un espacio ameno, tenía ventanales grandes y podían verse los tejados de las casas, así como una parte del cielo. El piso era de duela, se veía muy limpio. En eso estaba cuando entró la maestra acompañada de otra chica. La clase daría inicio.

Empezaron con la presentación de cada una, Luisa era la maestra, Cecilia la compañera de la clase ese día. Luisa fue indicando los beneficios de la danzaterapia en la salud. Mencionó que una de las partes principales eran los movimientos físicos con ritmo para explorar y expresar las emociones. A medida que iba escuchando Ruth se emocionaba de haber decidido ir a la clase. Llegó el momento de iniciar la sesión de la danzaterapia. Luisa indicó que para fluir en el baile cerraran los ojos y comenzaran a danzar sobre el espacio, como cada una de ellas fuera sintiendo el compás de la música y estuvieran atentas al momento que ella les diera alguna indicación.

Nuevamente Ruth sintió que los nervios le invadían, no se consideraba buena bailando. Luisa les fue guiando, estaban ahí cada una desde su interior, reconociéndose y explorando sus emociones, dejando a un lado los prejuicios. Poco a poco Ruth fue sintiendo la música,  teniendo confianza en sí misma, en el espacio, en las personas que le acompañaban, viviendo una experiencia agradable, sin la timidez que le daba al bailar frente a otras personas. Ella baila sola, se ama, se respeta y se escucha, iba resonando en su mente, mientras cada parte de su cuerpo lo iba sintiendo y expresando.

La sesión concluyó hora y media después. Al final de la danza hubo agradecimiento y compartir de las vivencias. Se despidieron. El rostro de Ruth reflejaba relajamiento, dibujaba también una sonrisa, al tiempo que su mente seguía repasando Ella baila sola, se ama, se respeta y se escucha.

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