Cuando temes abrir Facebook

Hice el propósito de hablar menos de la pandemia por salud mental y, sobre todo, porque todo el mundo está cansado de pensar en ese tema que nos entorna diariamente desde hace casi un año. Además, en la realidad que nos rodea no es el único asunto que interesa y preocupa. Algunos derivados del propio virus, como la irreversible crisis económica mundial, y otros concernientes al Chiapas actual, como la violencia generalizada, en especial contra las mujeres, una lacra que golpea sin cesar y cuya erradicación es un horizonte que no se vislumbra. Estos y otros aspectos inquietan a muchos chiapanecos y, sobre alguno de ellos, ni siquiera puedo opinar públicamente por mi condición de nacimiento. Sin embargo, otras plumas los abordan dado el malestar que suscitan.

Vuelvo al virus de forma indirecta, eso sí, porque como usuario de las redes sociales, aunque no sea un fanático escritor en ellas, temo en las últimas fechas abrir el Facebook. Pavor que, como acabo de afirmar, está relacionado con el Coronavirus. Amigos, conocidos, exalumnos y pocas personas más conforman mi red social. Como ya dije, escribo poco, simplemente comparto alguna noticia, ciertos artículos y novedades editoriales. En fin, mi interés por la red es informativo y, en tal sentido, difícilmente hago reflexiones personales, aunque las he hecho en momentos de rabia política de la que nadie se libra o, al menos, yo no soy inmune a ella.

Temo abrir el Facebook porque muchas de las noticias que aparecen en mi muro hablan de personas enfermas o que acaban de fallecer a causa del Covid-19. Conocidos o no, los mencionados en el muro impactan emocionalmente por el dolor expresado por quienes escriben. Dolor por su cercanía personal, por su valía profesional, por no poder despedirse, en definitiva, una impotencia que no está simplemente definida por la muerte, a la que todos nos enfrentaremos tarde o temprano, sino porque el virus no deja ni siquiera dar un último adiós a amigos y familiares. Ese alejamiento social que pone en duda la condición humana cuando los contactos entre personas están restringidos o se acotan a mínimos. Circunstancia dolorosa, cierto, pero necesaria para evitar los contagios que incrementan la lista de fallecimientos en todo el planeta.

No daré nombres, por supuesto, porque cualquier omisión es injusta, pero este inicio de año está siendo terrible en cuanto a decesos de personas conocidas y que, sin este virus, es posible que hubieran tenido una vida prolongada en el tiempo. Como dije, la levedad de la vida es un hecho incuestionable, aunque el mundo que nos vio crecer no estaba preparado para enfrentar este tipo de pandemia vírica. Pandemias que muchas sociedades en la historia vivieron como cotidianidad antes de que se erradicaran ciertas enfermedades, o se lograra la invención de las vacunas.

No sabemos si el futuro será el de esos periodos históricos, ojalá no, pero tal vez retomar lo ocurrido en el pasado pueda ayudar a situarnos en un entorno que, por muchos avances tecnológicos y científicos que existan, muestra su vulnerabilidad, en especial por la condición biológica de nuestros cuerpos.

 

 

 

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