Reflexión de un antropólogo en torno a su tierra natal. Segunda de tres partes

Una de las primeras lecciones que recibí en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), está relacionada con el concepto de Cultura. Al ingresar a estudiar antropología, allá por 1965, estaba recién inaugurado el Museo Nacional de Antropología e Historia en la Ciudad de México y la ENAH recién se había trasladado a los locales que, dentro del Museo, se construyeron para albergarla. Mi generación inauguró esos locales. Tuvimos, pues, la gran ventaja de que muchas veces recibimos las clases en alguna de la salas del Museo, rodeados de objetos culturales, además de recibir la enseñanza de antropólogos que participaron en el armado del Museo. Lo primero que aprendimos es que la Cultura es una capacidad humana que nos permite  crear un mundo propio. De esta manera, un poema es un elemento de la cultura pero también un tamal, o una casa. La Cultura no se reduce a la erudición, a lo que una persona “sabe” y nos hace decir: “es que es  muy culto o culta”. Desde el punto de vista de la antropología, todo ser humano tiene la capacidad de crear cultura, y, por lo tanto, desde el punto de vista antropológico, no hay cultos e incultos. Sino ignorancia que no es lo mismo. Esa capacidad de creación que tenemos los seres humanos  nos ha permitido crear símbolos, y estos son medios que comunican a la colectividad y permiten entender los significados. Así, cuando los mexicanos vemos  a la bandera, de inmediato nos identificamos con ella, nos transmite un sentido de pertenencia. Los símbolos también pueden ser sonoros, como pasa con el Himno Nacional, o en el caso de los chiapanecos, el Himno a Chiapas. Los símbolos también pueden ser tangibles, como un equipo de futbol. Por ejemplo, el equipo de las chivas rayadas del Guadalajara despierta sentimientos nacionalistas o los que despertó sobre la identidad chiapaneca, el equipo de los jaguares, tristemente desaparecido.

La Cultura se aprende y se transmite a través de las relaciones sociales. No es un elemento biológico. No nacemos con la Cultura en el ADN, sino con la capacidad de crearla y de recibir y asimilar los rasgos del medio cultural en el que venimos a la vida: el idioma, las canciones, las formas de las casas, las maneras de conducirnos en la mesa, la gastronomía, etcétera, es algo que vamos aprendiendo a usar y a crear y también a transformar. Entonces, la Cultura es una creación colectiva. En relación a la antropología, y para decirlo de manera resumida, la Cultura es lo que estudiamos los antropólogos, y al hacerlo, también creamos conocimiento acerca de nosotros mismos y ofrecemos explicaciones de por qué hacemos lo que hacemos, y en dónde radican las diferencias o las similitudes al comparar culturas diferentes.

Poeta Enoch Cancino Casahonda

Al hablar de Chiapas desde el punto de vista antropológico, hacemos referencia a la Cultura en general como concepto y a las culturas concretas que existen en el estado. Al usar el concepto de Cultura en Chiapas, descubrimos la variedad de la misma: diferentes lenguas, variedad en las religiones y visiones del mundo, una gastronomía variada, simbolismos distintos, músicas, en fin, el mundo creado por un conjunto humano variado que son los chiapanecos. Resultado de  ello, en Chiapas tenemos distintos ámbitos ecológico-culturales. La ecología es una ciencia que usan los biólogos para explicar la manera en que los seres vivos se adaptan a la naturaleza. Hay millones de ámbitos ecológicos en el planeta. Pero en el caso de los seres humanos ocurre que no sólo nos adaptamos a los entornos naturales, sino que los transformamos y simbolizamos esas transformaciones. Ello nos permite hablar que en Chiapas hay una variedad de ecologías-culturales que están relacionadas con las formas de transformar a los entornos naturales y aprovecharlos para la elaboración de un mundo propio. Nos falta en Chiapas, un trabajo más fino para caracterizar a las distintas ecologías culturales que se han elaborado históricamente en la montaña, los valles, las selvas, los bosques, las costas, las llanuras. Desde ese punto de vista, cuando México no era el país que es actualmente, sino un conjunto múltiple, plural de culturas, tampoco existía Chiapas, sino un mosaico de pueblos que se reconocían en sus propios ámbitos ecológico-culturales. El poeta Enoch Cancino, que descanse en paz, escribió que “Chiapas surgió del mar, ebrio de espuma”. Es una bella y breve manera de expresar esa conjunción entre naturaleza y cultura de la que nació Chiapas.

Para entender los momentos más remotos en el tiempo, interviene la arqueología, una de las disciplinas que configuran a la antropología y que se dedica a estudiar el pasado profundo de las culturas, a través de los restos que estas van dejando en el transcurrir del tiempo. Chiapas ha sido y es, y será, un campo privilegiado para el estudio arqueológico. En Chiapas es posible localizar las formas ecológico-culturales más antiguas hasta las más recientes que han caracterizado a lo que es hoy México, de tal manera que podemos trazar las líneas evolutivas que van desde las formas más primarias de conseguir el alimento hasta las más sofisticadas. Los antropólogos en general, han usado el concepto de evolución para explicar los cambios culturales. En el siglo XIX, se impuso una visión que llamamos unilineal de la evolución, que sostenía que todos los pueblos cubrían las mismas etapas a lo largo de la historia. Pero pronto descubrimos que eso no es así y que la Evolución es muchas evoluciones, que existe una evolución universal justo porque existen innumerables evoluciones concretas. Una lección más, y muy importante se desprendió de esta discusión: toda Cultura está en movimiento, y es así, porque al transformar a la naturaleza va creando ámbitos propios que, a la vez, van forjando nuevos retos. Hoy estamos ante un reto universal urgente de resolver: el cambio climático y en general, la devastación del medio ambiente.

El territorio que hoy es el Estado de Chiapas, fue ocupado por una gran diversidad de culturas desde tiempos muy remotos. Gracias a los arqueólogos, sabemos que existieron los cazadores-recolectores, los pescadores, las jefaturas, los Estados, la agricultura compleja, la urbanización. Pero no vemos esa presencia como una secuencia, es decir, que de una fase se pasa necesariamente a la otra. Desde nuestro punto de vista, se trata de ecologías-culturales elaboradas para aprovechar de manera más efectiva el medio ambiente. Prácticamente en todo el territorio de Chiapas existen restos arqueológicos. Los más conocidos por su monumentalidad son los que dejaron las Ciudades-Estado, como Toniná, Palenque, Yaxchilán, Bonampak, Tenam Puente y esa gran ciudad que fue Chiapa, actual Chiapa de Corzo. Pero el pasado remoto de lo que es hoy Chiapas, no se reduce a solo esas ciudades. Tenemos importantes vestigios arqueológicos en la Costa, en el Soconusco, en la Sierra de Pantepec, en la parte central del Estado, en fin, en todo el territorio chiapaneco. Por ello, podemos afirmar la existencia de la variedad cultural y por supuesto, de las diferencias entre los ámbitos ecológico-culturales antiguos. Toda esta diversidad de la que hablamos, quedo clasificada en términos de la historia antigua de lo que es hoy México, el país, en un Área Cultural llamada Mesoamérica.

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