La salsa verde

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Con cariño, en tu memoria tía Emelia.

Las partidas físicas de los seres amados llegan en el momento menos esperado, cuando me enteré de la tuya tía se me vinieron a la mente los recuerdos de los instantes que compartimos contigo. Es asombroso cómo nuestra mente, corazón y los sentidos se conectan de inmediato en esta evocación de la memoria, todos ellos cobijados en el sentimiento del amor.

Una a una se dejaron venir las imágenes de la infancia y adolescencia, como una especie de memoria fotográfica pero  acompañadas de olores y sabores. Uno de mis primeros recuerdos fue tu sazón al cocinar, apareció sin lugar a dudas esa salsa verde inigualable que cocinabas y con la que nos deleitaste cuando estabas de visita en casa. La probamos más de una vez y en todas las ocasiones tuvo ese sabor tan delicioso que no he vuelto a probar.

Nunca te pregunté el ingrediente secreto, no sé si lo tenías, y como dice mi colega Delmar Penka en su obra Te sututet ixtabil, El giro de la pelota, “la falta de un soporte nos deja abierta la posibilidad de reinventar el pasado”. Por eso, hago uso de los recuerdos para tratar de encontrar ese elemento que hacía de tu salsa verde una deliciosa acompañante en las comidas, quizá era una manera de compartirnos tu cariño.

Aparece también tu imagen con la paciencia que siempre percibí en ti, el sentido del humor y tu franqueza, las anécdotas en las charlas, el consentir a tus sobrinos y  de nuevo, surge la cocina, esa mezcla de colores, olores y sabores que se integraban en los platillos. El sabor a la gastronomía del centro del país, donde el tomate verde y el picante no podían faltar. He ahí la insistencia de la salsa verde, probablemente ese sazón tan peculiar en ti era de familia, herencia de tu mamá y hermanas.  No lo sé.  De lo que sí estoy segura es que tú también sabías que te quedaba deliciosa, asoma a mis oídos una frase, que trato de reconstruir, después de una ocasión que preparaste tu salsa:

– Sí que me quedó rebuena.

De nuevo se dibujan en mi mente los sabores, ahora viene el ponche, me gustó desde que lo probé cuando lo preparaste en una cena de Navidad. Nunca te dije que me gustó tanto que lo trasladé a mi aporte culinario en casa. Cada Navidad lo preparó, le hice un ajuste a tu receta, no le agrego tamarindo.

Gracias tía,  por el cariño que nos diste y los recuerdos que guardaremos en la memoria y el corazón.

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