Las mujeres en lucha: perspectivas del cambio social

Mientras veía las imágenes que los noticieros transmitían de las marchas feministas para conmemorar el 8 de marzo, pensé en mis días de estudiante en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), y el respeto, camaradería, compañerismo, que solíamos tener con las compañeras de estudio. Pensé en ello también mientras veía la miniserie documental española acerca del caso de Navenka Fernández, que denunció el acoso sexual a la que fue sujeta por el Alcalde de Ponferrada, España, y que constituyó todo un escándalo nacional e internacional, revelador de cuan profundo es el machismo y el daño que hace a hombres y mujeres. En aquellos días de la ENAH, recibimos clases de mujeres admirables, científicas sociales que han sido básicas en la formación de antropólogas y antropólogos en México. Así, el curso de Religión lo dictaba Barbro Dhalgren, poseedora de una erudición admirable, que nos hacía leer un texto que me atrevo a afirmar que es actualmente desconocido por los estudiantes de antropología: La Autobiografía de una Mujer Pápago. A través de discutir ese texto, Barbro Dhalgren no sólo descubría a los estudiantes la etnografía de los pueblos norteños de México, sino las luchas de las mujeres en diferentes contextos culturales. Dhalgren armaba unas discusiones que son legendarias en la ENAH. Recuerdo que la invité en unas vacaciones a Chiapas y viajé con ella y una colega suya de origen polaco, desde la Ciudad de México hasta Tuxtla Gutiérrez.  Viajamos en un viejo Ford que poseía la Maestra y me beneficié de aquel largo viaje al escuchar sus observaciones a lo largo del camino. En Tuxtla Gutiérrez, Barbro Dahlgren y su amiga, sostuvieron varias conversaciones como mis nanas zoques, Florita y Clarita Aguilar, co

Johanna Faulhaber

n quienes establecieron un lazo de afecto.  En la misma ENAH, recuerdo el curso de Paleografía que nos impartió la Maestra Concepción Muedra, extraordinaria paleógrafa, que nos familiarizó con la escritura usada en los siglos coloniales, especialmente las abreviaturas, que dificultaban la comprensión de los textos. Gracias a ese curso pude trabajar los archivos parroquiales de las iglesias en los Altos de Jalisco. Las clases de la historiadora Rosa Camelo aún las recuerdo. Eran sesiones brillantes, cátedras de sabiduría, de una de las historiadoras más sólidas de México. La sociedad colonial, en sus palabras, era explicada con claridad y sencillez, que solo quien conoce el tema puede desarrollar. Entrabamos con alegría al salón de clases sabiendo que recibiríamos una espléndida clase, dictada con profesionalismo y gran sentido del humor. Ni que decir de las espléndidas clases de la antropóloga física, Johanna Faulhaber, que describía el cuerpo humano, la importancia del ácido ribonucleico, los grupos sanguíneos y tantos temas que nos hacían saltar la imaginación hacia los orígenes de la vida.  En aquellos pasillos se gestaba también el liderazgo de figuras que hoy son claves para entender el feminismo en México, como Marta Lamas y Marcela Lagarde. En el contexto del Movimiento Estudiantil de 1968, surgieron figuras célebres como Ana Ignacia Rodríguez, La Nacha,  y Roberta Avendaño, la Tita, luchadoras sociales de gran  envergadura. Sin ellas, y sin la participación de las mujeres estudiantes,  el Movimiento Estudiantil de 1968 es incomprensible. En esas mismas aulas de la ENAH, estudiando las etnografías contemporáneas a través de libros como el de George Murdock, Nuestros Contemporáneos Primitivos, (Fondo de Cultura Económica, 1945) nos enteramos de pueblos como el Toda, de la India, con sistemas poliándricos de organización social. Los Toda son pastores, criadores de ganado de leche, actividad que está en manos de las mujeres. Estas vivían con varios hombres en unidades familiares que eran verdaderas unidades de producción. Hacia el siglo XVII, los Toda compartían territorio con los Kota y los Kuduba, habitando la Meseta del Nilgiri al sur de la India. En el año de 2010, la UNESCO lanzó una campaña internacional para revitalizar la Cultura Toda (sólo quedaban unos 800 habitantes), declarando a la Meseta del Nilgiri como Reserva de la Biósfera. Ese ejemplo nos llamaba la atención en un mundo controlado por la idea machista de que es el varón el único que puede tener más de una familia, como sucede informalmente en México (ver: Los Hijos de Sánchez de Oscar Lewis, editado por el Fondo de Cultura Económica) o como es admitido por grupos religiosos actuales.

Las mujeres tienen aún un largo camino de lucha. Su condición está asociada a la desigualdad social que se ha profundizado en el contexto de las sociedades capitalistas actuales, en las que funciona un patriarcado bancario. El camino que aún queda es largo y sinuoso, lleno de dificultades. Son muchos los frentes que las mujeres tienen por delante. Estoy convencido que en países como México, con la complejidad cultural que lo caracteriza y con la desigualdad social actual, las mujeres sólo avanzaran cuando logren una organización nacional fuerte, reúnan a los fragmentos actuales y apunten hacia los núcleos de relaciones sociales que originan y mantienen la desigualdad social abismal que caracteriza al país. Mientras eso sucede, saludo a la lucha de las mujeres mexicanas como el movimiento social de vanguardia que recorre los caminos mexicanos.

Ajijic. Ribera del Lago de Chapala. A 8 de marzo, 2021.

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