Pedro Armillas: la búsqueda de una vocación que se reveló en Chiapas

En estos días en que se ha hablado y escrito acerca de Guillermo Bonfil, recordé a otro de mis maestros más estimados: Pedro Armillas. Escuché el nombre de este extraordinario arqueólogo de labios de Carlos Navarrete, mi profesor en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH). Después vendrían las múltiples menciones que de Armillas hacía Ángel Palerm, quien nos instaba a leer los trabajos del arqueólogo exilado en los Estados Unidos.  Al llegar al Departamento de Antropología de la Universidad del Estado de Nueva York y consultar la lista de cursos que se ofrecían, vi el que dictaría Pedro Armillas sobre Mesoamérica y no dudé en inscribirme. Así que conocí a  Pedro Armillas en el aula de aquella universidad neoyorquina en el crudo invierno de 1972.

Pedro Armillas nació un 9 de septiembre de 1914 en San Sebastián, en el País Vasco, pero su familia tenía orígenes riojanos y asturianos. De hecho, Armillas se consideraba catalán-asturiano. Hacia 1932,  la familia de Armillas se trasladó de Madrid a Barcelona, ciudad en la que se inscribió en el Bachillerato en Ciencias, buscando estudiar arquitectura, sin tener bien definida su vocación. Eso lo hizo cambiar, en breve tiempo, a los cursos de Historia del Arte, en donde obtuvo la calificación de sobresaliente y la medalla de plata correspondiente. Pero aún su vocación no era firme. Armillas estaba en búsqueda de qué hacer, cuál sería su forma de ganarse la vida. Ello lo llevó a inscribirse a Filosofía y Letras en el año de 1935, ante los enojos de su padre, que veía que con ello, Armillas nunca saldría adelante. Pero la guerra interrumpió sus estudios. El 19 de julio de 1936, Pedro Armillas entró de lleno a defender a la República Española que hacía frente al golpe de Estado fraguado por el traidor Francisco Franco. Armillas pertenecía a la Federación de Estudiantes de Cataluña que después pasó con todos sus miembros al Partido Socialista Unificado de Cataluña, el partido político de los comunistas catalanes. Peleó en los frentes de Cataluña y Aragón alcanzando el grado de Capitán de Artillería. A la derrota militar de la República, logró huir a Francia en donde la pasó muy mal en los campos de concentración franceses. A punto estaba Armillas de ser trasladado por los nazis a las prisiones alemanas, cuando le llegó el salvoconducto firmado por Gilberto Bosques que lo liberó y le permitió trasladarse a México, país al que ingresó por el puerto de Veracruz.

Llegados a la Ciudad de México, el grupo de republicanos en los que se incluía a Armillas fue recibido con un homenaje en la Escuela Nacional de Maestros, que finalizó con un banquete. En la mesa, Pedro Armillas se sentó al lado de un joven llamado Ricardo Pozas que venía acompañado de su esposa, Isabel Horcasitas. No tardaron en entablar una animada conversación. Gracias a ello, Pedro Armillas se enteró que el joven matrimonio estaba por matricularse en una Escuela Nacional de Antropología e Historia. Intrigado, Armillas preguntó si estudiarían lo que para él, como europeo, significaba la antropología: es decir, la antropología física. Se sorprendió por la respuesta. “Antropología” en México significaba, además de antropología física, etnología, lingüística, arqueología, antropología cultural y antropología social. El joven matrimonio se matricularía en la carrera de antropología social. Aquella conversación se le quedó muy bien grabada a Pedro Armillas.

Pedro Armillas

El joven republicano tenía la necesidad de trabajar para ganarse un salario. Conocía al General Gustavo Arévalo Vera, por cierto, padre del General Juan Arévalo Gardoqui, que fue Secretario de la Defensa Nacional durante la presidencia de Miguel de la Madrid,  y quien le ofreció la plaza de ingeniero topógrafo  en la Comisión Agraria Mixta del estado de Chiapas. Armillas podía desempeñar ese empleo dada su experiencia como artillero y por lo tanto, su capacidad para leer los aparatos de medición del terreno. Era el año de 1940, el último del período del General Lázaro Cárdenas. En Chiapas era Gobernador el Ingeniero Efraín Gutiérrez, quien, por cierto, expidió un documento que hacía constar que Pedro Armillas era Ingeniero. Armillas fue destinado al municipio de Altamirano para llevar a cabo el deslinde de terrenos de tres comunidades tzeltales. Recuerdo muy bien una conversación que tuve el privilegio de sostener en la casa en la que vivía Armillas allá en Long Island, durante la cual me confió que aquella estancia chiapaneca le había, por fin, revelado su vocación: la antropología de la que había escuchado hablar a Ricardo Pozas e Isabel Horcasitas.  “Se lo digo a usted que es Chiapaneco”-dijo Armillas-y continuó, “porque fue en su tierra en donde despertó esa vocación”. “Chiapas”, decía Armillas, “fue toda una experiencia, fue el conocer un mundo nuevo, el de los indios que vivían entre Ocosingo y Comitán”. ¡Me alegró tanto aquella conversación! Armillas continuó platicando de cómo, al regresar a la Ciudad de México habiendo cumplido su misión, se inscribió en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, en donde fue nombrado profesor  para dictar los cursos de topografía para arqueólogos. Así que al mismo tiempo que estudiaba arqueología, Armillas enseñaba cómo usar los teodolitos y delimitar los sitios arqueológicos. En esa misma conversación que continuó durante la comida, Armillas me confió que su mayor influencia había sido Paul Kirchhoff y la lectura de un libro de Gordon Childe, Qué pasó en la Historia, que editó el fondo de cultura económica. Por cierto, Armillas consideraba que el mejor alumno que había tenido en su vida se llamaba Phil Weigand, que en el momento en que platicábamos, era el Chairman (jefe) del Departamento de Antropología de la Universidad Estatal de Nueva York en Stony Brook. Por supuesto, tuve el honor de ser alumno de Weigand, a quien le debe mucho la arqueología y la etnología de Jalisco.

Recuerdo que Pedro Armillas sólo comía pescado. Estaba casado en aquellos días de Stony Brook con Naioli Armillas ( las esposas en los Estados Unidos abandonan su apellido y toman el del marido), excelente cocinera, lingüista de profesión, que me ayudó mucho con mis cursos de lingüística. En alguna de las tantas conversaciones con Armillas le pregunté qué hacía para comer cuando trabajaba en zonas en donde no era posible conseguir pescado. “Hombre, Fábregas”-respondió- “llevó latas de sardinas”. Nos reímos con la respuesta ante aquella ingenua pregunta.

Al terminar aquel primer semestre en Stoy Brook, en 1972, Armillas se trasladó a la Universidad de Chicago, a seguir a su amigo, Gordon Wiley, otro espléndido arqueólogo. Lo volvería a ver hasta México, porque Armillas regresaba a impartir cursos, seminarios y conferencias. Nos encontramos en 1983 en Zamora, Michoacán, con él y con su esposa Naioli, y disfrutamos ese encuentro. Fue Armillas un gran arqueólogo, republicano español que descubrió su vocación entre los tzeltales de Chiapas y que murió un 11 de abril de 1984 en Chicago, sin traicionar ni un minuto su convicción antifascista y su ser republicano.

Ajijic. Ribera del Lago de Chapala. A 25 de julio de 2021.

P.D. Recomiendo, sobre todo a los estudiantes de arqueología, los siguientes títulos: La aventura intelectual de Pedro Armillas, presentación y edición de José Luis de Rojas, El Colegio de Michoacán, México, 1987. Muy importante publicación que incluye tres textos de Armillas y e texto completo de la entrevista que le hiciera Jorge Durand en 1983 en el Hotel Jericó, en Zamora, Michoacán.

También sugiero la consulta de: Teresa Rojas, Editora, Pedro Armillas: Vida y Obra, 2 tomos, Secretaría de Educación Pública/INAH, México, 1991.

 

Un comentario en “Pedro Armillas: la búsqueda de una vocación que se reveló en Chiapas”

  1. Virginia E. Miller
    10 agosto, 2021 at 0:46 #

    Pedro Armillas estuvo en la Facultad de Antropología de la Universidad de Illinois en Chicago, no en la Universidad de Chicago. Fue mi colega a finales de los años setenta, e iba a su oficina a platicar con el de vez en cuando. Cada año le invitaba a hablar sobre Teotihuacan en mi clase sobre el arte prehispánico.

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