Urbanización y Corrupción: una ecuación letal

© ¡Bello nuestro antiguo Palacio Municipal! Tuxtla Gutiérrez, Chiapas (2017)

Finalizando la década de los años 1950, el proceso de urbanización en México avanzó a pasos rápidos. Las grandes ciudades, México, Guadalajara y Monterrey se convirtieron en centros de destino de miles de migrantes internos que buscaban-y buscan- mejorar su vida. En 1968, el México urbano se hizo evidente con el Movimiento Estudiantil, la celebración de las Olimpiadas y la difusión de la televisión por lo menos en todas las ciudades capitales de estados, como fue el caso de Tuxtla Gutiérrez. En sociología, Pablo González Casanova publicó su importante libro La Democracia en México (Editorial ERA, 1966) en el que señalaba los contrastes entre el México urbano, cosmopolita, con lectores de periódicos, vida universitaria, clase mediero, en contraste con un México rural en cuyo ámbito los pueblos indígenas se debatían en la pobreza, la discriminación y la exclusión. Nacía en México la tesis del colonialismo interno que después tendría un importante desarrollo en la antropología, con Guillermo Bonfil, Rodolfo Stavenhagen, Estefano Varese y en general, la generación crítica de la antropología, misma que se expresó en 1970 con el libro De eso que llaman Antropología Mexicana (Editorial Nuestro Tiempo). Todo ello era también signo del proceso de urbanización. Atrás quedaba el México de la Revolución de 1910 y se instalaba un país con círculos de poder autoritarios y como ellos mismos proclamaban, “bajados del caballo” para adoptar la vida urbana, el ejercicio autoritario y patrimonialista del poder, dejando en el camino los principios de una Revolución abortada. En ese contexto, crecieron las ciudades y se intensificó el despoblamiento del campo, la migración hacia las ciudades aumentó como también los contingentes que se dirigen a los Estados Unidos. Es más, todo México se convirtió en un mosaico de fronteras que deben atravesar los inmigrantes de América Latina y El Caribe que buscan en Estados Unidos el bienestar que sus tierras de origen les niega. En las décadas finales del siglo XX, la urbanización trajo al país un nuevo elemento: las ciudades amuralladas por el dinero en medio de un proceso en el que se consolidaron las megapolis. Santa Fe en la Ciudad de México es el ejemplo descollante. Allí sólo pueden habitar multimillonarios. La vivienda adquirió precios exorbitantes, no hay servicio urbano porque todo mundo posee autos y si hay necesidad de un trasporte que no sea el propio, allí están los taxis de tarifas inconcebibles. Un taco cuesta hasta veinte veces más que en las taquerías tradicionales del añorado D.F. con el agravante de su sabor plastificado. No es sólo la Ciudad de México la que conoce este nuevo tipo de urbes amuralladas por el dinero. Están proliferando en todo el país. En Puebla se llama “Angelopolis”, por ejemplo. A la par de este movimiento urbanístico que incluye la exclusión de amplios sectores de la población, están proliferando las torres construidas en las grandes ciudades del país. En Guadalajara crecen como hongos, al mismo tiempo que se multiplican las ciudades amuralladas asociadas a centros comerciales. Pero existe un fenómeno intrigante: las torres de marras están deshabitadas. Un departamento exhibido como “de lujo” por la propaganda resulta ser un espacio de dimensiones inhabitables. Las torres se construyen como reservorios de capital para el futuro, cuando ya no exista más espacio para habitar que esas benditas torres. Son los grandes financieros del país los que, amparados en la corrupción, en sobornos de “ensueño”, son autorizados a construir sin ton ni son, las torres. Un municipio como el de Guadalajara ha perdido al 7% de su población en la última década porque la crisis habitacional obliga a sectores de clase media alta a buscar habitación fuera de la ciudad. La Ribera de Chapala es, por ahora, lo más buscado para vivir y conservar el trabajo en la metrópoli tapatía. Los pueblos de la ribera están viendo surgir las torres mientras caen los bosques y las colinas y montañas mientras se llenan de conjuntos habitacionales que construyen los mismos que hacen las torres. El tráfico en las carreteras que unen a la ciudad de Guadalajara con los diferentes poblados de la Ribera, es impresionante y satura incluso las añejas y antes tranquilas calles empedradas de los pueblos, alguno de ellos calificado de “mágico” gracias, también, a la corrupción.  Incluso una parte de la migración centroamericana y caribeña que pasa por Jalisco para llegar al paraíso, se estaciona en la Ribera de Chapala en donde, en cada tope, los conductores de autos son demandados a dar limosnas. Es notorio el aumento de población de origen afro en poblados como Ajijic, Tlayacapan, Chapala o Jocotepec. Todos estos poblados son parte ya de la megapolis y por supuesto, territorio de construcción de las torres. Los dueños de estos conjuntos habitacionales que no pasan de ser unos cuantos (los estudios en proceso nos dirán quiénes son) están seguros que llegará el momento en que podrán vender departamentos con precios sin control alguno, porque al final, tendrán el recurso de la corrupción para lograrlo.   Las ciencias sociales tienen ya un nuevo reto: conocer estos procesos de urbanización descontrolados y las rutas de crisis social a las que apuntan. Es un fenómeno que se extiende por el país entero. No falta mucho para que a poblados de Chiapas como Ocozocoautla, Berriozábal, Cintalapa o la propia Chiapa de Corzo, lleguen las torres como anuncio del desastre que viene. En verdad la ecuación urbanización más corrupción es letal.

Ajijic. Ribera del Lago de Chapala. A 7 de noviembre de 2021.

 

P.D. Un importante estudio de los procesos de urbanización en Guadalajara es expuesto en el libro de Manuela Camus, Vivir en el coto. Fraccionamientos cerrados, mujeres y colonialidad. Universidad de Guadalajara, Guadalajara, 2015. El lector interesado encontrará en este libro un excelente estudio de los fenómenos de urbanización que están ocurriendo en México. Así mismo, en internet se encuentra el trabajo colectivo de Delta Ponce, Macarena Camargo, Roberto García, Paloma López-Portillo y Yunuen Mora, “Las omisiones y negligencias detrás de la construcción de torres habitacionales en Guadalajara”.

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