El arte contra lo incontrolable y lo efímero

Casa de citas/ 566

El arte contra lo incontrolable y lo efímero

Héctor Cortés Mandujano

 

Historia de la pintura. Guía esencial para conocer la historia del arte occidental (Libros del rincón, SEP, 2004), de Wendy Beckett, es un libro envidiable en el terreno de la investigación y de la escritura.

En primer término, el libro, de gran formato y lleno de imágenes cuidadas, tiene información sobre corrientes, movimientos, pinturas desde la prehistoria hasta, digamos, el año 2000; muchas páginas donde se analizan a detalle obras representativas y recuadros, muchos, que contextualizan a los pintores y sus obras en el tiempo, y donde se cuentan historias que tienen que ver con las pinturas y con otros descubrimientos en el terreno social y artístico. Un enorme trabajo que inicialmente se publicó en Londres, con la asesoría de Patricia Wright, que se convirtió en un libro bello, informado, inteligente.

Adán y Eva, de 1427, de Masaccio, tiene una opinión de Leonardo Da Vinci, que ensalza al pintor, diciendo que su obra es perfecta y, que, en cambio (p. 80), “aquellos que toman como fuente de inspiración cualquier cosa excepto la naturaleza –señora de todos los maestros–  se cansan en vano”.

En el renacimiento italiano hay muchas obras célebres. Me llamó la atención el recuadro que habla sobre “La leyenda de la Vera Cruz” que, se supone, fue en un inicio una rama del árbol de la sabiduría del jardín del edén. En el cuadro de Piero della Francesca, de igual título (p. 102), “el rey Salomón ordena que la rama se utilice en la construcción de su palacio; sin embargo, se utiliza como puente para cruzar un río. Cuando la reina de Saba va a visitar a Salomón, adora la madera y explica que ha tenido una visión según la cual esa madera se utilizará un día para la cruz de la crucifixión de Cristo”.

Santa Lucía es una canción famosa y es el nombre con el que bautizaron un aeropuerto en este sexenio. No sabía de ella. Esta mártir italiana (p. 113) “se dice que sobrevivió a muchas torturas, que la quemaron, le sacaron los dientes y le cortaron los senos antes de matarla cortándole el cuello con una daga. La leyenda dice que murió porque le sacaron los ojos”.

Los niños desnudos, a menudo alados, que aparecen en muchas pinturas clásicas, se conocen como (p. 134) “putti (plural de la palabra putto, que significa niño pequeño)”. Me llama la atención que tanto puto, como pendejo (niño en Argentina), se usen como insulto en México. La comparación con los niños es un insulto, cuando no debería.

La pintura de Caravaggio es espléndida. Su vida no tanto. Según un recuadro era (p. 177) “violento e irracional” y había participado en “asaltos y apuñalamientos”. En 1606 huyó de Roma “después de matar a un hombre”. Finalmente, “sus enemigos lo encontraron y le desfiguraron la cara. Murió de malaria en 1610”. Agrega la autora en la siguiente página que su muerte ocurrió (p. 178) “en una playa solitaria”.

Quo Vadis? significa ¿adónde vas? La pregunta la hizo Pedro (Domine Quo Vadis?, ¿Adónde vas, Señor?) cuando (p. 182) “se marchó de Roma por miedo a la persecución y se encontró con una visión de Cristo que iba en la otra dirección”.

Rubens hizo la pintura La apoteosis de Enrique IV (p. 189): “Enrique IV sube al cielo, donde será deificado (éste es el significado de apoteosis)”.

El capítulo dedicado al post-impresionismo abre con dos páginas; en una de ellas, que incluso abarca parte de la otra, se reproduce Jinetes en la playa, de Paul Gauguin, y escribe la autora (p. 307): “Los impresionistas acabaron para siempre con la creencia artística en la verdad objetiva de la naturaleza. Ahora los pintores comprendían que lo que vemos depende de cómo lo vemos e incluso más de cuándo lo vemos: la ‘visión objetiva’ estaba, de hecho, sujeta a la percepción y al tiempo. Vivimos en un mundo esencialmente efímero e incontrolable, y es la gloria del arte luchar contra ese concepto”.

El inicio del capítulo  “El siglo XX” tiene la bellísima Improvisación 31 (Batalla naval), de Wassily Kandinsky, y escribe la autora (p. 331): “Se ha calculado que en la actualidad hay más artistas en activo que todos los que vivieron en los tres siglos que abarcó el Renacimiento. […] El arte del siglo XX es casi indefinible, e irónicamente podríamos considerar que ésa es su definición”.

Oskar Kokoschka (1886-1980), pintor austriaco, se enamoró perdidamente de Alma Mahler, viuda del músico Gustavo Mahler. Duraron poco. Ella lo dejó (p. 343), “pero él no pudo aceptar la ruptura. Realizó una muñeca de tamaño natural con el rostro de su amante y la llevaba consigo a todas partes. Su obsesión por Alma terminó abruptamente en 1922, y destrozó la cabeza de la muñeca después de pasar toda una noche bebiendo”.

Por cierto, la única mención a la pintura mexicana es un recuadro de la página 370, que habla de un tirón y en general de los muralistas Siqueiros, Orozco y Rivera. En esta historia, la de Wendy, no aparecemos.

Ilustración: HCM

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Alguien me envío el pdf de un artículo más o menos extenso de Rosario Castellanos (creo que mi amiga Adela Lagos): “Virginia Woolf o la literatura como ejercicio de la libertad”. Aparece como editora la Universidad Autónoma de México. Ningún dato más. Tal vez ya lo leí y lo cité (forma parte de un libro, es evidente), pero lo hago de nuevo. La Woolf es inagotable.

Dice Rosario que Virginia no quería ser encasillada. Dice Virginia: “Seguiré corriendo aventuras, abriendo mis ojos y mi espíritu, rechazando todo sello que me estereotipe. Lo importante es liberarse; encontrar nuestras propias dimensiones sin impedimentos”.

Virginia dice luego “que es la única mujer de Inglaterra que tiene libertad para escribir lo que se le antoje” y que la mujer que trabaja debe practicar cuatro virtudes fundamentales: pobreza, castidad, mofa y libertad.

Para alcanzar la castidad, “debe negarse a vender el cerebro para tener más dinero. Es decir, que debe cesar de practicar su profesión, o practicarla sólo por la investigación y el experimento; o si es una artista, por el arte solamente”.

La mofa supone que “son preferibles el ridículo, la oscuridad y la censura, por razones psicológicas, a la fama y la alabanza. Apenas le ofrezcan placas, órdenes o grados, arrójeselos a la cara a quien los da”.

 

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Leo La noche viuda (FCE, 2002), de Verónica Volkow, una serie de relatos relacionados con la pérdida y la muerte. Dice la autora en “Flan” (p. 53): “La poesía es hija de la gratuidad, y no es más que un despliegue sobre la nada” y en el final de ese texto (p. 58): “Ya nos lo advertía Freud, amiga, cuidado con la muerte porque es más poderosa que el amor; cuidado, porque la muerte es más dulce”.

Y a propósito de pintura, escultura, revolución artística, dice en “Fiestas” (p. 85): “Cualquier traste después de Duchamp aspira al móvil escultórico”.

            Contactos: hectorcortesm@gmail.com

 

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