Hastío y esperanza: la nueva variante del Coronavirus

Punto de vacunación anticovid. Foto: Archivo

Desde el año 2020, cuando inició la pandemia del Covid-19, nos hemos convertido en aprendices de virólogos debido al constante alud de información recibida sobre el virus que ha causado, y parece que quiere seguir haciéndolo, estragos en la población mundial. No es momento de añadir más información, por supuesto, pero parece que la nueva variante conocida como “Ómicron”, y que lleva semanas provocando innumerables contagios, y también víctimas en Europa, tendrá su recorrido en México como se demuestra con las medidas tomadas en distintos estados de la República retrasando el retorno a clases presenciales tras las vacaciones decembrinas y los cambios en el color de los semáforos en ciertos estados.

Cuando las vacunas parecían generalizar la inmunización de buena parte de la población mundial esta mutación del virus, una de las características de estos organismos, aleja del panorama mundial el fin de esta pandemia. En Europa se han reproducido las restricciones en lugares públicos, se han incrementado los controles sobre quién o no está vacunado e, incluso, han reaparecido los encierros personales y las barreras fronterizas. Medidas tomadas para controlar el número de personas contagiadas y el consiguiente, por posible, colapso del sistema sanitario de los países. Una preocupación que ha sido reiterada desde que este virus se convirtió en eje de nuestras vidas por los fallecimientos y trastornos causados.

El futuro de esta variante del virus, o de otras posibles variantes que puedan aparecer, es incierto para los especialistas, aunque también parece que la violencia en el contagio no se refleja en el número de fallecidos u hospitalizados. En tal sentido, la generalizada vacunación es un hecho fundamental para que nuestros organismos enfrenten con menor virulencia los efectos del virus, a pesar del gran número de negacionistas de esta medida y entre los que se encuentran el mayor número de finados y hospitalizados en las últimas fechas. La ciencia no es infalible, sino todo lo contrario, por ello no hay que observarla desde la fe. Pero ello no le resta valor a las vacunas como real medida profiláctica contra ciertas enfermedades, como se ha demostrado desde hace décadas.

Igualmente, ya existe un nuevo fármaco para enfrentar el virus creado por la empresa Pfizer y aprobado por la Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA) estadounidense, agencia estatal encargada de regular, entre otras cosas, los medicamentos en el vecino del norte. De hecho, en la página web de la farmacéutica Pfizer se anuncia con el nombre de Paxlovid la nueva medicina que reduce el riesgo de hospitalización o muerte por Coronavirus en un 89%. Eficacia extensiva a la nueva variante según los ensayos que se están realizando, aunque ello todavía deba comprobarse a través de más pruebas. En esa misma línea el gobierno mexicano, a través de la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (COFEPRIS), ya ha autorizado el uso de otro medicamento contra el virus denominado Molnupiravir, y producido por la farmacéutica Merck.

En la página “microBIO” (Noticias y curiosidades sobre virus, bacterias y microbiología), el catedrático de Microbiología de la Universidad de Navarra, Ignacio López-Goñi, afirmaba que el 2020 fue el año del virus y el 2021 el de las vacunas, por lo que esperaba que “ojalá el 2022” sea “el comienzo del fin de la pandemia”. Sería magnífico que su augurio se cumpla a cabalidad y este año que inicia se convierta en el final de una pesadilla que ha condicionado, y todavía lo hace, parte de la vida de la humanidad.

En ningún momento histórico la preocupación por prolongar la vida y retrasar la muerte ha sido tan evidente como en nuestra época, tal vez por ello parece comprensible que el temor por las infecciones masivas, y generalizadas, tenga similares reacciones entre la población actual y las sucedidas en tiempos pretéritos, cuando los conocimientos médicos eran muchos más precarios que en la actualidad. La gran diferencia con el pasado se encuentra en la capacidad sanitaria de los Estado; capacidad para reducir el número de fallecidos y, también, para ejercer mayor control sobre la población. Nada es perfecto en las sociedades humanas y en periodos como el presente, con una pandemia que tiene parecido con la ficción, las contradicciones humanas y de la organización de sus sociedades se hacen dolorosamente más visibles.

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