El futbol espectáculo

Foto: Elizabeth Ruiz.

Me subo al tren del debate que en los espacios de Chiapas Paralelo se ha desarrollado en las dos últimas semanas, por mis colegas Efraín Quiñones León y Andrés Fábregas Puig. Ellos han visto al deporte en nuestro país, en particular el futbol, como un espectáculo de masas particularmente denigrante, donde se prioriza todo menos la calidad deportiva. Ya se sabe que todo ello significa, por supuesto, tocar las colosales ganancias y la mercantilización vulgar del deporte más popular de nuestro país.

Mi interés tiene que ver con un sugestivo tema colectivo, el cual hemos puesto algunas opiniones en estos mismos espacios tiempo atrás. Además, creo, ya es un aspecto muy recurrente en las opiniones cotidianas del futbol nacional, desgraciadamente a partir de los fracasos que la selección nacional ha tenido como equipo, como conjunto y como proyecto de identidad.

Ambos colegas, expertos en el tema, coinciden en lo obvio: ya nadie cree en la selección nacional como provocadora de cohesión y de sentido de pertenencia. Pero sí como espectáculo insulso por donde los únicos que realmente ganan son los empresarios dueños de la Liga de Futbol Mexicano. Lo que tenemos es la enorme disparidad entre el dispendio de dinero que se hace en beneficio, supuestamente, de un estandarte nacional, patrimonio de todos y para todos, y la actuación cada vez más pobre (por decir lo menos) del equipo que nos representa en los eventos internacionales. Esto no es nuevo, claro, pero se percibe más la apatía que tiene la afición por ver triunfar a “nuestra” oncena futbolística. De la frustración pasamos a la apatía y después al coraje más recurrente (“ojalá y pierdan”, “qué bueno que no vayamos al Mundial”).

Los doctores Quiñones y Fábregas acusan al espectáculo mal montado en torno a la selección nacional de futbol. Es verdad. Es por bien sabido del monopolio que aún Televisa ejerce sobre la Federación Mexicana de Futbol (FEMEXFUT) y sobre el empresariado voraz que mantiene ahí sus garras llenas de intereses apócrifos. Desde los comentaristas hasta la simpleza de una liga que, desde luego, a falta de competitividad y de calidad, no puede esperarse nada (pero nada) de una selección que hoy juega horrible, pero se espera, sea motivadora y de paso triunfante en donde se aparezca. Liga chafa, selección ídem; futbol paupérrimo local, cero entretenimiento nacional.

Un amigo mío que vive en Estados Unidos me decía que no debíamos criticar a la FEMEXFUT porque es una empresa de particulares, algo así como hacen de su dinero lo que quieren porque es su derecho. Correcto, pero resulta que esa empresa se adjudica, ni más ni menos, la potestad de utilizar y explotar a más no poder, la identidad nacional y, en nombre de su dinero invertido, promueve que nosotros, los/as mexicanos, seamos incondicionales de sus propuestas, las que sean y cualquiera que ellos planteen. Entonces, se invierte la ecuación, porque si de nosotros se habla, también tenemos harto derecho lo que se haga en nuestro nombre.

De ahí que Efraín Quiñones y Andrés Fábregas tengan toda la razón. Es tal la carencia de ingenio de la FEMEXFUT, por la priorización del mercantilismo, que la liga, el sistema de competencia, el futbol en general, sea un terrible espectáculo de cuarta que ya no da más. Y se manifiesta cuando la selección no gana y juega muy mal, luego se acusa a la fanaticada que “no apoya” a sus jugadores o no entendemos el “esfuerzo” realizado por los jugadores.

El articulista León Krauze escribía que quizá seamos el único país donde, en un dudoso penalti cobrado en contra de Panamá en el último juego de las eliminatorias para ir al Mundial, los propios mexicanos critiquemos eso y pongamos en duda el triunfo de la selección aún a costa de una posible trampa a favor de México. Supongo que Krauze se asuste de nuestra forma salvaje de estar en contra de quienes nos están engañando todo el tiempo, los empresarios dueños del futbol nacional, pero es muestra del hartazgo de ese espectáculo que no vincula a nadie, no llega a la generalidad de la gente, no muestra respeto por la afición y no enaltece, ni por asomo, la calidad deportiva para tener un buen futbol y de una selección de la cual sentirnos orgullosos. Ni siquiera ganando.

No es dato menor que el juego México-Costa Rica coincidió con la postemporada de la NFL y los altos ratings hayan pasado casi en automático al futbol americano. No es menor, porque a no ser que suceda algo realmente espectacular en los últimos juegos de la eliminatoria mundialista, puede que el futbol pierda hegemonía como el deporte más popular de nuestro país y no asista a la Copa del Mundo. Ambas cosas serían catástrofe pura, pero no para el país ni los aficionados, sino para los varos de los empresarios invertidos en ese espectáculo de circo que han convertido a nuestro futbol.

 

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