Madame Calderón de la Barca: La Vida e México

En 1976 se cumplía un año de la fundación del Departamento de Antropología Social de la UAM-Iztapalapa. Dicho Departamento se situó en el la División de Ciencias Sociales y Humanidades al frente de la cual estaba el prestigiado y recordado filósofo mexicano Luis Villoro Toranzo. En el Plan de Estudios de la Licenciatura en Antropología Social, o Mapa Curricular como se dice ahora, habíamos destacado el trabajo de campo como básico en la formación de los estudiantes y atendiendo a ello, en los períodos vacacionales entre trimestre y trimestre, los profesores-investigadores del Departamento salíamos al campo con los estudiantes. En mi caso, en ese año de 1976, inicié el estudio de la región de Jalapa-Coatepec, acompañado de estudiantes del Departamento de Antropología de la UAM-Iztapalapa y de la Escuela de Antropología de la Universidad Veracruzana. Escogimos a la ciudad de Coatepec, centro nervioso de una amplia región cafetalera, como sede para instalar al grupo de estudiantes que hacían sus pininos en antropología. En ese contexto leí en Coatepec el libro de Madame Calderón de la Barca, La Vida en México (la versión en inglés Life in Mexico, “Introducción” de Manuel Romero de Terreros, Marqués de San Francisco, Londres, Dutton, (1972), 1973. Existen varias versiones en castellano. Una de ellas es: Madame Calderón de la Barca, La Vida en México. Durante una residencia de dos años en ese país. Traducción y Prólogo de Felipe Teixidor, México, Editorial Porrúa, 1967 (Colección “Sepan Cuantos…”: 74). El nombre de la autora de este libro es Francis Erskine Inglis, que escribió con su nombre de casada mismo que adquirió al contraer matrimonio con Ángel Caderón de la Barca, el primer Ministro Plenipotenciario (Embajador) de  España en México. Francis Erskine era escocesa nacida en Edimburgo en 1804. Su familia se mudó a Boston en 1827, cuando cumplía 23 años. En aquella ciudad estadounidense conoció a quien sería su esposo en cuya compañía viajó a México, vía La Habana, para desembarcar en Veracruz el 18 de diciembre de 1839. Gobernaba al país Don Antonio López de Santana, ese personaje que iba y venía de la Presidencia (ver: Enrique González Pedrero, País de un solo Hombre, México, Fondo de Cultura Económica, 1993. 3 Volúmenes) cargo que ostentó con intervalos entre 1833, 1834-1835, 1839, 1841-1842, 1844 y 1847. Justo una de las primeras descripciones que escribe Madame Calderón de la Barca es un desayuno nada menos que en la casa de su Ateza Serenísima (que así se hacía llamar Santana). En realidad, la base del libro de Calderón de la Barca son las cartas que escribía a sus familiares para describir el descubrimiento de México mientras su esposo se dedicaba a fortalecer las relaciones entre España y el naciente Estado Nacional Mexicano. Estando una mañana en El Lencero, la finca que poseyó Antonio López de Santana, hoy un museo y restaurante, y justo delante del libro de visitantes que firmé, recordé mi reciente lectura del libro de Madame Calderón de la Barca durante la temporada de campo con los estudiantes de antropología, y pensé el boato con el que vivía aquel personaje que entregó á los norteamericanos nada menos que dos millones de kilómetros cuadrados y cuyo desayuno en la ciudad de México con el primer Embajador de España, describe de manera genial Madame Calderón de la Barca. Sugiero leer el capítulo titulado Carta VI en el que Francis Erskine describe la entrada a la Ciudad de México y el desayuno con aquel personaje que llevó al naciente Estado Nacional Mexicano a un desastre. El lector puede consultar el libro de Madame Calderón de la Barca editado por Porrúa y disfrutar las páginas 37 a 43. Las siguientes Cartas no tienen desperdicio y uno puede ir leyendo el libro con soltura, pasando páginas de una belleza literaria notable al mismo tiempo que ello se resalta aún más por la sencillez y candor de la escritura. Por supuesto, durante su viaje por México, Madame Calderón de la Barca fue atendida por los círculos de poder locales, la clase alta, los comerciantes prósperos y terratenientes, cuya vida describe la escritora. Gracias a este libro sabemos aún más del contraste entre la abundancia en la que vivían los poderos de aquel México de las primeras décadas del siglo XIX y el resto del pueblo sumido en una miseria lamentable. Incluso, la descripción de las comidas es insultante, pero la escritora lo hace seguramente sin saber la utilidad que sus páginas contienen para reconstruir aquellos años primeros de un México Independiente en manos de los conservadores. Pero también el mundo rural mexicano de aquellos años desfila en las páginas de La Vida en México, en descripciones espléndidas, modelos etnográficos diríamos hoy, como la extracción del pulque descrita con una exactitud envidiable. Las chispas de ironía que contiene la escritura de Francis Erskine le otorgan un sello particular a este libro y hacen de su lectura una muy amena experiencia. Uno puede imaginar, a través de la lectura de cada una de las cartas que componen el capitulado del texto, a una mujer joven, elegante, aprovechando el tiempo para conocer y describir una tierra y un pueblo muy lejanos culturalmente al de la propia escritora, quien, además, es esposa nada menos que del Primer Embajador de España en una antigua colonia de la misma. Mientras el marido está entrampado-por así decirlo-en las grillas opacas de un régimen como el de Antonio López de Santana, su esposa viaja y escribe conociendo mucho mejor al país que el propio embajador. Hasta los gritos de los vendedores ambulantes en la ciudad de México, son descritos con maestría por Francis Erskine. Cada carta es una invitación a la imaginación y un exhorto para hacer un cine recreativo de aquellos tiempos. No está demás apuntar que en Boston Francis Erskine se encontró nada menos que con William Prescott, el historiador que escribió Historia de la Conquista de México (1843) y que en varias conversaciones introdujo a Madame Calderón de la Barca a la historia del país tal como se la veía en el siglo XIX. Por cierto, la noción de que México fue conquistado antes de formarse como tal puede provenir de este historiador. Es una suposición. Pero no es descabellado pensar que platicando con Madame Calderón de la Barca de aquella tierra a donde nuestra autora desembarcaría en breve, le despertara el interés por conocerla a fondo. El caso es que Francis Erskine, en su calidad de Madame Calderón de la Barca, escribió una colección de cartas que hacen un texto espléndido describiendo, precisamente, La Vida en México, una sociedad que apenas se estaba articulando en aquellos tormentosos días de las primeras décadas del siglo XIX.

Ajijic. Ribera del Lago de Chapala, 17 de abril de 2022.

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