El Anáhuac en la imaginación de D.H.Lawrence

Los términos que actualmente usamos para periodizar la Historia de nuestro actual país y de cómo se forjó, necesitan revisarse a fondo. Es una tarea que se inicia con la discusión del concepto de “conquista de México” sencillamente porque el país como tal nunca ha sido conquistado. Por supuesto es una tarea que rebasa con mucho a un solo texto y a una sola persona. Lo indico como prolegómeno de que en este texto usaré los toponímicos que usaban los propios pueblos antes de la invasión militar castellana en el siglo XVI. Empiezo por lo obvio: no llegaron los invasores a México sino a un territorio que era el hábitat de una miríada de pueblos con sus lenguas y culturas, visiones del mundo y ecologías culturales diversas. Lo que actualmente llamamos Valle de México en realidad era una gran cuenca lacustre en el siglo XVI que venía poblándose sobre todo por los llegados desde el norte de esa Cuenca, los pueblos nombrados Chichimecas. Es más, el actual Valle de México era conocido como el Anáhuac, es decir, el Corazón del Mundo que los Aztecas, Chichimecas también, llamaron Cem Anáhuac Tenochca Tlalpan, es decir, “El Corazón del Mundo es Tierra Tenochca”. Los Aztecas, que provenían de Chicomóztoc, es decir, Siete (Chicome) Cuevas (Óztoc), simbolizando “siete vientres” o siete grupos de parientes (Clanes) que bajando desde ese Norte llamado Huey Chichimeca Tlalpan (La Gran Chichimeca), se aposentaron en una isla en medio del Lago de Texcoco y que a lo largo de los años se convirtieron en el pueblo más poderoso de todos los encontrados por los castellanos en el siglo XVI. Los restos arqueológicos de este pueblo se siguen encontrando y son muestra palpable de sus concepciones no sólo del espacio, sino del tiempo, de la vida. Han pasado a la Historia con el nombre de Tenochcas, Aztecas o Mexicas y a ellos se refiere un escritor inglés que vivió en México, David Herbert Richard Lawrence, en una de sus espléndidas novelas titulada La Serpiente Emplumada (1926). D.H. Lawrence como se conoce más ampliamente a nuestro escritor, se instaló en México al inicio del año de 1923. Escogió la Ribera del Lago de Chapala para vivir junto con su esposa Frieda von Richthofen. La pareja recorrió toda la costa Occidental de México hasta Oaxaca, buscando el sitio ideal para fundar una suerte de comuna de hombres y mujeres libres, rechazando la frialdad de una civilización tecnologizada y provocadora de la despersonalización. El capitalismo occidental e industrial en la mirada de D.H. Lawrence, conducía a la humanidad al abismo. Lawrence encontró en la antigua visión del mundo de los Tenochca lo que buscaba: la base para construir una utopía. Los Aztecas configuraban para el escritor inglés la posibilidad empírica de vivir en una sociedad alejada de los estragos de la civilización industrial y los desatinos que impulsaba la idea del progreso. Bien han dicho varios críticos de la obra de Lawrence que buscó construir un México Primitivo, un “Mundo Mágico” que no sólo alimenta la imaginación literaria sino que hace posible resignificar el “primitivismo” y colocarlo como el centro para organizar una sociedad libre del mecanicismo occidental y de los dogmas del progreso. La serpiente, entre los Aztecas y aún en nuestra actualidad entre los grupos nahuas del Centro de México, es el símbolo del agua, de la lluvia, que asegura la continuidad de una agricultura que depende de los ciclos climáticos. Justo los autonombrados “Graniceros” o “Aureros” estudiados por Guillermo Bonfil en la región de Chalco-Amecameca, son quienes se encargan de subir a la Cueva de Alcaleca, en las faldas del Iztaccíhuatl, para invocar “al culebrín del aíre” y traer la lluvia bienhechora. Cada 3 de mayo, los Graniceros acuden a la Cueva de Alcaleca para asegurar que la serpiente, Tláloc redivivo, haga su tarea de enviar el agua a la tierra para que crezca el maíz. Es este mundo “mágico” a los ojos de D.H. Lawrence lo que busca impulsar el escritor inglés que escribe febrilmente a las orillas del Lago de Chapala. La gran novela que es La Serpiente Emplumada se convierte así en una reivindicación del mundo cultural de los Tenochca que es colocado por D.H. Lawrence como inspiración para organizar una sociedad libre de los principios deshumanizantes del industrialismo. El mundo considerado primitivo en Europa se asume a través de las páginas de la novela de D.H. Lawrence como el modelo de una sociedad que garantiza la continuidad de la cultura, de la vida. En la base de esta sociedad cuyo modelo encuentra el escritor inglés en los antiguos Mexicas, está la relación entre hombre y mujer, una vinculación carnal, que D.H. Lawrence coloca como el punto de sostén de la vida. El escritor inglés, a través del personaje de Katie Leslie, por cierto irlandesa, que se trasforma en pájaro como si fuese un nahual, danza para Quetzalcóatl, la Serpiente Emplumada, la Sierpe Bella, sumergiendo los deseos sexuales del personaje en una búsqueda por el verdadero significado de la vida. En la Cueva de Alcaleca, en la actualidad, los Graniceros danzan en honor de esa misma Serpiente Emplumada para que se levante y riegue la Tierra con la lluvia. El sexo, como vital impulso para buscar el significado de la vida, es un tema que está presente en las novelas de D. H. Lawrence y La Serpiente Emplumada no es la excepción. Recordemos que la novela más famosa, que no la más importante, de D.H. Lawrence es El Amante de Lady Chatterly publicada en Florencia, Italia, en 1928. Por cierto, esta novela le valió un juicio por obscenidad a su autor en Inglaterra, país en donde dicha novela se publicó hasta 1960. Por cierto, La Serpiente Emplumada inspiró a otros escritores a vivir en México y escribir sobre un país que les ofrecía un abanico muy amplio de posibilidades literarias. Sólo cuatro años después de la publicación de su novela, el 2 de marzo de 1930, murió D.H. Lawrence en un pueblo de Francia llamado Vence. Su viuda, de largo nombre, Emma María Johanna Freilin von Richthofen le sobrevivió hasta el 11 de agosto de 1956, fecha de su muerte en Taos, Nuevo México. La vida de D.H. Lawrence y de su esposa fue un constante peregrinar buscando el lugar ideal, el escondrijo perfecto, para huir de la civilización industrial y vivir en un mundo en el que todo se inicia con la relación sexual entre hombre y mujer para desde ese otero, explorar la conciencia humana. D.H. Lawrence estaba convencido que una sociedad como las de los Tenochca lo había logrado.

Ajijic. Ribera del Lago de Chapala. A 9 de mayo, 2022.

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