La urgencia de rescatar San Cristóbal

La isla de tranquilidad que era Chiapas, en medio del baño sangriento que recorre el país, parece desmoronarse con incursiones armadas y enfretamientos violentos de varios grupos delincuenciales, que ha tenido su mayor despliegue en San Cristóbal de Las Casas.

Si hace 28 años, esa ciudad fue escenario de la expresión de la rebeldía digna del EZLN, ahora lo ha sido del rostro de los intereses de grupos violentos para proteger actividades comerciales fuera de la ley.

Los trazos, además, son diferentes. Los militantes del EZLN surgieron al amparo de la noche; en cambio, los Motonetos, los Patros, los Van y los Torres, han secuestrado a San Cristóbal en la claridad del día. No se han ocultado, por el contrario eran cada vez más visibles, y tanto, que decidieron mostrar su fuerza con cámaras y reflectores.

Después de esta manifestación violenta, diversos actores, encabezados por el presidente municipal, Mariano Díaz, han solicitado una mayor presencia de la Guardia Nacional y del Ejército.

Incluso, el presidente Andrés Manuel López Obrador tuvo que manifestarse. Atribuyó el enfrentamiento a grupos antagónicos que se disputan la administración del Mercado del Norte. Dijo que lo más importantes es atender las causas: “procurar que tengamos una sociedad mejor, que los jóvenes sean atendidos, que no se les margine, que tengan derecho al trabajo, a la educación, que se combata la pobreza, que se evite la desintegración de las familias, que fortalezcan los valores”.

El enfrentamiento, y pocos medios lo han destacado, sí cobró una víctima. Se trató de Salvador N., quien murió producto de un disparo de alto calibre, y que “fue sustraído del hospital por sus familiares, quienes con el argumento de regisrse por usos y costumbres, impidieron realizar las diligencias correspondientes”.

Hasta el momento no hay detenidos. Se han esfumado los responsables de colocar otra vez a la ciudad alteña en la marquesina de la violencia en nuestro país.

Foto: Cortesía

San Cristóbal ha registrado un crecimiento constante de distribución y consumo de drogas, que empezó en los setentas con mariguana, y que actualmente se ha diversificado con crack, cocaína, heroína y LSD. A la par, los grupos delincuenciales han multiplicado sus actividades con robo de vehículos, trata de personas y venta clandestina de madera, entre otras actividades que pudieron fincarse en el terreno de lo ilícito.

Como escribí hace tres meses, en la ciudad más colonial de Chiapas, los grupos han crecido bajo la indiferencia de las autoridades, ya sean municipales, estatales o federales.

San Cristóbal ha sido arrinconada. El sitio empezó en los barrios y colonias menos visibles, en donde no se asoma el turista, pero ante el apapacho oficial, los delincuentes han ampliado sus tentáculos.

Lo que sigue es copia de ese texto aún vigente:

Hay, por supuesto, muchas zonas de refugio, porque San Cristóbal son varias ciudades. Está la ciudad que construyen los europeos, con sus bares y restaurantes; está la que trazan, en vías subterráneas, los indígenas para sobrevivir; y que la que imaginan, desde el paseo finsemanero, los turistas locales que se refrescan en el clima alteño.

Todos esos espacios están siendo amenazados. Sin embargo, aún es posible arrinconar a los grupos de delincuenciales, siempre y cuando haya voluntad de convertirla en lo que ha sido, una ciudad dinámica de encuentro, de construcción y de diálogos con personas y colectivos de diferentes partes de Chiapas y del mundo.

Deben retornar las horas serenas a la antigua Jovel. No hay otra opción, porque si la perdemos, será el principio de la violencia descontrolada en todo el estado.

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