El asesino del Quijote

Casa de citas/ 593

El asesino del Quijote

Héctor Cortés Mandujano

 

Es ligero el tiempo,

y no hay barranco que le detenga

Cervantes,

En Don Quijote de la Mancha II

 

Releo Don Quijote de la Mancha II (Ediciones Folio, 1999), es decir, la segunda parte que publicó Miguel de Cervantes en 1615, después incluso de que se publicara el falso Quijote de Avellaneda, de 1610, cuyo autor nunca se pudo ni se ha podido precisar aún, y que aquí Cervantes alude constantemente.

En su prólogo dice que no habrá en este segundo tomo notas malas sobre el enigmático Avellaneda, no hallará el lector (p. 485): “venganzas, riñas y vituperios. […] Quisieras tú que lo diera del asno, del mentecato y del atrevido; pero no me pasa por el pensamiento: castíguele su pecado, con su pan se lo coma y allá se lo haya”.

Para que nadie lo falsifique, incluso, lo matará, dice en su Prólogo al lector (p. 488, la numeración de páginas continúa sucesiva del volumen primero, que ya comenté antes): “Te doy a don Quijote dilatado, y, finalmente, muerto y sepultado, porque ninguno se atreva a levantarle nuevos testimonios”.

Aquí se insiste, también, más que en la primera, que el autor del Quijote es Cide Hamete Benengeli. Su primera línea dice (p. 489): “Cuenta Cide Hamete Benengeli en la segunda parte desta historia, y tercera salida de don Quijote…”.

Esta segunda parte es mucho más fluida que la primera, porque aquí no hay cuentos ni novelas que, insertas en el trascurrir de los personajes, en la primera parte, ponían pausa, detenían la historia. Cervantes decidió ya no hacerlo en ésta. Lo explicita (p. 773): “”En esta segunda novela no quiso ingerir novelas sueltas ni pegadizas”. Sabia decisión. Además, aquí, tanto Sancho como don Quijote se saben personajes de la primera historia, que ya ha sido leída y comentada no sólo por ellos, sino por los varios otros que saben de qué pie cojean el caballero y su escudero, lo que harán más divertidas las chanzas que les harán. [Incluso, aunque no me detendré en ello, se saben personajes de Cide Hamete, lo que daría pauta a escribir páginas y páginas sobre esa maravillosa técnica literaria que es una doble o triple carambola, una muñeca rusa, una misa en abismo.]

A Sancho le ha prometido el Quijote volverlo gobernador de una ínsula; para ello, dice el bachiller Sansón Carrasco, debe saber gramática. Responde Sancho (p. 508): “Con la grama bien me avendría yo […]; pero con la tica, ni me tiro ni me pago, porque no la entiendo”.

Ilustración: Juan Ángel Esteban Cruz

Dice el Quijote a Sancho (p. 544): “Entre los amantes, las acciones y movimientos exteriores que muestran, cuando de sus amores se trata, son certísimos correos que traen las nuevas de lo que allá en los interiores del alma pasa”.

Dice Sancho al Quijote (p. 552): “Señor, las tristezas no se hicieron para las bestias, sino para los hombres, pero si los hombres las sienten demasiado, se vuelven bestias”.

Me gustan las figuras prosopopéyicas que hacen a la naturaleza comportarse como humanas, aunque a estas alturas ya estén desgastadas (p. 575): “Reíanse las fuentes, murmuraban los arroyos”.

Dedican los personajes una charla larga a la poesía y los poetas (p. 602): “No hay poeta que no sea arrogante y piense de sí que es el mayor poeta del mundo”. Señala el Quijote a los poetas que usan el oxímoron como caballo de batalla, que lo hacían muchos (Quevedo, Góngora, Santa Teresa, etcétera) de sus contemporáneos (p. 744): “Vivo muriendo, ardo en el yelo, tiemblo en el fuego, espero sin esperanza, pártome y quédome”.

El Quijote da consejos a Sancho para gobernar su ínsula (p. 766): “Hallen en ti más compasión las lágrimas del pobre, pero no más justicia, que las informaciones del rico. Procura descubrir la verdad por entre las promesas y dádivas del rico como por entre los sollozos e importunidades del pobre”.

Altisidora, evidentemente en burla, canta versos de amor al Quijote (pp. 779-780): “¡Oh, quién se viera en tus brazos,/ o si no, junto a tu cama,/ rascándote la cabeza/ y matándote la caspa!”.

Una joven acusa a su violador frente a Sancho, ungido ya como gobernador de la ínsula Barataria (p. 786): “Se ha aprovechado de mi cuerpo como si fuera trapo mal lavado, y, ¡desdichada de mí!, me ha llevado lo que yo tenía guardado más de veinte tres años ha, defendiéndolo de moros y cristianos, de naturales y extranjeros, y yo, siempre dura como un alcornoque, conservándome entera como la salamanquesa en el fuego”.

La señora Rodríguez cuenta a don Quijote de su hija (p. 805): “”Creció mi hija, y con ella todo el donaire del mundo: canta como una calandria, danza como el pensamiento, baila como una perdida, lee y escribe como un maestro de escuela”.

Teresa Panza le escribe a Sancho y le cuenta que ella se puso feliz cuando supo que él era gobernador  y (p. 839) “a Sanchica tu hija se le fueron las aguas sin sentirlo, de puro contento”.

Vuelva a cantar Altisidora a don Quijote, que la rehúye (p. 866): “Mira, falso, que no huyes/ de alguna serpiente fiera,/ sino de una corderilla/ que está muy lejos de oveja”. Sancho dice a su amo (p. 873): “Muchas veces me paro a mirar a vuestra merced desde la punta del pie hasta el último cabello de la cabeza, y que veo más cosas para espantar que para enamorar; y habiendo yo también oído decir que la hermosura es la primera y principal parte que enamora, no teniendo vuestra merced ninguna, no sé yo de qué se enamoró la pobre”. Más adelante, Altisidora le aclara la verdad al caballero (p. 956): “Todo lo que has visto esta noche ha sido fingido”.

Don Quijote dice a don Jerónimo que el falso Quijote de Avellaneda, que hojea, tiene muchas imprecisiones, entre ellas (p. 884) “dice que la mujer de Sancho Panza se llama Mari Gutiérrez, y no llama tal, sino Teresa Panza”; Sancho abunda que Avellaneda traicionó los caracteres de los personajes, porque es su amo (p. 885) “discreto y enamorado; y yo, simple gracioso, y no comedor ni borracho”.

El capítulo XL hace llegar a ambos a la realidad: los asaltantes de caminos, lo que era usual en aquellos tiempos (p. 889): “Vieron los racimos de aquellos árboles, que eran cuerpos de bandoleros”. Roque Guinart, el jefe, les roba mucha cámara en estas páginas. Es un ladrón y un asesino frío. Uno de los suyos lo contradice y él (897) “echando mano a la espada, le abrió la cabeza casi en dos partes”. La fantasía de don Quijote se tambalea en estos capítulos salpicados de violencia real.

Don Antonio hace una confidencia a don Quijote (p. 903) “con condición que lo que a vuestra merced dijere lo ha de depositar en los últimos retretes del secreto”.

Dice Harold Bloom en El futuro de la imaginación (Anagrama, 2002:30): “Cervantes es uno de esos pocos escritores occidentales imposibles de superar”, y evidentemente tiene razón. Sus personajes llegan a la imprenta donde se hayan corrigiendo (p. 912) “la Segunda parte del Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha”, es decir, el libro que el lector está leyendo. Maravilla de maravillas.

Sansón Carrasco, disfrazado del caballero de la Blanca Luna, vence a don Quijote y le obliga a dejar la caballería andante y volver a su casa, lo que le hace recuperar la razón y morir. En Malos y malditos, una colección de ensayos, Fernando Savater dice que Sansón es, en realidad, el asesino del Quijote, porque le quita la fantasía y lo enfrenta a la cordura, la vejez, la enfermedad y la muerte. Tal vez tenga razón.

Contactos: hectorcortesm@gmail.com

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