Los cisnes no cantan, 2

 Casa de citas/ 597

Los cisnes no cantan

(Segunda de dos partes)

Héctor Cortés Mandujano

 

Todos tenemos dinosaurios hasta en los cereales

Daniel Samoilovich,

en El libro de los seres alados

 

Sobre las efímeras, dice Claudio Eliano (p. 130): “Existen criaturas a las que se denomina efímeras a causa de la breve duración de su vidas; nacen en el vino y, cuando se abre la tinaja, agitan sus alas, salen volando, llegan a la luz y mueren”.

Robert Graves y Rafael Patai escriben sobre lo que Noé daba de comer a los animales del arca, según les correspondía (p. 144): “El camello necesitaba paja; el asno, centeno; el elefante, sarmientos; el avestruz, vidrios rotos”.

Sobre el arcángel Gabriel escribe Gershom Scholem (p. 150): “Según cuenta el Zohar, hacia medianoche penetra Dios en el paraíso para pasearse con los justos. Entonces todos los árboles del paraíso prorrumpen en himnos. De la parte norte se levanta un viento, y una chispa del fuego de Dios restalla bajo las alas del arcángel Gabriel; si los dedos de sus pies no le mantuvieran a esa hora inmóvil, Gabriel incendiaría en un instante el universo”.

En las composiciones de niños de una escuela primaria en Uruguay se habla de la gallina (p. 154): “La grasa de la gallina se llama no sé qué y sirve para algo. […] Los pollitos, cuando son chicos, son pequeños”.

H. Auden dice en un fragmento poético (p. 171): “Y el grito de las gaviotas en la madrugada/ es triste como el trabajo”.

En una compilación de Leda Valladares se escribe (p. 172): “Fueron las golondrinas aves amantes y seguidoras de Jesús; cuando lo llevaban al Calvario, lo seguían desesperadas, y, cuando murió, fueron ellas las que quitaron los clavos de su cruz, permitiendo que lo descolgaran”.

Un fragmento de un poema al halcón, de Gil Vicente, dice (p.191): “La caza de amor/ es de altanería:/ trabajos de día,/ de noche dolor”.

Israfel es el ángel de la muerte. Escribe sobre él Daniel Samoilovich y dice que mide (p. 202): “setenta mil años luz. […] las alas están cubiertas de ojos innumerables: cada vez que cierra uno, muere un ser humano”.

Luis Firpo, recopilador de composiciones escolares de Uruguay, nos comparte esta definición de langosta (p. 216): “La langosta es un borás acridio, que quiere decir que come todo lo que puede”.

Dice J. G. Wood que (p. 218) “la lechuza, en realidad, es un gato alado, del mismo modo que el gato es una lechuza peluda”.  Javier Villafañe escribe sobre la lechuza de los campanarios (p. 222): “En las noches de luna llena aguarda en los caminos el paso de un hombre y, con un fuerte chillido, le arranca el alma del cuerpo. […] Las brujas la instruyen y la usan como cabalgadura”.

A Lilit, la primera esposa de Adán, dicen Robert Graves y Rafael Patai (p. 227), “la encontraron en el Mar Rojo, una región abundante en demonios lascivos, a todos los cuales se entregaba, dando origen a unos cien demonios (lilim) al día”.

En un haikú, Juan José Saer escribe (p. 230): “Cuando el alba aparece,/ la luciérnaga/ se transforma en insecto”.

Sobre el Murmur dice J. Collin de Plancy (p. 258): “En algunos lugares se denomina así al demonio de la música, que tiene la forma de un enorme buitre”.

Reynaldo Arenas dice que leyó las crónicas de españoles acerca de Cuba en 1520. Hubo matanza, pero al cronista le asombró que (p. 270) “en menos de quince días los conquistadores, que eran unos cincuenta, se comieron quince mil papagayos. Esos detalles forman parte de la desmesura latinoamericana, o sea, cómo en medio de aquella cosa tan seria el cronista se puso a contar papagayos, y encima a contarlos mal”.

Foto: Raúl Ortega

En “La rama dorada”, James Frazer cuenta que un hombre disparó a una bruja y ésta le dijo (p. 272): “¡Gusano imbécil, tira, tira cuanto gustes, que no me haces daño. Entérate que mi vida no está en mi persona, sino lejos, muy lejos. En la montaña hay una laguna, en la laguna nada un pato, el pato tiene dentro un huevo, en el huevo arde una luz y esa luz es mi vida”.

Leonardo da Vinci escribe (p. 278): “El pelicano siente un gran amor por sus hijos; si los encuentra en el nido muertos por una serpiente, se hiere en el corazón y bañándolos en una lluvia de sangre les devuelve la vida”.

Sobre las tórtolas escribe Katherine Mansfield (p. 324): “Se dice que la tórtola nunca bebe agua limpia, sino que la ensucia primero con las patas para que se adecue mejor a su mente pensativa”.

***

He visto recientemente (es un decir) dos películas donde dos aves ayudan a dos mujeres a curar sus emociones: Penguim Bloom (Un milagro inesperado, 2021, dirigida por Glendyn Ivin) y El estornino (2021, dirigida por Theodore Melfi).

Penguim Bloom está basada en una historia real. Samantha Bloom tiene marido y tres hijos; sufre un accidente que la deja en sillas de ruedas y con una enorme amargura, una gran rabia; su hijo mayor, que es un niño aún, halla en la playa (la casa de la familia Bloom está muy cerca del mar) a una urraca pequeña, que cayó de una alta rama. La lleva a casa y la bautizan como Pingüino, la aceptan y la quieren todos, menos Samantha, hasta que un día tiene que hacerse cargo de ella (su hijo se la ha encargado, mientras va a la escuela) y comienza un proceso de empatía, que luego se vuelve cariño y luego solidaridad para enseñarla a volar, a ser libre. Y en ese proceso, ella también cambia, acepta salir, se inscribe en un curso para navegar en kayak, y se vuelve otra, halla una nueva vida. Pingüino se vuelve, por mérito propio, una integrante de la familia Bloom.

El estornino es ficción. Una pareja pierde a su niña y él, que lo lleva muy mal, ingresa en un hospital siquiátrico, y ella vive en casa, sobreponiéndose a la pérdida. En su patio anida un estornino territorial y agresivo, con quien tiene que lidiar. La mala convivencia con el pájaro, a quien lastima, la hace conocer a un psiquiatra-veterinario, y el pájaro y el psiquiatra la ayudan a ayudar a su esposo, quien retorna al hogar. Pero el estornino no tiene redención y hasta el final de la película, fiel a sí mismo, los sigue viendo como enemigos.

Contactos: hectorcortesm@gmail.com

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