Los periódicos y la clase política

Aunque en Chiapas los portales informativos son más leídos que los periódicos la clase política sigue prefiriendo la información en papel.

El ADN de estos políticos compagina todavía con las hojas impresas. Es normal. Crecieron bajo la sombra y la lectura de diarios impresos en offset y de síntesis informativas que han llegado a sus manos en fotocopias.

Desvincularse de ese hábito es complicado. Para esta generación, que la mayoría sobrepasa los 50, descubrieron los portales informativos y las redes sociales cuando ya tenían un recorrido en la política y habían incorporado la lectura de columnas como parte de su agenda para enterarse del chismorreo público.

También, por supuesto, para alimentar la vanidad, con alguna mención zalamera de algún periodista.

A diferencia de los portales informativos, que son más contestatarios, los periódicos impresos están más apegados a los intereses oficiales, porque al ser parte de una industria pesada de la información –con rotativas y trabajadores especializados–, deben sostener una nómina igualmente voluminosa con gastos de producción elevados.

Eso los lleva a confeccionar un producto aséptico para la clase política, casi un espejito de la vanidad, que responde a la pregunta de si quién es el más bonito y capaz del reino, y la respuesta obligada es que no hay otro que el propio interrogador-financiador-político.

Mantener un portal informativo o una cuenta en una red social es prácticamente gratuito, pero para que se acerquen los lectores, se necesita de un producto que sea crítico y contestatario a la clase política.

Twitter, Facebook, Youtube o cualquier red social o plataforma son alérgicas a los halagos de los actores políticos oficiales. La gente quiere destrozarlos, con excepción quizás de Andrés Manuel López Obrador, que al haberse posicionado como antagónico a regímenes corruptos, aún goza de simpatía mayoritaria, aunque en fuga.

Los periódicos impresos son el espacio de refugio para la clase política. Ahí no los critican. No los auscultan. Los periódicos son islas de bienestar y centros de impermeabilidad para los políticos chiapanecos.

¿Qué va a pasar con los periódicos impresos? Es la pregunta, y nadie duda, en el caso de Chiapas, que se mantendrán mientras reciban financiamiento oficial. El gobierno es el principal anunciante y lector, y a él sirven.

Esto bien podría servir como condicionante para pivotar un mejor periodismo. Es decir, que se condicionara la facturación, no por los halagos y la difusión de la obra gubernamental, que todo lector esquiva, sino por diseñar un mejor producto, con contenidos de investigación y secciones enriquecedoras para conocer nuestra realidad y la creatividad chiapaneca.

Los convenidos publicitarios debieran velar además por un clima profesional para el desempeño de los reporteros, de tal manera que gocen de prestaciones sociales y aliciente para un mejor servicio informativo.

Una política de comunicación social que premie la innovación y diversidad informativa, aun cuando se protegiera la figura del gobernador, enriquecería el campo periodístico.

En las condiciones actuales los periódicos impresos solo son voceros oficiales, cajas de resonancia de las acciones gubernamentales, que no cuestionan ni transparentan la vida pública, y quizá lo más grave, es que lo hacen con insípidos comunicados de prensa, cuando podrían cubrirse los acontencimientos con géneros como la entrevista de semblanza, la crónica y quizá, aunque representaría mayor esfuerzo, el reportaje.

Estamos, desde luego, en una etapa de transición en donde lo viejo no termina de irse, y lo nuevo no acaba por establecerse, pero en ese ínterin, que puede durar años, bien podrían implantarse planes que incidan en un periodismo más profesional, competitivo e íntegro.

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