Remedio contra la vejez

Casa de citas/ 599

Remedio contra la vejez

Héctor Cortés Mandujano

 

Dice Goethe, en Memorias de la Universidad (Austral, 1951:11): “Sócrates me parecía un hombre muy sabio, que, así en la vida, como en la muerte, podía muy bien compararse con Cristo. Sus discípulos me parecían tener la mayor semejanza con los apóstoles, que a la muerte del maestro se separaron, no reconociendo cada cual como verdadera sino la propia opinión”.

Nos cuenta de sus inicios poéticos (pp. 65-66): “Y así comenzó a actuar en mí aquella tendencia, de la que no pude apartarme luego en toda mi vida: la de transformar cuanto me placía o me atormentaba, o me preocupaba de cualquier modo, en una imagen, una poesía, liquidando de este modo con mí mismo, tanto porque aclaraba mi concepto de las cosas externas cuanto porque ello me aplacaba interiormente”.

Y escribía como ya no se hace (p. 80): “Mi amigo me hacía considerar frecuentemente lo que significaba escribir un verso con pluma de cuervo y tinta china sobre papel holandés”.

Cuenta una anécdota muy simpática, sobre un amigo con quien conversa (pp.148-149): “Mientras caminábamos por la ciudad tropezamos con una mendiga anciana que con sus súplicas y sus insistencias le interrumpía en su narración. ‘¡Vete de aquí, vieja bruja!’, exclamó y siguió adelante. La mendiga le gritó una conocida frase, pero algo modificada, en vista de que también era viejo: ‘¡Si no quería usted hacerse viejo, pudo haber hecho que lo ahorcaran en su juventud!’ ”.

Ilustración: Juan Ángel Esteban Cruz

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Disfruto con las imágenes (dibujo, ilustraciones, pintura) y los textos del libro de gran formato Abel Quezada (SEP, 2004), que es en realidad una nueva edición de la revista Arte de México que dedicó un número especial, en diciembre de 1989, a Abel Quezada con textos, entrevista y arte gráfico.

El libro contiene cartones (caricatura), pinturas y un cuento de Abel Quezada (1920-1991), que muestran su versatilidad artística; también una entrevista hecha por Claudio Isaac, y textos sobre él y su obra de una brillantísima nómina: Alberto Ruy Sánchez (quien además hizo la compilación), Álvaro Mutis, Gabriel García Márquez, Alejandro Rossi y Carlos Monsiváis.

Quezada fue contratado por el New York Magazine, en 1981, para hacer portadas (hay varias en el libro) y, en contraste, dice Ruy Sánchez que Quezada era (el libro no tiene número de páginas) “un hombre lleno de leyendas e historias entre las cuales nunca falta la de su nombramiento como director del canal 13 de televisión, donde duró casi un día, al ser destituido después de su discurso de toma de posesión”.

Aunque se definía como un pintor de domingos, García Márquez, en “El paraíso de Abel”, escribe: “Abel es el único pintor dominical que pinta todos los días, y lo mismo de día que de noche”.

Monsiváis, en “Cartones que amanecieron cuadros” cita una declaración de Abel: “Toda mi vida he huido de la solemnidad. La solemnidad me pareció siempre la ropa de etiqueta de la mediocridad”.

En “El Charro Matías”, uno de sus cartones, Quezada escribe: “El Charro Matías está metido en política sin más propósito que su beneficio personal, pero es intelectualmente honesto y se pregunta: ¿qué, en política hay otros propósitos?”; en otro cartón, “Campesino flaco”, dice, irónicamente, como hablando desde la perspectiva de los políticos: “Los pobres son la riqueza del país”.

 

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La muerte no se siente venir

pensaba el témpano

y estaba derritiéndose

 

Benedetti

 

En El aguafiestas. Benedetti, la biografía (Alfaguara, 1995), Mario Paoletti, su autor, cuenta que Mario Benedetti (1920-2009) admiraba tremendamente a la actriz Margaret Sullavan. En Nueva York intentó comprar boletos para una función abarrotada y el boletero lo vio con desprecio. Sin embargo, el hombre de los boletos recibió en esos momentos una llamada y se derrumbó. Mario le preguntó, al ver su dolor, si podía ayudarlo y él le dijo que le avisaron de la muerte de Margaret Sullavan. Es ahora Mario quien llora. “No, no puedes ser”. El boletero rebusca en un cajón, le da a Mario los boletos imposibles y luego (p. 82) “se dan la mano como deudos”.

El cumpleaños de Juan Ángel (1971) es una novela en verso, de Benedetti, y de allí, de Marcos, el guerrillero literario, tomó su nombre el subcomandante (p. 155): “De este Marcos tomo su ‘nombre de guerra’ el subcomandante Marcos, líder del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), según lo comunicó él mismo a Eduardo Galeano en carta pública”.

Pedro y el Capitán (1979), de Benedetti, es una obra de teatro que yo he montado en varios momentos de mi vida. Trata de la relación entre un torturado y un torturador. Un español que la leyó, y que había tenido una experiencia similar, contó a Mario de cuando halló a su extorturador en el metro, desempleado. Se saludaron y cruzaron algunas palabras. Le dijo (p. 193): “Me sorprendió comprobar que todo el odio que yo creía que tenía, en realidad se había esfumado”, y dice Benedetti: “No hay que olvidar ni perdonar. Pero las cuentas hay que pedirlas desde la justicia y no desde el odio”.

En Primavera con una esquina rota (1982), uno de sus personajes, exiliado, como el propio Benedetti, dice (p. 203): “Y yo estoy flaco, coño. Es mi tierra decía carajo, pero también estaba flaco. Del carajo al coño, patria grande esta América”.

En la parte final del libro, el autor ha agregado pequeños textos poéticos de Benedetti (p. 215): “La ventaja de los gatos/ sobre los perros es que con la/ compañía de los gatos/ uno puede seguir sintiéndose solo”.

Benedetti habla de sí mismo (p. 228): “Yo escribo igual a mí./ O sea: de un modo obvio,/ irónico, terrestre, rutinario,/ tristón, desangelado”.

Contactos: hectorcortesm@gmail.com

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