Las corcholatas en el pecho

Cuando vi al secretario de la Defensa Nacional con el pecho repleto de condecoraciones, me acordé de una anécdota que contaba el general Absalón Castellanos Domínguez. Decía que, en una reunión de militares de alta graduación de Estados Unidos y de México, realizada en un fuerte norteamericano, en la comida sentaron a los generales frente a frente; por un lado, los de nuestro país, y por el otro, los gringos.

Durante la reunión, contaba el exgobernador, se le ocurrió preguntarle al general que tenía enfrente qué significaban sus condecoraciones. El militar gringo comenzó a explicar: “esta medalla la gané en Vietnam por haber salvado a un compañero”, “esta otra por haber dirigido con éxito un comando en la guerra de Corea”… Cada condecoración, decía, tenía una relación clara con el campo de batalla.

En el Ejército Mexicano, las condecoraciones, explicaba muerto de risa, eran por puntualidad, buena conducta y llevar los zapatos bien lustrados.

Ahora que he visto las tantas condecoraciones y que apenas caben en el pecho del secretario de la Defensa, me parece que el exgobernador de Chiapas, si bien era dado a las chanzas, no exageraba mucho.

El mayor enfrentamiento al que ha estado expuesto un militar mexicano ha sido con el narcotráfico, y todas las demás estrellitas son por mérito docente, perseverancia, hazaña deportiva, y quizá puntualidad y buena conducta, como decía Absalón Castellanos Domínguez, quien era general de división, y sabía bastante de esas estrellitas en el pecho.

Aquí, afortunadamente no estamos en guerra con países extranjeros, y qué bueno que no existan Corazón púrpura, ni Estrellas de plata, pero sí es una exageración tantas insignias de latón que se cuelgan nuestros jefes de milicia.

No es para tanto. Lo merecerían si fueran capaces de pacificar este país, de lo contrario, con las tres estrellitas del generalato bastarían.

Llenarse el traje de corcholatas solo recuerda a los militares de países dictatoriales que han alcanzado reconocimientos por reprimir a personas que han manifestado su discrepancia con el poder.

El sonido de tanta sonaja de oropel solo puede impresionar a quienes se dejan llevar por los fastos. A los demás, a la mayoría de los ciudadanos, solo los convence resultados contundentes que eviten la sangría de este país.

Desde el gobierno de Felipe Calderón, es decir, desde hace más de diez años, el ejército está en las calles, y la violencia en lugar de disminuir se ha incrementado, con una escasa reducción en 2022.

El Ejército Nacional, la institución más querida de nuestro país, debe presumir, más que insignias y medallas en el pecho, acciones que resulten incuestionables en el combate a grupos delincuenciales.

Ningún militar, como lo ha hecho el secretario de Defensa, debe envalentonarse amenazando a las personas que opinen críticamente o disientan de las acciones gubernamentales. El distintivo de este México democrático debe ser el respeto y la tolerancia a la manifestación de ideas divergentes.

Castigar estas posturas, como lo sugirió el secretario de la Defensa, nos puede llevar a un camino de violencias, imposturas y cerrazón.

México debe ser la patria en donde quepan todas las expresiones, por más discordantes que puedan ser al grupo gobernante.

Esperamos caminar hacia la diversidad de opiniones, ideas y posturas, porque solo en el debate abierto y público se fortalecen las instituciones democráticas y se brinda posibilidad de futuro a un país.

 

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