Aliarse con el tiempo

Autorretrato/Leonora Carrington

Yesenia llegó con antelación a su cita para la entrevista laboral, era preferible esperar unos minutos a estar con el alma en un hilo por la posibilidad de llegar tarde. Ser impuntual restaba puntos para poder ser contratada. La puntualidad es una regla de oro, solía decir su tío Concepción.

Una de las asistentes le dijo que esperaría un rato porque iban demorados con las entrevistas. Yesenia dijo sonriente que no había problema, ella esperaba. Mientras tanto por dentro decía,

—¿Qué más me queda que esperar? Justo hoy que no traje alguno de los libros que me falta terminar de leer o retomar la lectura.

Revisó su reloj, faltaban 15 minutos para la hora que la habían citado, más los minutos extra que ya le habían advertido. Decidió no sacar el celular, ahí tenía un par de libros que había descargado. Prefirió hacer otra cosa. En realidad no se le ocurría nada.

Empezó a observar el espacio de espera, era un lugar pequeño con tres sillones en colores en tono pastel y textura aterciopelada. Había dos cuadros que decoraban las paredes, con motivos de cultura japonesa. Le pareció identificar en uno de ellos unas flores del cerezo. Las había visto en películas. En la sala, además de la persona recepcionista y ella había otra chica que quizá también estaba para la entrevista. Siguió el recorrido, los adornos navideños se hacían presentes con antelación a la temporada. Unas cajitas de colores muy llamativas lucían junto a un pinito de papel, estos detalles le daban un toque lindo a la atmósfera.

Miró de reojo a la chica que esperaba, estaba sumamente absorta en su teléfono celular. La persona de la recepción tenía la atención fija en la pantalla de la computadora. Yesenia dio un vistazo a la puerta que daba a la entrada de la sala, el cristal transparente le permitía ver el follaje verde de los árboles del parque situado frente a la oficina. Era un bello día soleado que contrastaba con el ambiente donde ella estaba, el aire acondicionado le sugería imaginarse que estaba en un lugar invernal y esto iba acorde a la decoración navideña.

Le tocó el turno de contemplar la mesita del centro. Halló una vasija de barro bellamente decorada con la técnica del laqueado, un ángel de cristal y unas velas de té. Siguió buscando qué observar y se detuvo en una de las esquinas de la mesa, el color de la madera era natural, sin barnizar. Tenía una parte redonda, donde se podía observar los anillos del árbol. Yesenia recordó que alguna vez le contaron que los anillos representan la edad que tiene un árbol, cuánto ha crecido por cada anillo. Comenzó a contar, intentando no perder la cuenta…

—Veinte, veintiuno, veintidós, ay no, ya me confundí —dijo para sí. Mientras volvía a contar, había llegado a veintisiete, una voz la interrumpió.

—Yesenia del Carmen Hernández, pase a  entrevista, por favor.

Sin titubear Yesenia se levantó con paso firme para la entrevista, al mismo tiempo que pensaba qué bella forma de aliarse con el tiempo se le había ocurrido. Ahora solo esperaba que le fuera muy bien y consiguiera el trabajo.

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