Marisa Trejo y Marco Antonio Besares, dos trayectorias universitarias destacadas

Marisa Trejo Sirvent y Marco Antonio Besares Escobar fueron reconocidos la semana pasada como investigadores eméritos por la Universidad Autónoma de Chiapas.

Esta distinción, a la que deben sumarse muchas más, reconoce una trayectoria en la docencia y en la investigación con excelencia, generosidad y responsabilidad.

Aún hoy, apartados de responsabilidades obligatorias, siguen contribuyendo en el quehacer académico de nuestra universidad.

A estos dos personajes brillantes los conocí en los noventa. A Marisa Trejo Sirvent (Tuxtla Gutiérrez, 1956), cuando José Luis Ruiz Abreu, quien era mi jefe en la naciente televisora local de Chiapas, me invitó a su casa.

     Marisa era ya una reconocida poeta, autora de Rojo que mide el tiempo y Juegos de soledad, quien se desempeñaba como profesora de francés en el Departamento de Lenguas de la Universidad Autónoma de Chiapas.

Después supe de su estancia en Martinica y en Francia, y sentí mucho orgullo al verla antologada en Poesía mexicana del siglo XX, al lado de grandes creadores de este país.

Marisa no solo ha sido profesora y poeta destacada, sino una académica que ha promovido la investigación comprometida. Aun cuando se ha jubilado de sus clases, sigue organizando congresos, mesas redondas y gestionando la publicación de libros colectivos.

Su generosidad, alegría contagiosa, talento y disciplina la han convertido en un personaje y un referente de la vida intelectual en Chiapas. Por eso, el año pasado recibió la Medalla al Mérito Ciudadano Joaquín Miguel Gutiérrez, otorgado por el ayuntamiento de Tuxtla Gutiérrez.

Le falta el Premio Chiapas para coronar su obra poética y ensayística, llena de hallazgos. palabras fresca e imprescindible para conocer nuestra patria chica.

A Marco Antonio Besares Escobar (Villaflores, 1959) lo conocí cuando acababa de dejar el cargo de Procurador de Justicia. El procurador más joven que había tenido Chiapas y también el más destacado. Se había convertido entonces en titular de la Comisión Agraria Mixta.

Asumió después la secretaría de Desarrollo Rural, en donde se rodeó de un equipo joven y talentoso, cuyos integrantes se han distinguido al paso de los años como funcionarios y académicos destacados.

Marco Antonio combinó el servicio público con la formación académica. Pese a sus responsabilidades se siguió actualizando hasta convertirse en doctor en derecho por la UNAM. Nada sencillo en aquellos tiempos de distancias kilométricas con el Distrito Federal.

Los caminos de la academia lo llevaron a la docencia como profesor en la UNAM, en el ITAM y desde luego en la Universidad Autónoma de Chiapas, en donde figuró como uno de los fundadores del Instituto de Investigaciones Jurídicas y director de la Escuela de Derecho.

La vida de Marco Antonio Besares ha estado llena de generosidad, amistad y alegría. Es una persona irreverente, de sonrisa fácil y entusiasta ante cualquier expectativa de encontrar otro ángulo para disfrutar y apreciar el sentido de vivir.

Me alegro de que estos dos personajes, a quienes tanto quiero y admiro, hayan sido reconocidos por la Universidad Autónoma de Chiapas como investigadores eméritos. En la sesión solemne del Consejo Universitario en donde fueron homenajeados, el rector Carlos Faustino Natarén Nandayapa, habló del compromiso de estos académicos por transformar la tierra a la que pertenecen.

Marisa y Marco Antonio heredan una trayectoria de entrega cotidiana en la investigación y de generosidad en la docencia, materializando el lema: “Por la conciencia de la necesidad de servir”.

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