México: mosaico de lenguas

Promueven el rescate del zapoteco en Ixhuatán, Oaxaca “Sólo el 2 por ciento habla su lengua madre”
Foto: Diana Manzo

Con todas las lenguas que han desparecido, México sigue siendo un Mosaico Linguístico. El tema es importante porque atañe a la variedad de la cultura y a la discusión acerca del destino de la misma. En el siglo XVI, en lo que los historiadores llaman “el momento del contacto”, es decir, el inicio de la invasión militar al territorio que configuró a la Nueva España, había más de medio millón de lenguas contando los troncos y sus variantes. Durante el período colonial desaparecieron 143 lenguas, en varios casos por extinción total del grupo de habla y en otros casos por abandono paulatino de la lengua y su cambio al castellano. En el transcurso del período armado de la Revolución de 1910, desaparecieron seis lenguas más y hay quienes calculan que en 2035 habrán desaparecido el 80% de las lenguas actualmente declaradas en peligro de extinción. Sabemos por lo que cuentan los historiadores del pasado de México, que la mortandad de indígenas durante el período de conflicto militar y consolidación del dominio colonial se debió sobre todo a las enfermedades. La devastación ha sido una de las más graves en la historia mundial. En efecto, se calcula entre siete y once millones de personas los habitantes que había en el actual territorio de México al pisar Hernán Cortés las costas de Veracruz. Desde el momento en que llega Cortés hasta la fecha de la Independencia, se calcula que murió el 90% de la población nativa. Es impresionante. Con esa población fallecida se extinguieron también las lenguas que hablaban. No tardó en llegar la campaña de evangelización que convirtió a los  sacerdotes llegados a la  Nueva España en los primeros linguístas. Varios de ellos aprendieron las lenguas nativas para evangelizar a una población considerada pagana y en manos del mismísimo demonio.

En ese proceso se forjaron acentos diferentes en la pronunciación del castellano debido a la variedad de orígenes de los propios sacerdotes: castellanos, gallegos, catalanes, vascos, isleños, que predicaban en el castellano que hablaban.

Quizá en ese hecho radica la raíz de las diferencias de acento en el habla castellana de México. Varios de los sacerdotes lograron aprender algún idioma nativo con bastante profundidad como si fuese un hablante nativo. Es el caso, por ejemplo, de Fray Bernardino de Sahagún que nos dejó una obra muy importante escrita en náhuatl, pero un náhuatl culterano, que el fraile aprendió conversando con los pocos intelectuales que sobrevivieron a la conquista. Fray Diego de Landa es otro ejemplo. Aprendió el maya con bastante eficacia y aunque es el responsable de quemar los códices indígenas, nos dejó una obra que permitió al lingüista ruso Yuri Knórosov descifrar la compleja escritura maya. A la evangelización vista como una estrategia para desculturizar a los pueblos indígenas, se une después el indigenismo con su proclama de asimilar a los pueblos nativos a las culturas nacionales de sus respectivos Estados. Años de indigenismo y de presiones de todo tipo no lograron acabar con el mosaico lingüístico en México. Incluyo en ese ataque a las lenguas vernáculas los que se hicieron a las diferentes variantes del castellano habladas fuera de la Ciudad de México. Al nacionalismo de Estado le parecía peligrosa, amenazante, cualquier síntoma de variedad cultural. Había que exterminar a toda aquella construcción cultural que no se ajustara al “ideal nacional” construido desde el Estado Nacional. De esta manera el cine, la radio, la prensa escrita y la televisión se lanzaron al unísono para lograr una uniformidad cultural que llevaba aparejada a la uniformidad de habla. En Chiapas, por ejemplo, se atacó no sólo a las lenguas indígenas sino también al castellano “voceado”. Hubo maestros que llegaron a dar de varazos en la boca a los niños que usaban el vos: vení, sentate, parate, olelo, jimbalo, miralo, jalalo, tumbate, agarralo, comelo, acostate, jediondo, etcétera. Todos teníamos que hablar como los locutores de la televisión llamada nacional que en realidad era local y venía del D.F. Por supuesto, tal locura aculturativa no se logro y sobre todo por la resistencia de los pueblos indígenas que defendieron sus modos de vivir y sus mundos culturales. Hoy en día, México es el segundo país con mayor diversidad lingüística en América Latina después de Brasil. Además del castellano, se hablan en el territorio nacional 68 idiomas vernáculos con 364 variantes. De los 23.2 millones de personas que en el censo reconocen ser indígenas, 7.1 millones (30.8%) hablan alguna de las lenguas indígenas y 16.1 millones no (69.2%). Las lenguas con mayor número de hablantes son el náhuatl, tzotzil, maya, yucateco, otomí, mixteco, totonaco, tzeltal, mazateco, zapoteco y chol.   Del náhuatl existen 1.5 millones de hablantes; del maya existen 860,000 hablantes. Personas hablantes del inglés hay en México 500,000 distribuidas en la Ciudad de México, Jalisco, Nuevo León, Chihuahua y Querétaro. Y algo fundamental de apuntar y tener en cuenta: no existe un idioma oficial en México, sino que todas las lenguas habladas en el territorio son Lenguas Nacionales. El castellano funge como la lengua franca en el medio de este mosaico de hablas. Pero hasta el inglés es lengua nacional en México debido a que existe una comunidad de habla permanente en el territorio nacional. Todo ello debería enseñarse desde la escuela primaria porque estar bien documentados acerca de la importancia del habla nos hace ser una sociedad más tolerante y respetuosa de la variedad de la cultura.

Ajijic. Ribera del Lago de Chapala. A 18 de febrero de 2023

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