Cuatro libros de Nietzsche, 2

Casa de citas/ 628

Cuatro libros de Nietzsche

(Segunda de dos partes)

Héctor Cortés Mandujano

 

Humano, demasiado humano (de 1878)

 

El genio es un vampiro

Nietzsche

 

En la introducción (I), Nietzsche se defiende, se justifica (p. 413): “Se ha dicho que mis libros son escuela de desprecio y de valor temerario. […] Cuando no encontré lo que necesitaba, me lo he procurado con artificio o falsificación. ¿Han procedido de otro modo los poetas? ¿Ha sido distinta la manera de crear el arte en el mundo?”.

Dice en 32 (p. 434): “Somos, por nuestro destino, seres ilógicos, y por lo mismo injustos y, sin embargo, no podemos reconocerlo. Tal es una de las mayores y más irresolubles inarmonías del universo”.

Me sorprende lo que dice en el 39 (p. 440): “Nadie es responsable de sus actos, nadie lo es de su ser; juzgar tiene el mismo valor que ser injusto, y esto es verdad aun cuando el individuo se juzga a sí mismo”.

Es también interesante el 51 (p. 445): “La vocación de muchos hombres, incluso los artistas, comienza por hipocresía, por la imitación de lo exterior, por copiar lo que causa efecto. El que lleva sin cesar la careta del disimulo amistoso, tiene que acabar por enseñorearse de aquellas actitudes benévolas, sin las cuales la expresión de la cordialidad no puede encontrarse, y cuando, a su vez, lleguen éstas a apoderarse del él, entonces será afable por completo”. Es decir, el que se finge simpático llega a serlo; fingir maldad puede volvernos malos; fingir bondad, buenos.

Prometer amor eterno es falsear la realidad, dice, en el 58; lo que puede prometer a alguien es amarla o amarlo y luego seguir mostrando la apariencia de amor (p. 448): “El hombre promete la persistencia de la apariencia del amor cuando, sin cegarse voluntariamente, promete amor eterno”.

Corrige al bíblico Lucas en el 87 (p. 455): “El que se humilla, quiere hacerse ensalzar”. Lucas dice “cualquiera que se enaltece, será humillado, y el que se humilla, será enaltecido”.

Aconseja, en el 163, que para cualquier oficio se aprenda poco a poco, parte a parte, como los artesanos (p. 492) “que comienzan por aprender o conformar a la perfección las partes antes de arriesgarse a hacer un gran conjunto”.

Sobre cómo el lector es quien coescribe el libro, dice en el 185 (p. 497): “Las paradojas de que el lector se sorprende, no están a menudo en el libro, sino en la cabeza del que lee”.

No es amable su aserto en el 320 (p. 536): “Ningún viajero ha encontrado en ninguna parte del mundo sitios más feos que en la faz humana”.

Propone que hay que corregir a la naturaleza en el 380 (p. 547): “Si no se tiene un buen padre, debe hacérselo uno mismo”.

El 427 tampoco es amable con los seres humanos (p. 557): “Viviendo de cerca con un hombre, puede sucedernos lo mismo que un buen grabado si lo cogemos con los dedos sucios: cualquier día no tenemos entre las manos más que un papel arrugado y puerco. El alama de un hombre se desgasta por el roce continuo”.

Ilustración: Héctor Ventura

***

 

En uno de los Poemas (1969, traducción de Alfonso Canales) de e. e. Cummings (1894-1962), que leí en mi lector electrónico, dice: “Yo tenía un tío llamado sol que era un fracasado de nacimiento y casi todos decían que habría debido dedicarse al vodevil”.

 

***

 

¿Por qué mi padre me enseñó a leer?

Virginia Woolf,

en “La sociedad”

 

Leo los Cuentos completos (Ediciones Godot, 2015), de Virginia Woolf que, algunos de ellos, no corresponden a la idea general que se tiene del cuento. Son a veces comentarios, viñetas narrativas, fragmentos prosísticos, no exactamente cuentos. No importa. La mujer sabía hallar magia bajo las piedras.

Escribe en “La marca en la pared” (p. 6): “¡Oh, pobre de mí! ¡Qué misteriosa es la vida! ¡Qué inexacto es el pensamiento! ¡Qué ignorante es la humanidad!”, y más adelante (p. 11): “¿Qué son nuestros sabios sino los descendientes de las brujas y ermitaños que se agachaban en las cuevas y preparaban brebajes de hierbas en el bosque, hablando con las musarañas y escribiendo el idioma de las estrellas?”.

Dice en “La sociedad” (p. 70): “La verdad no tiene nada que ver con la literatura”.

La señora Dalloway, célebre personaje de una de sus más famosas novelas, aparece en varios de sus cuentos. En “La señora Dalloway en Bond Street” dice (pp. 81-82): “Nada puede ocupar el lugar de la niñez. Una hoja de menta lo trae de vuelta: o una taza con el borde azul”.

En “Memorias de una novelista” escribe la Woolf sobre las mujeres que querían (p. 275) “que alguien les dijera que eran parte de un todo, del mismo modo que una mosca en una jarra de leche anhela el rescate de una cuchara”.

Escribe sobre dos perros en “Gitana, la perra mestiza”; la primera es la del título, el otro es uno (p. 371) “llamado Héctor”. La mujer no puede explicarse por qué su marido adora tanto al perro. Dice la Woolf (p. 370): “Es difícil para un hombre decir por qué se enamoró de una mujer, pero es aún más difícil decir por qué se enamoró de un perro mestizo”.

            Contactos: hectorcortesm@gmail.com

 

 

 

 

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