Ni distracción ni centella

Casa de citas/ 629

Ni distracción ni centella

Héctor Cortés Mandujano

 

Como suele hacerse con quienes se vuelven célebres, de Borges se ha esculcado de donde sea para obtener un nuevo libro. Uno de esos es Borges en El Hogar 1935-1958 (Emecé, Editores, 2000), que reúne las menudencias que este gran argentino universal publicó en esa revista cuando era todavía un escritor poco conocido.

En “Dictionay of Modern English Usage, de H. W. Fowler” dice Borges que el compilador (p. 75) “abomina a los pedantes ‘que están convirtiendo el idioma inglés en una ciencia exacta o en un aparato automático’ ”, pero él cree que, si eso fuera cierto, “son merecedores de gratitud, no de fulminaciones”. Al final, escribe Borges que “antes era costumbre romancear todos los nombre propios: Pablo Valerio le hubieran dicho a Paul Valéry, Bernardo Savio a Bernard Shaw, Goecio a Goethe […] (e) Hilerio a Hitler”.

En “De la vida literaria” cuenta (pp. 116-117): “Max Brod, en su reciente biografía de Kafka, refiere este rasgo semimágico: Kafka lo visitó una tarde, y atravesó atolondradamente una pieza donde estaba recostado el padre de Brod. Éste se despertó, y Kafka murmuró, al pasar: ‘Le ruego, considéreme un sueño’ ”.

En “Por qué eligió este cuento”, Borges hace la lista de los cuentos que le parecen extraordinarios (“El escarabajo de oro”, de Poe, “Bola de sebo”, de Maupassant, “La pata de mono”, de Jacobs, etcétera), pero se decanta por el que le parece el mejor: “Donde su fuego nunca se apaga”, de May Sinclair.

Ilustración: Héctor Ventura

***

 

Al pueblo el bardo es gracia y no carcoma

Salvador Díaz Mirón,

en “Duelo”

 

Regalo de mi amiga Linda Esquinca, leo Los cien mejores poemas de Salvador Díaz Mirón (Aguilar Editor, 1969), selección, prólogo y notas de Antonio Castro Leal.

Díaz Mirón (1853-1928) tuvo una vida tempestuosa, pues varias veces se dejó llevar por la cólera y golpeó, insultó e incluso mató a uno de sus congéneres; en contraste, fue puliendo su discurso poético de tal modo que Lascas (1901) representa la cúspide de un talento y una voluntad fuera de serie.

Esta doble personalidad (personal y poética), llamémosle así, llevó a Manuel Gutiérrez Nájera a escribir de él (p. 19): “No te brinda la musa sus favores/ entre mirtos y rojas amapolas:/ cuando quieres gozar de sus amores/ la acechas, la sorprendes y la violas”.

En “A Gloria”, tal vez uno de sus poemas más populares (también en eso caminó extremos: fue reconocido por el lector común y también por el especialista), hace una de sus afirmaciones tajantes (p. 35): “¡Alumbrar es arder!”.

En “Justicia” tiene un epígrafe de origen anónimo (p. 53): “Fuerza es convenir en ello:/ todo hombre es un pecador. No hay nadie que en su interior/ no esté con la soga al cuello”.

Escribe en “Rimas” (p. 77): “¡Las flores son los versos/ que el prado canta al sol!”, y en “Epístola” hace un verso muy cursi, muy amoroso (p. 79): “Estoy ausente del cielo/ porque tú te lo has llevado”.

Traslada su escritura a un personaje histórico que ve a Cleopatra en su alcoba. La descripción de su sensualidad y su belleza hacen el poema (que se llama justamente “Cleopatra”), que finaliza diciendo (p. 90): “¡Ah! Hubiera yo dado entonces/ todos mis lauros de Atenas/ por entrar en esa alcoba/ coronado de violetas,/ dejando con los eunucos/ mi coturnos a la puerta”.

Dice en “Date Lilia” (p. 108): “Tu boca, que cerrada es una fresa,/ se abre como se parte una granada”. Y en “Umbra” (p. 111): “Satanás con sus alas de murciélago,/ se cierne sobre el sueño de la infancia”.

Son comunes sus estallidos de soberbia. Dice en “Espinelas” (p. 113): “¿Humillarme? ¡Ni ante Aquél/ que enciende y apaga el día!/ Si yo fuera ángel, sería/ el soberbio ángel Luzbel”. En “El fantasma”, en cambio, describe a Jesús (p. 123): “Como albo pecho de paloma el cuello,/ y como crin de sol barba y cabello,/ y como plata el pie descalzo y bello”.

En su “Epístola joco-seria” escribe (p. 156): “En el mundo lo dulce y lo claro/ soy, por ley de la suerte/ lo raro”. Qué terrible que así sea; que lo dulce y lo claro no sean regla, sino excepción.

Su “Paisaje” tiene estos versos (p. 205): “La luna salta,/ como sangrienta y calva/ cabeza humana!”. Y en “Aria nueva” dice (p. 210): “Planetas urgen sus moles/ llenas o faltas de vida:/ ¡liendres de mundos asidas/ a cabelleras de soles!”.

Es notable y notaria la densidad de las lecturas de Díaz Mirón. Para leerlo hay que consultar constantemente el diccionario. Su lenguaje es riquísimo. En “El ingenioso hidalgo” uno de sus versos se refieren a la escena de la novela donde el Quijote decide enfrentarse a un león y éste, sin mayor explicación, le da la espalda y le suelta una ventosidad. Dice (p. 213): “¡Un Quijote no inspira tolerancia/ sino exclusivamente a los leones!”.

“Respuesta” nos aconseja de nuevo algo que constantemente dice en varios poemas: huir de los fastos (p. 220): “Huye de relucir, como del árbol/ que vive en la llanura esbelto y solo,/ siendo a nubes preñadas mofa insigne. ¡Húrtate a distracción como a centella!”.

Es lindo el primer cuarteto del breve poema “A Blanca”:

 

Tu belleza mirífica no asoma,

y en éxtasis escucho tu voz clara,

que llega del jardín cual un aroma,

pero cual un aroma que cantara!

Contactos: hectorcortesm@gmail.com

 

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