Leer para escribir

Casa de citas/ 635

Leer para escribir

Héctor Cortés Mandujano

 

Las semillas del conocimiento deben plantarse en solitario,

pero deben cultivarse en público

Samuel Johnson

 

Leo Ensayos literarios. Shakespeare, vidas de poetas y The Rambler (Galaxia Gutenberg, 2015), del celebérrimo escritor inglés Samuel Johnson (1709-1784). Lo traducen Gonzalo Torné de la Guardia, Antonio José Rodríguez Soria y Ernesto Castro Córdoba.

Lo curioso en el caso de Johnson es que su fama incombustible lo debe a una actividad que no vuelve famoso a casi nadie (p. 7): “El prestigio de Johnson se asienta sobre su desempeño como crítico literario”. Este volumen reúne esa actividad.

En “Propuesta para imprimir las obras dramáticas de William Shakespeare” dice sobre la formación del dramaturgo (p. 26): “De los libros que él leyó y con los que formó su estilo probablemente se hayan destruido y el resto están perdidos”.

Escribe en “Prefacio a Shakespeare” (p. 27): “La excelencia de Shakespeare radicaba en que basó sus escenas en la naturaleza y en la vida. Copió la manera de ser del mundo que desfilaba delante de él… […] El lector se ve enfrentado, al mismo tiempo, con un lenguaje extranjero y con idiomas muertos, con obsolescencias e innovaciones”.

Dice Johnson (p. 38): “En Shakespeare no hay héroes; sus escenas están pobladas por hombres que actúan y hablan como el lector piensa que hablarían o actuarían en una situación parecida: incluso cuando el motivo es sobrenatural el diálogo está al nivel de la vida”. Sigue (p. 39): “Sus tramas exigen romanos o reyes, pero él piensa sólo en hombres”.

No fue el Cisne de Avón un hombre de dinero (p. 63): “El genio de Shakespeare no fue abatido por el peso de la pobreza ni se dejó limitar por la estrecha conversación a la que los hombres pobres se ven inevitablemente condenados. Su mente se sacudió de los gravámenes de la fortuna ‘como una gota de rocío desprendida de la melena del león’ ”.

En “Vida de poetas ingleses” habla de John Milton y de lo poco que se leía entonces (p. 158): “Para probar la penuria de lectores basta señalar que la nación se había dado por satisfecha durante cuarenta y un años, entre 1623 y 1664, con sólo dos ediciones de las obras de Shakespeare, que probablemente apenas vendieron mil ejemplares entre las dos”.

Milton es autor de un libro fundamental: El paraíso perdido. Una maravilla. No sabía lo que escribe Johnson (p. 163): “Milton cuenta con la reputación de haber sido en su juventud muy hermoso; tanto como para haber sido llamado ‘la dama de la facultad’ ”. Es Milton uno de los puntales de la literatura inglesa, por su alta escritura (p. 176): “Tampoco se es un poeta hasta que se ha alcanzado la plenitud del lenguaje; y sea capaz de distinguir las distintas sutilezas enunciativas y todos los colores de las palabras, y sea capaz de ajustar los diferentes sonidos a todas las variedades de modulación métrica”.

Cita, en otro ensayo, al poeta Abraham Cowley (p. 210): “La persona que amamos nos hace encajar/ como el maná, tiene el sabor de todas las cosas dentro de sí”.

Habla de Los viajes de Gulliver, de Jonathan Swift, y su recepción (p. 292): “La crítica se perdió en el asombro; ninguna regla de juicio pudo aplicarse a un libro escrito en abierta resistencia a la verdad y la vida corriente”. Swift, dice Johnson, se creyó que nada podía hacer mal, después de ese libro, que fue un éxito de ventas y de crítica (p. 296): “Aquel que es muy halagado pronto aprende a halagarse a sí mismo; por lo general mejoramos en nuestro trabajo gracias al miedo o la vergüenza, ¿y cómo podían actuar sobre un hombre que no escucha más que sus propios elogios?”. Tuvo Swift un desagradable final (p. 297): “Se volvió más violento, y su energía mental declinó, hasta que en 1741 se tuvieron que nombrar custodios legales de su persona y de su fortuna. Había perdido la capacidad de discernimiento. Su locura estaba compuesta de rabia y fatuidad”.

Ilustración: Héctor Ventura

Me asombra lo que dice en su primer párrafo sobre Alexander Pope (p. 360): “Tuvo tres hijos, uno de los cuales tuvo el honor de ser asesinado”. Dice sobre su método de composición (p. 432): “El método de Pope, como se advierte en su traducción, era escribir sus pensamientos frescos con las primeras palabras que encontraba, y gradualmente amplificarlos, decorarlos, rectificarlos y refinarlos”. Una recomendación de Johnson (p. 444): “La Epístola de Eloísa a Abelardo es una de las producciones más felices del ingenio humano: los temas están tan juiciosamente elegidos que sería difícil, incluso después de recorrer los anales del mundo, encontrar otro en el que concurran tantas circunstancias para recomendar su lectura”.

Habla también del método de Thomas Gray (p. 462): “Como escritor tuvo una peculiaridad, pues no escribía sus obras primero en sucio, para corregirlas después, sino que trabajaba cada línea mientras surgía en el tren de la composición”- No le gusta uno de sus poemas (p. 463): “Su ruego al Támesis es inútil y pueril, el Támesis está privado de razón”.

En el apartado titulado The Rambler, sus artículos periodísticos, hay uno, “Los usos de la memoria”, donde reflexiona sobre quienes no son capaces de comparar pasado y presente para enriquecer su experiencia (p. 489): “Sus intelectos están producidos para satisfacer a la perfección sus necesidades. El gorrión que nació la última primavera hizo su primer nido, con el mismo arte y los mismos materiales que empleará en cualquiera de los años que le quedan por vivir; y la gallina conduce y cobija su primera camada de pollos con toda la prudencia que adquirirán en lo futuro”.

En un artículo del 14 de mayo de 1751, habla de la forma de escritura de Spenser, que según Johnson es imitado por todos, de quien se llegó a decir (p. 502) “que escribía sin lenguaje”; ahora los poetas modernos (se refiere a los de sus años) escriben con “frases modernas” aderezadas (p. 503) “con espigas de antigüedad”.

Su artículo del 21 de septiembre de 1751concluye así (p. 512): “Quien revela demasiado, o promete muy poco; quien nunca irrita el apetito intelectual, o lo satisface de inmediato, derrota por igual su propósito. Es necesario para el placer del lector que los acontecimientos no se anticipen, ¿y cómo podemos atraer su atención, sino con la grandeza del estilo?”.

Escribe en su artículo del 27 de enero de 1759 (p. 535): “Los dictados de Zenón, que nos ordena mirar con indiferencia las cosas externas, pueden predisponernos a ocultar nuestra pena, pero no a aliviarla”.

Cierro citando esta cita de Milton (p. 542): “El aire seco,/ quema gélido, y el frío obra como el fuego”.

Contactos: hectorcortesm@gmail.com

 

 

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