El mejor juguete

Casa de citas/ 640

El mejor juguete

Héctor Cortés Mandujano

 

El juego de ajedrez está lleno de libertad,

pero hay que saber jugar

Vlady

 

Jean-Guy Rens, crítico francés, escribió un gran libro, en todas sus acepciones, sobre el pintor ruso-mexicano Vlady, quien nació en 1920, en Petrogrado, hoy San Peterburgo, Leningrado, y murió (p. 135) “el jueves 21 de julio de 2005, a las 19:10 exactamente, en su casa-taller de Cuernavaca”, México.

El volumen Vlady. De la revolución al renacimiento (Siglo XXI-Conaculta, 2005) tiene dibujos y pinturas que ilustran y apoyan el espléndido ensayo biográfico y analítico de Rens sobre la varia obra de Vlady que, incluso, llegó al muralismo. Después de recorrer vida y obra, el libro agrega escritos de Vlady, análisis y testimonios de especialistas. Un libro redondo.

Vlady se pintó a sí mismo muchísimas veces. Dice Serge Fauchereau en el Prefacio que el artista (p. 13) “nunca termina de escudriñar su propio rostro, como si buscara algo. ¿Quién soy?”.

En una nota de 1988, Vlady escribió (p. 17): “Amo a la pintura más que a mí mismo”, lo que explica su postura de no vender su obra en galerías, de sobrevivir en pobreza por años, de aceptar contradictoriamente encargos oficiales y donar en comodato, a su muerte, su obra completa (p. 136: “4 601 cuadros, dibujos, grabados y libretas”) al Instituto Nacional de Bellas Artes. Vlady era muy inteligente y muy complejo (en el libro, Rens cita la entrevista que le hice en 1997, para el Este Sur: “He vivido entre leones, no sé vivir entre cucarachas”. Está en línea, por cierto. Mi amigo Roger Octavio Gómez Espinosa me lo hace saber).

Ilustración: Juan Ángel Esteban Cruz

En el fresco que pintó en la Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada, de la Ciudad de México, La revolución y los elementos, hace una reinterpretación del nacimiento de Eva, que Rens puntualiza (p. 34): “Eva no nace de la costilla de Adán, sino de su verga en erección, es decir de su deseo. […] El pecado no es otra cosa que el pensamiento. Apenas formada, la pareja se convierte en serpiente. El hombre y la mujer son uno solo y forman un indisociable nudo gordiano. […] ‘Es mi poema íntimo –agrega Vlady–, es una historia con final feliz’ ”.

De niño, Vlady vio a una bailarina famosísima, célebre. Él no la conocía (p. 48): “Para mí era una matrona gorda que brincaba mucho y cada vez que daba un brinco, la pequeña tarima temblaba y se levantaba una nube de polvo. Era Isadora Duncan”.

El abuelo Ruzakov da un consejo al joven Vlady (p. 52): “Cuida tu cabeza, no tendrás mejor juguete en toda la vida”.

Vlady recorrió muchos museos (en Rusia, en Francia, en España) y cuando llegó a México se halló con los muralistas. Tuvo acercamientos y distanciamientos con Rivera y Orozco, que a su vez estaban confrontados (p. 66): “De la confrontación entre los dos grandes muralistas mexicanos, Vlady saldrá convencido de que ya encontró su vocación y su patria. […] Para ser mexicano, hay que lanzarse a la aventura del mural”.

En su lucha por regresar al uso de materiales que hagan la pintura eterna, desprecia los materiales modernos. Le indigna la desproporción entre los precios de, por ejemplo, Van Gogh y Rembrandt (p. 93): “¡Qué estúpidos! No entienden nada. De aquí a 200 años no quedará nada del Van Gogh y el Rembrandt seguirá igual”.

Dice Rens algo que explica la necesidad de Vlady de lograr que la pintura no muera (p. 110): “El arte es, por antonomasia, la actividad metafísica del hombre. El arte puede salvar al hombre. Pero primero hay que salvar al arte”.

Vlady dice sobre la ideología y el poder político (p. 116): “Estoy harto de este mundo donde los que tienen razón se convierten en asesinos y los que no la tienen siguen siendo unos inconscientes, unos frívolos que se complacen en su pequeña parcela de poder o de riqueza”.

Hoy todos los secretos de la pintura, dice Rens, son conocidos. Hay tratados donde cualquiera podría conocerlos. Dice Vlady (p. 126): “Esos tratados fueron confinados en las tareas antaño ‘subalternas’ de los restauradores y de los conservadores de los tesoros artísticos. Colmo del absurdo: entre ellos están los escasos individuos que saben cómo pintar y, en general, no pintan”. Dice líneas adelante: “Hay que rechazar la pintura industrial y aprender a hacer a mano los propios colores”.

Cito en extenso un párrafo que me parece esencial para entender el arte en general, en particular el de Vlady (p. 134): “La pintura es algo que ocurre. Escapa de todo lo previsto… Me disgusto con mi mejor amigo, me peleo con Isabel, me duele la cabeza, tengo mierda en mi paleta, un aceite sucio con un poco de blanco al huevo, mi cuadro no va para ningún lado, entonces, me pongo a trabajar una hora, dos horas, toda la noche, al final me acuesto en el sofá y, al despertar me encuentro frente a un cuadro desconocido: ‘¿Quién hizo eso?’ Esa experiencia no me ha pasado muchas veces, pero siempre fue lo mejor que hice”.

En uno de sus escritos, “Autoconstrucción-destrucción”, dice Vlady (p. 149): “Malraux dice que el arte tiene talentos, héroes, mártires e impotentes. Al pintor verdadero le importa el cuadro más que su preciosísimo yo”.

En “Carta abierta a Vlady”, la crítica de arte Teresa del Conde cita una idea del pintor (p. 182): “La cabeza del artista está en su corazón”.

Vlady estuvo en Chiapas en varias ocasiones. En una de ellas acompañó al obispo Samuel Ruiz a comunidades indígenas. Cuenta (p. 199): “Estuve en Chiapas y allá me sentí como en los albores de la era cristiana, contemporáneo del amigo ese, de Jesús, ¿no? Comíamos cosas sencillas, la gente era sencilla, las miradas también, era otra humanidad. Por lo demás, sé, por la mirada de la gente que trato, si han estado en Chiapas o no. No necesito preguntarte si estuviste en Chiapas… Uno mira de otra manera. Uno mira diciendo no me entenderías”.

En la entrevista que el autor hace a Carlos Monsiváis, “Vlady el excéntrico”, declara Monsiváis (p. 224): “Vlady, por naturaleza, es un peleador. Además, muy inteligente. […] Lo que importa para él son las ideas, mejor dicho, las ideas conflictivas. […] Para él, la confrontación es el hilo conductor del pensamiento. Es su manera de trabajar, de vivir y de pintar”.

Contactos: hectorcortesm@gmail.com

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