La carretera Tuxtla-San Cristóbal: cara y peligrosa

A mediados de 2020, la Secretaría de Comunicaciones y Transportes anunció que Aldesa, la concesionaria de la carretera de cuota Tuxtla Gutiérrez-San Cristóbal de Las Casas, iniciaría la ampliación de esta vía de comunicación, con un costo de mil 45 millones de pesos.

            El 3 de diciembre de ese año comenzaron los trabajos de ampliación, con el rimbombante aplauso de las autoridades que se congratulaban de que toda la inversión sería de la empresa española.

            Detrás de la buena noticia, había un elefante encerrado. Nada más comenzar 2021, y sin haber avanzado siquiera un kilómetro, Aldesa incrementó 10 pesos la cuota de peaje; que pasó de 53 a 63 pesos.

            Con los siguientes incrementos en 2022 y 2023 vimos que el elefante salía de nuestros esmirriados bolsillos. Este año, el peaje ha aumentado 14 pesos, que suma en total 89 pesos, 38 pesos más de lo que se pagaba en 2019. Es decir, Aldesa ha incrementado el 75 por ciento la cuota de peaje por una carretera cada vez más insegura y peligrosa.

            Al principio Aldesa se tomó en serio la promesa de terminar la obra en 24 meses, como se había anunciado. Para lograr su propósito contrató trabajadores que en turnos mixtos movilizaban camiones de volteo, trascabos, aplanadoras, pavimentadoras y excavadoras.

            Después, la empresa se olvidó de la obra y ha mantenido unas cuantas cuadrillas de trabajadores solo para justificar los incrementos constantes y escandalosos en el peaje.

            Aunque Aldesa prometió una autopista lo cierto es que, si algún día concluye la obra de ampliación, será una carretera de cuota, puesto que los estándares internacionales reconocen como autopista solo aquellas que cuentan por lo menos con cuatro carriles (dos por cada sentido) y la vía de San Cristóbal será de tres carriles.

            A casi 30 meses de iniciada la obra, y a seis de que supuestamente debiera comenzar a operar, la carretera de cuota es una vía dejada al caprichoso destino, sin señalamientos adecuados, pero con grava suelta, piedras, camiones estacionados y barreras de protección agujereadas y abolladas por los choques constantes de los automovilistas.

            La vía, ya peligrosa desde sus inicios, se ha tornado un juego con el destino, en donde se han multiplicado los accidentes; la única legisladora que ha alzado su voz, ha sido la diputada local de Morena, Fabiola Ricci, quien denunció el nulo avance de la construcción y la evidente inseguridad para los usuarios.

            Aldesa no se preocupa por terminar la obra. No hay autoridad que la obligue. Seguirá con el negocio de incrementar el peaje, de mantener algunas cuadrillas de trabajadores para que se vea cierto movimiento en la obra, sin importarle la seguridad de los usuarios de esta vía de comunicación, que la semana pasada fue escenario de un choque múltiple con resultados fatales.

            Al paso de perezoso con el que marcha la obra, pasarán los años y Aldesa seguirá complicando la vida de los automovilistas y exigiendo un peaje cada vez mayor.

            Temo que pasen los años, y ahí sigan las cinco o seis cuadrillas de trabajadores, en una tarea imposible por agregar un nuevo carril a la carretera, en tanto que la empresa Aldesa continúe extrayendo recursos de los bolsillos más pobres de los mexicanos.

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