Los nacionalismos en el mundo actual: una reflexión

Imagen de Federación Mexicana de Boxeo

El Estadio de Futbol “AKRON” en el que juegan las Chivas Rayadas del Guadalajara lucía a rebalsar la noche del sábado pasado. El motivo: la pelea por los campeonatos mundiales (4) que ostenta el boxeador tapatío Saúl “El Canelo” Álvarez contra su retador el inglés Jhon Ryder. La llamada ceremonia del peso despertó las críticas: se llevó a cabo nada menos que en el Teatro Degollado, el equivalente en Jalisco del Teatro de Bellas Artes de la CDMX. En el fórum del teatro los jaliscienses pudieron ver a ambos boxeadores en trusa pesándose y viéndose a la cara con gestos fieros, como suele acontecer en este tipo de ceremonias. ¿Por qué dicha ceremonia no se llevó a cabo en alguna de las muchas instalaciones deportivas que existen en Guadalajara? Se preguntaron no pocos. Quizá la respuesta es que el Teatro Degollado, bajo la administración del Gobierno del estado de Jalisco, es un símbolo de la autonomía estatal. Es sólo una suposición. El estado de Jalisco, que posee una tradición de centralismo político que viene desde la Colonia, también es sede de un sentimiento anti centralismo-que también viene desde la Colonia-cuando de las relaciones con la Ciudad de México se trata. Los letreros que dicen “Jalisco es México” proliferan en las carreteras del estado. En la población existe un sentimiento de que Jalisco es más que solo un estado, es la tierra en donde se ha nacido, el lugar en donde florece la cultura que caracteriza al estado y a México, desde el punto de vista de sus habitantes, o por lo menos, de la mayoría de ellos. Allí están los nombrados “símbolos culturales de México”: el tequila, el mariachi y la charrería. Y como culmen, las Chivas Rayadas del Guadalajara como el Alter Ego de la Selección Mexicana de Futbol. Jalisco es México traduce una suerte de lo que en 1976 llamé “el nacionalismo local” refiriéndome a los rancheros alteños. Ese “nacionalismo local” se desplegó en la noche del sábado 6 de mayo en el estadio de futbol AKRON. La presentación del “Canelo” Álvarez fue espectacular, precedido de un desfile de bailarines y después, en medio de una una suerte de valla de luces, con la música del mariachi a todo volumen, la multitud enloquecida recibió al peleador que, según gritaban los locutores, “representaba a México”.  Cuando después de un paseo levantando la mano y con paso medido, el boxeador subió al ring, el paroxismo se apoderó de la multitud. Los locutores agregaban lo suyo. El boxeador, con gesto solemne, saludó a la multitud y repartió besos a larga distancia. Todo un espectáculo que al final de la pelea se repitió al ganar el “Canelo” a un boxeador que hizo lo que pudo, pero que perdió ante esa maquina de tirar golpes que es el boxeador tapatío. La entrevista arriba del ring inmediatamente después de la pelea no tiene desperdicio y terminó con el grito patriarcal del boxeador: “Viva México, Cabrones”. Que poder tienen los símbolos, pensé mientras escuchaba todo aquel alboroto. El box sigue siendo un indicativo de ese nacionalismo popular que tiene sus diferencias con el nacionalismo de Estado. Le vemos en cada ocasión en que un boxeador mexicano pelea por los máximos galardones de ese deporte. Así sucedía con el “Ratón Macías” famoso por la frase, “Todo se lo debo a mi manager y a la Virgencita de Guadalupe”. Cuando lo derrotó Alphonse Halimi en una pelea inolvidable que sucedió en Paris, una buena parte del pueblo mexicano se sintió derrotado ¡y por los franceses! La tragedia no podía ser mayor. Pero ese mismo pueblo se siente reconfortado con las victorias de sus boxeadores y allí están Julio César Chávez o Joe Becerra o el “Toluco” López, o el “Púas Olivares”, o el actual “Canelo” Álvarez para demostrarlo. Pero no todo sucede en estas nuestras tierras del llamado “Tercer Mundo”. Había que observar el ritual de coronación del nuevo Rey Inglés Carlos III. El canal televisivo de la Revista ¡Hola! Se tomó el tiempo para, primero, recordar cómo se coronó a la madre del nuevo Rey, a Isabel,  que duró sólo 70 años en el poder. Las imágenes de antaño son de agradecer con un Winston Churchill sonriente ante el espectáculo de nacionalismo profundo que dio el pueblo inglés en aquella ocasión (1953). Auxilian esos recuerdos que nos trajo el reporte televisivo para darse cuenta del arraigo del nacionalismo en un pueblo que emergía con una victoria espectacular de la guerra provocada por los nazis y que aún sigue siendo uno de los ejemplos de imperialismo y colonialismo más añejos. Esta vez ante un Rey que ni de lejos posee el carisma de la madre, además precedido por el escandaloso caso de la muerte de su esposa la famosa Princesa Diana de Gales y del documental de su hijo Harry en donde se exibe a la Familia Real en todas sus complicaciones, vimos a una parte del pueblo londinense protestar con carteles que decían “IS NOT MY KING” (“No es mi Rey”). Claramente decían “No es mi Rey” pero eso sí, siguen siendo ingleses. Será muy interesante observar cómo se desarrolla el reinado de un Rey que no tiene el respaldo que tuvo su madre. Por supuesto, el caso inglés llama la atención a que no es lo mismo el nacionalismo en contextos de sociedades que han pasado o pasan por una situación de dominio colonial al que ostentan las sociedades que han dominado a otros pueblos o que aún dominan sobre otras sociedades. Por ello, la famosa Commonwealth inglesa está a punto del fin: el símbolo de poder colonial que era Isabel se está diluyendo conforme avanza la disgregación del orden colonial inglés. Es una opción para las ciencias sociales el reflexionar sobre los contextos de los nacionalismos, lo que en este texto es sólo una sugerencia.

Ajijic. Ribera del Lago de Chapala, A 7 de mayo de 2023   

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