Sexo

Casa de citas/ 653

Sexo

Héctor Cortés Mandujano

 

Pere Estupinyà, para escribir su magnífico S=ex2. La ciencia del sexo, en 2013, que yo leo en uno de mis lectores electrónicos, habló, entrevistó, participó, ensayó, probó, leyó y reflexionó, a partir de la ciencia, sobre asexuales, poliamorosos, transexuales, tántricos, discapacitados, sadomasoquistas y swingers…

Hurgó donde pudo para presentarnos datos ya pasados por el método científico sobre el sexo en nuestras células, genitales, cerebro, mente, cama y consulta médica; en la naturaleza, evolución, bares, orgasmos, pornografía; en el hecho por placer y en sillas de ruedas, con distintas orientaciones sexuales e identidades.

Su libro busca la “biología, psicología y sociología de nuestro comportamiento sexual”; cómo dejar en claro que en el sexo, “cuerpo, mente y cultura interactúan a diferentes niveles”.

Dice Pere, y mis citas serán extensas para tomar el hecho y su reflexión: “Cuatro siglos antes de Cristo, el filósofo griego Anaxágoras estableció que los niños procedían del testículo derecho y las niñas del izquierdo. Se dice que, siguiendo esta lógica, en la Edad Media varios aristócratas franceses con más proporción de hijas llegaron a extirparse el testículo izquierdo para conseguir procrear varones”.

Hay varias investigaciones que dan como conclusión esta semejanza entre los dos sexos: “Pene y clítoris tienen exactamente el mismo origen embrionario. De hecho, el glande masculino es la cabeza del clítoris femenino pero con las mismas terminaciones nerviosas concentradas en un espacio mucho más reducido. […] El clítoris es casi idéntico al pene, y […] óvulos y testículos provienen claramente de las mismas estructuras”. Pere Estupinyà es testigo de una operación de cambio de sexo (de hombre a mujer) y el glande sirve para hacer el clítoris… Los genitales femenino y masculino, dice, “sólo difieren en tamaño, forma y localización”.

En una de las muchas pruebas que conoce de primera mano, enseñan fotos de mujeres desnudas a hombres. Les dicen que han tenido relaciones sin protección y les preguntan si tendrían sexo con ellas. Por su respuesta se concluye que “el sexo es un acto irracional, que suele desencadenarse acompañado de estados emocionales muy intensos”. ¿Las respuestas teóricas de estos hombres podrán ser validadas por la práctica? Quién sabe: “Nuestro cerebro es malísimo cuando intenta predecir cómo reaccionaríamos ante situaciones futuras emocionalmente nuevas”.

Anke Ehrhardt, de la Universidad de Columbia, de Nueva York, investigadora del tema, dice: “Es complicadísimo intuir cómo reaccionamos ante situaciones sexuales. No podemos recurrir sólo a la lógica y a nuestras suposiciones, es demasiado complejo e irracional”.

Dice Pere que no hay concordancia entre mente y genitales: “Los genitales pueden reaccionar a estímulos que la mente no interpreta ni experimenta como excitantes. […] Las mujeres tienen más excitación con escenas lésbicas, pero quien dicta las preferencias es la mente, no los despistados genitales”.

Aunque habla de la eyaculación masculina, Pere también nos informa sobre la femenina: “Hay dos tipos de eyaculación femenina durante el orgasmo. Ambas eyaculaciones se expulsan por la uretra, pero la primera es una especie de líquido blanquecino y espeso que empieza a salir a borbotones instantes antes del clímax, y la segunda es el mencionado squirting, un líquido mucho más claro que se expulsa en gran cantidad y fuerza en el mismo momento del orgasmo”.

Por supuesto, habla del tamaño del pene y de sus diferencias entre nosotros y nuestros primos próximos: “Con sus doscientos kilos de músculo y aspecto desafiante, el machote gorila tiene un ridículo tapón de boli de 3-4 cm. […] Bonobos y chimpancés, muchos más emparentados con nosotros, tienen penes y sobre todo testículos mucho mayores, pero el falo humano es el mayor de todos los primates”.

Revisa estudios sobre las mujeres asexuales e incluso entrevista a una. No es algo extraño: “La cantidad de mujeres que sentía falta de deseo o excitación continuaba siendo muy alta, pero para muchas esto no significaba ningún tipo de malestar o preocupación. […] La falta de deseo no interfiere para nada en su bienestar”.

Ilustración: Juan Ángel Esteban Cruz

El asunto de las infecciones: “Sobre un centímetro cuadrado de la piel de nuestro brazo tenemos diez mil bacterias. […] Si en ese mismo centímetro escarbamos un poquito encontraremos cincuenta mil bacterias por centímetro cuadrado en las capas más superficiales de la epidermis, y si hacemos una biopsia alcanzado los folículos capilares llegaremos al millón. […] Hay que visualizar (al pene) y la vagina como un ecosistema”.

Habla de los pájaros: “Si a una hembra se le pone a tiro un macho mejor dotado genéticamente que su compañero no duda en aparearse y regresar como si nada hubiera pasado. Y si buscando comida para sus polluelos, el padre pájaro encuentra a una hembra en celo, intentará fertilizarla sin reparos. A la selección natural ya le parece bien, porque así cada uno optimiza sus posibilidades de dejar a mayor y mejor descendencia posible. La fidelidad o monogamia sexual es mucho más difícil de justificar evolutivamente y parece estar reservada a algunos homo sapiens”.

Dice de nuestros primos los bonobos, los más cercanos: “En los bonobos, el sexo oral se practica entre machos como entre hembras, copulan de frente y con un repertorio de posiciones de lo más diverso, tienen sexo en todo momento, estén ovulando o no, sólo paran cuando menstrúan, y si aparece algún problema en el grupo se resuelve de una manera envidiable: copulando para aliviar tensiones. Las frase ‘los chimpancés resuelven sus conflictos de sexo con poder y los bonobos sus conflictos de poder con sexo’ representa perfectamente la gran diferencia entre dos especies con las que compartimos un mismo antepasado en común. […] Victoria Wobber opina que, teniendo todos los datos sobre la mesa, nos parecemos más a los bonobos que a los chimpancés. Una suerte”.

También se ha examinado desde la ciencia el beso: “En realidad el beso es algo extraño en la naturaleza. Muchas especies se lamen u olfatean, pero sólo nosotros y los bonobos practicamos el beso con fines amorosos. […] El beso es realmente un momento crítico en el inicio de una historia amorosa”.

¿Y los adictos al sexo?: “A diferencia de las drogas, la comida o el juego, en la adicción al sexo la cantidad no es lo determinante. Consumir alcohol conlleva obvios problemas físicos y sociales, pero tener mucho sexo no necesariamente. El factor clave no es lo que la sociedad establezca como ‘normal’, sino que conlleve pérdida de control y cause problemas serios en la vida cotidiana”.

Contactos: hectorcortesm@gmail.com

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