Turismo y violencia en Chiapas

La violencia, generada principalmente por enfrentamiento entre cárteles, incide en la disminución de turistas. Zonas en donde se vivía del turismo han quedado vacías; por ejemplo, visitar actualmente Lagos de Colón es experimentar la soledad, lo mismo que llegar a la zona arqueológica de El Lagartero, ambos lugares ubicados cerca de San Gregorio Chamic, de la conflictiva región fronteriza.

            Incluso San Cristóbal de Las Casas sufre la pérdida de turistas. A fines de abril de este año organicé un encuentro de historiadores de la prensa en esa ciudad y al menos diez de más de las cien personas, que habían confirmado su asistencia, cancelaron su participación con el argumento de que no se sentirían tranquilos entre Motonetos, Vans, Patros y el cártel Chamula.

            Estaba muy reciente el enfrentamiento que habían protagonizado estos grupos y que habían dejado desierta la ciudad. La chispa que en esa ocasión incendió el valle de Jovel fue el asesinato el 9 de abril de Gerónimo Ruiz, líder de la Asociación de Locatarios de Mercados Tradicionales de Chiapas. La balacera tardó más de ocho horas y abarcó incluso los andadores del Carmen y de Guadalupe.

            San Cristóbal, como sucede con Chiapas, se ha ido sumergiendo de manera paulatina en la violencia. Era impensable que la ciudad más atractiva para el turismo, visitada por casi millón y medio de personas al año, sea controlada por grupos violentos. La antigua Jovel es, de acuerdo con Héctor de Mauleón, la segunda ciudad turística, después de Cancún, con mayor actividad de narcomenudeo.

            La primera muestra de falta de gobernabilidad en esa ciudad se registró en junio de 2022, cuando se enfrentaron los cárteles locales por la disputa de varios negocios ilegales que tienen que ver con tráfico de madera, robo de coches, trata de personas y distribución de drogas.

            Hace unos días, el domingo 30 de julio, nuevamente estos grupos se apropiaron de las calles de San Cristóbal. En esta ocasión, hay que reconocerlo, intervino la policía estatal y detuvo a varias personas.

            Si los Motonetos, los Vans, los Patro y el Cártel Chamula pueden sitiar la ciudad y enfrentarse a balazos para apropiarse de barrios, ¿de qué serán capaces otros cárteles más organizados, en comunidades invisibilizadas que no cuentan con el escaparate de San Cristóbal de Las Casas?

            Es necesario expulsar a los grupos violentos de la ciudad y de Los Altos. Perder San Cristóbal es perder la fuente más importante de divisas del turismo. Es sumergir en la pobreza a miles de habitantes.

            La inseguridad desalienta el flujo de turistas. Nuestra entidad recibe más de cuatro millones de turistas al año entre nacionales e internacionales. Los extranjeros vienen sobre todo de Estados Unidos, Francia, España, Guatemala y Canadá. Tuxtla es la ciudad más visitada, pero le siguen San Cristóbal y Palenque.

            Debido a la inseguridad reinante, algunas rutas turísticas han sido cambiadas. Pocas agencias se atreven a pasar por Ocosingo; optan, si tienen que trasladar a sus clientes de San Cristóbal a Palenque, viajar por Tuxtla-Villahermosa.

            La vía de Ocosingo, aparte de sus curvas y sus topes dignos de competir en el Libro de los récords Guinnes, es peligrosa e incierta. Los automovilistas y turistas sufren bloqueos, asaltos y extorsiones.

            Ante esta violencia es urgente la intervención de las autoridades y que, como sucedió en San Cristóbal, sean implacables cuando grupos delincuenciales violenten cualquier ciudad, cualquier pueblo y comunidad. Rendirse ante el crimen es la peor herencia que se puede dejar en nuestra sufrida y empobrecida entidad.

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