“Un fantasma recorre….”

El locutor de marras agitaba todo el cuerpo mientras profería acusaciones contra los “comunistas” que habían redactado los libros de texto. Foto: Cortesía

Las flores se abrían en la primavera de 1847 al momento en que Carlos Marx y Federico Engels decidían unirse a una organización fundada por obreros alemanes denominada La Liga de los Justos. Dicha organización venía precedida por la añeja Liga de los Proscritos, una suerte de asociación clandestina creada también por trabajadores alemanes con el propósito de defenderse de la explotación a su trabajo a la que estaban sujetos en aquellos tiempos de los albores del capitalismo. Por cierto, esta Liga de los Justos, aunque establecida por obreros alemanes nació en la capital francesa, Paris, que en aquel entonces era una suerte de “centro revolucionario” de Europa e inspiraba los movimientos obreros. La Liga de los Proscritos reunía sobre todo a sastres y a carpinteros ebanistas. Al cambiar de nombre y adoptar el de la Liga de los Justos, se inició el uso del término de comunista al que se añadía el término de “crítico”, es decir, comunismo crítico. Conociendo los dirigentes un texto recién redactado por dos jóvenes estudiantes de Filosofía, Marx y Engels, discípulos del importante pensador alemán Georg Whilhelm Friedrich Hegel, decidieron asumirlo como una proclama de su propia organización y patrocinaron su publicación bajo el título de Manifiesto Comunista, para estar en concordancia con el nuevo nombre de la Liga adoptado en el verano de1847: Liga de los Comunistas. Al adoptar esa denominación, los trabajadores organizados bajo esa organización definieron su ideario comunista, afirmando que buscaban el fin de la explotación del trabajo humano por otros humanos, abolir la propiedad privada de los medios de producción, e instaurar un gobierno de los trabajadores que garantizara el fin de la desigualdad social. De allí surgió el lema: “De cada quien sus capacidades, a cada cual según sus necesidades”. Marx y Engels se afiliaron a la dicha Liga y aceptaron la publicación de su texto que se inicia con aquellas célebres palabras: “Un fantasma recorre Europa: es el fantasma del comunismo. Todas las potencias de la vieja Europa se han aliado en una sacrosanta cacería de este fantasma: el papa y el zar; Metternich y Guizot, los radicales franceses y los policías alemanes” (Karl Marx y Friedrich Engels, Manifiesto Comunista, edición bilingüe con una “Introducción” por Eric Hobsbawm, Barcelona, Editorial Crítica/Grijalbo Mondadori, 1998, p. 37). Ese fantasma se me reveló de nuevo al escuchar a un locutor televisivo vociferar: “Cuando en México se creía desterrado el virus del comunismo, ahora lo quieren inculcar a través de los libros de texto”. El locutor de marras agitaba todo el cuerpo mientras profería acusaciones contra los “comunistas” que habían redactado los libros de texto. Insólito. A casi finalizar el primer cuarto del siglo XXI, un individuo vocifera en la televisión abierta en México, que el “comunismo” es un virus, y como tal, se puede inocular. Increíble. Mientras escuchaba a esta cascada de ignorancia, pensé, curiosamente, no tanto en el Manifiesto Comunista de la Liga de los Comunistas de 1847, sino en la Biblia. Y tuve suerte de acordarme de mis lecturas bíblicas y encontrar lo siguiente: “19: No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan./20: sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan./21: Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (El Evangelio según San Mateo, capítulo 6, versículos 19-21). Todavía más enfático es el Evangelio según San Lucas, capítulo 6, versículos del 20 al 26. Después de afirmar que de “los pobres es el reino de Dios”, esa sección termina: “24: Más ¡ay de vosotros ricos! Porque ya tenéis vuestro consuelo./25: ¡Ay de vosotros los que ahora estáis saciados! Porque tendréis hambre. ¡Ay de vosotros los que ahora reís porque lamentaréis y lloraréis!/ (El Evangelio según San Lucas, Capítulo 6, versículos 22-25). Y uno más: “El Joven rico: Al salir él para seguir su camino, vino uno corriendo, e hincando la rodilla delante de él, le preguntó: Maestro bueno: ¿qué haré para heredar la vida eterna?” A continuación Jesús le cita parte de los 10 mandamientos al joven rico quien responde que ha guardado los dichos preceptos. Y entonces Jesús le dice: “Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme tomando tu cruz” (El Evangelio según San Marcos, Capítulo 10, versículos 17 y 21). He usado la Biblia editada por Broadman and Holman Publishers, Nashville, Tennessee, 2000. Es decir, al locutor de marras y a quienes le dictaron el cúmulo de improperios vertidos, les parece terrible aquello de “Por el bien de todos, primero los pobres” como sostendría Jesús de Nazareth. Conste que no soy creyente, pero cito la Biblia porque es el origen de la tabla de valores de la cultura occidental y se supone que los creyentes deben estar a tono con lo que dice el Maestro. Sugiero la lectura del “Sermón del Monte” en el evangelio según San Mateo, capítulo 5. Para los lectores que prefieran el Antiguo Testamento, pues lean a los profetas, sobre todo, a Jeremías. O disfruten con la paz que irradia el Cantar de los Cantares. Incluso los llamados al magnicidio que hace la derecha en México, están claramente prohibidos: “No matarás” y hasta ahora no conozco versión alguna de la Biblia que ponga un asterisco que diga “Excepto a…”  Esos llamados a “exterminar” a los comunistas ya han conducido a situaciones terribles como aquella que sucedió en un poblado del estado de Puebla, en donde fueron martirizados un grupo de trabajadores de la Universidad Autónoma de Puebla, al azuzar el cura local a una multitud fanática para que “matara a los comunistas”. La película CANOA recoge ese episodio y conviene verla de nuevo. A eso conduce el tipo de llamamientos del locutor de marras y de quienes le pagan.  Tenemos el derecho de disentir pero con conocimiento de causa. El término “comunismo” se ha usado por una derecha que ignora la historia del concepto y que teme el advenimiento de una sociedad en la que prive la igualdad entre los seres humanos, una sociedad regida por los valores del humanismo en la que se destierre la explotación del trabajo de unos por otros. Una sociedad así no existe en la actualidad y no ha existido aún. Sigue siendo una utopía, una suerte de proyecto soñado, que está lejos de ser realidad. En la América Latina y Caribeña actual se manifiestan diferentes procesos de cambio en contextos en los que la desigualdad social es notable. El camino que nuestras sociedades recorrerán para lograr la realidad de esa utopía es aún largo y sinuoso. No está a la vuelta de la esquina. Y por supuesto argüir de nuevo al manido argumento del “comunismo” como amenaza es resultado de una manipulación perversa de la ignorancia. De lo que se trata es de llegar a organizaciones de la sociedad en donde el acceso a los logros de la humanidad sea igualitario, en un mundo en donde no exista la pobreza ni la desigualdad, sino que todo ser humano tenga el derecho de disfrutar de los logros del trabajo. Como decíamos cuando en un encuentro de básquetbol encestábamos en la canasta contraria: “Eso es todo, eso es todo, eso es todo”.

Ajijic. Ribera del Lago de Chapala. A 7 de agosto de 2021

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