Exilio político y antropología en México

Durante gran parte del siglo XX se manejó en el ámbito de la antropología la clasificación de “Escuelas”: la Escuela Británica de Antropología Social, La Escuela Culturalista Norteamericana, La Escuela Francesa Estructuralista, La Escuela Holandesa y entre ellas, la Escuela Mexicana de Antropología. Sobre todo, en la primera mitad del Siglo XX la Escuela Nacional de Antropología e Historia de México (ENAH) gozó de un prestigio internacional que la reconocía como uno de los centros formativos de antropólogos más importantes, como lo he escrito en textos varios. Un hecho que debe destacarse para entender la trayectoria de la antropología como la Ciencia Social que junto con la Historia fueron las de mayor presencia en el país, es el papel que jugaron los exiliados políticos sobre todo europeos y latinoamericanos en la práctica, confección y enseñanza de la antropología en México, lo que también he destacado en textos anteriores. Pero en estos meses en que se recuerdan los 50 años de fundación del CIESAS y 38 del CIESAS-Sureste, es oportuno recordar aquel importante papel que jugaron los exiliados políticos en la trayectoria de la llamada “Antropología Mexicana”. Desde los inicios de la enseñanza de la antropología, obviando la fundación de la Escuela Internacional de Etnología y Antropología Americanas en 1911, la fundación del Departamento de Antropología en el Instituto Politécnico Nacional hacia 1938, ya registra la presencia de un Paul Kirchhoff. Este brillante etnólogo y etnohistoriador de origen alemán venía exiliado de su país para librarse de las persecuciones fascistas de los nazis y las de Stalin. A él se debe el concepto de Mesoamérica como área cultural lo que muchos que usan el término ignoran. Kirchhoff era un marxista en cuanto a su ideología política, pero era un difusionista en términos de su concepción teórica de la antropología. Su propuesta de Mesoamérica correspondía a esa visión. Propuso un área cultural según la terminología de aquellos años desde la cual se difundiría la alta civilización portada por los agricultores complejos y constructores de ciudades en lo que es hoy México y parte de Centroamérica. Fue un excelente profesor al que aún tuvimos la oportunidad de escuchar en mi generación ya en la ENAH fundada en 1942. Así mismo, el caso de Barbro Dhalgren de Jordan es también importante para explicarnos el alto nivel de la Escuela de Antropología Mexicana. Dhalgren era sueca, socialista y también venía buscando la libertad desde una Europa que veía la difusión del nazismo y la llegada de Hitler al poder en Alemania. Contrajo matrimonio en México con Fernando Jordán Juárez, autor de Crónica de un país bárbaro y El Otro México. Jordán conoció a Barbro Dhalgren en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH). Fue asesinado en Baja California, un crimen que nunca se aclaró. Barbro Dhalgren nos dictó un excelente curso acerca de la cuestión religiosa y nos introdujo a las discusiones más importantes de aquellos días que examinaban la religión como un resultado cultural. La importante antropóloga física que fue Johanna Faulhaber llegó a México huyendo del nazismo. Había nacido en Alemania, en Essen y llegó a México en 1936 habiendo pasado una corta estancia en los Estados Unidos. Sus clases introductorias a la antropología física eran espléndidas en aquella ENAH del “tronco común” por el que pasó mi generación. Junto con Juan Comas Camps construyeron el andamiaje teórico e institucional con el que se inició la antropología física en nuestro país. Faulhaber había iniciado el estudio de la antropología en la Escuela del Politécnico y luego pasó a la ENAH en donde se graduó y se convirtió en una docente destacada. Del propio Juan Comas Camps hay mucho que escribir no sólo como importante impulsor de la antropología física sino de la historia de la antropología en México y en América Latina. Fue Director de la Sección de Antropología del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM en aquellos años de la década de los 1960-1970, y desde allí desarrolló una labor intensa que repercutió en el desarrollo de la antropología física en nuestro país y en Latinoamérica.  Llegó a México como uno de los miles de republicanos españoles que venían huyendo de la represión de Francisco Franco, el dictador de España. En esa misma Sección de Antropología laboró otro destacado antropólogo físico también exiliado, Santiago Genovés, que se hizo famoso al cruzar el mar en la barca Acalli, buscando comprobar sus teorías acerca del origen de la violencia y la conducta humanas. Otro republicano español que hizo adelantar la arqueología en México lo fue José Luis Lorenzo Bautista, profesor señero y durísimo en sus exigencias a los estudiantes de la ENAH. Los cursos que disctó el notable pre historiador Pedro Bosh-Gimpera, quien fuera Rector de la Universidad de Barcelona, nos introdujeron al fascinante mundo de la pre historia de Europa. Y por supuesto, el trío de republicanos españoles que se formaron en la ENAH, fueron profesores de la misma escuela antes de instalarse en los Estados Unidos. Me refiero a Pedro Carrasco Pizana, Pedro Armillas y Ángel Palerm. Este último regresó a México en 1965 para desarrollar una intensa labor en pro de la antropología en México. Fue pionero en los estudios sobre el papel de la irrigación para explicar la complejidad de las sociedades pre hispánicas. En Chiapas dirigió un importante trabajo acerca de las poblaciones desplazadas por la construcción de las grandes hidroeléctricas. Con los materiales que el equipo bajo su conducción logró en aquella investigación, Palerm armó un seminario en el que participamos los jóvenes que veníamos buscando nuevos senderos en la antropología. Fue en la Escuela de Graduados de la Universidad Iberoamericana el marco institucional de ese Seminario que nos permitió acercarnos a los hallazgos de un proyecto que denotaba el avance de una antropología que se salía del “círculo recurrente de estudios indigenistas” y veía a Chiapas en su complejidad socio cultural. En aquel equipo de investigación participaron Bolívar Hernández, Virginia Molina, Shoko Dodde, entre los que recuerdo. Y en Chiapas, la importancia de otro exiliado, Guatemalteco, es innegable: Carlos Navarrete condujo a la arqueología en Chiapas por senderos novedosos y la enlazó a la etnografía y a la literatura forjando una obra de excelentes perfiles además de su importancia. No sólo destaca su narrativa en Los Arrieros  del Agua (1984) u Oraciones a la Cruz y al Diablo (1968) sino sus diarios de campo y sus relatos etnográficos, que hoy son joyas de la antropología hecha en Chiapas. Navarrete llegó a México esquivando la persecución política de su país natal, tan asolado por una insaciable cleptocracia, que aún hoy en día se niega a soltar el poder y dejar que el pueblo de Guatemala siga el destino que se merece. Otro latinoamericano exiliado político lo fue Carlo Antonio Castro, Premio Chiapas (1988), nacido en Santa Anna, El Salvador y que llegó a México porque en su país era imposible desarrollar su trabajo antropológico y literario. Para Chiapas, dejó una obra importante no sólo en sus Diarios de Campo entre los pueblos de Los Altos de Chiapas sino en ese conmovedor texto que nombró Los Hombres Verdaderos (1959). Fundó el periódico en lengua tzotzil Sk´oplal te Mejicolum por lo que es un pionero del periodismo en lenguas indígenas no sólo en Chiapas, sino en México. Fue Profesor de generaciones de jóvenes que estudiaron en la Escuela de Antropología de la Universidad Veracruzana. Un caso interesante es el de Mauricio Swadesh quien siendo profesor adjunto en el City College de New York fue acusado de actividades “izquierdistas” en los tiempos del macartismo en los Estados Unidos. En 1949 se le retiró el pasaporte norteamericano y acusado de comunista fue expulsado en mayo de 1949 y se radicó en México en donde desarrolló una labor fundamental en el terreno de la lingüística.  La  antropología mexicana de hoy no se explica sin la contribución de un exilio político que encontró en México la oportunidad de desarrollar una ingente labor de la que nos hemos beneficiado cientos de antropólogos mexicanos, hombres y mujeres. Y un aspecto importante: la mayoría de estos exiliados políticos se formaron como antropólogos en la ENAH lo que da testimonio del nivel que había alcanzado la antropología en México impulsada por grandes maestros como Pablo Martínez del Río, Alfonso Caso, Wigberto Jiménez Moreno, Moisés Sáenz, Manuel Gamio y tantos antropólogos y antropólogas del país que forjaron aquella Escuela.

Ajijic. Ribera del Lago de Chapala. A 24 de septiembre, 2023

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