Perder cosas

Casa de citas/ 655

Perder cosas

Héctor Cortés Mandujano

 

No debí casarme; no conozco a ningún casado que no odie a su mujer

Arthur Miller,

en “Después de la caída”

 

Aunque lo tengo en libro electrónico, me hallé en una librería de oferta el Teatro reunido (TusQuets, 2015), de Arthur Miller y lo compré, y lo leí. Lo releí, más bien, porque creo que las cinco obras ya las he citado en columnas anteriores. Son clásicas: “Todos eran mis hijos”, “Muerte de un viajante”, “Las brujas de Salem”, “Panorama desde el puente” y “Después de la caída.

En “Muerte de un viajante”, Linda dice a Willy (p. 98): “La vida consiste en ir perdiendo cosas”.

La acción en “Después de la caída” transcurre en el cerebro de Quentin (muy obvio otro yo de Arthur). Le dice Holga, una de las tres mujeres a quienes amó y abandonó, sobreviviente del holocausto judío (p. 409): “Yo creo que siempre es un error intentar buscar esperanza fuera de uno mismo. Un día la casa huele a pan recién hecho, y al siguiente a sangre y humo. Un día te desmayas porque el jardinero se ha cortado un dedo, y en menos de una semana te ves saltando sobre los cadáveres de unos niños en una estación de metro bombardeada”.

Maggie (muy obvio retrato de Marilyn Monroe, con quien estuvo casado Arthur Miller) le dice (pp. 454-455): “He estado con muchos hombres, pero nunca recibí nada a cambio. Era como por caridad, ¿sabes? Mi psicoanalista me dijo que ayudaba al necesitado”.

 

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Ilustración: HCM

No sé si sea cierto, pero en La noche del lobo (Anagrama, 2006), de Javier Tomeo, dice Macario a Ismael, cuyo encuentro en un camino oscuro ocurre cuando ambos dan un mal paso y se lastiman los tobillos, que hay solo (p. 52) “cinco países del mundo cuyo nombre empieza con K. […] Kazajstán, Kenia, Kirguistán, Kiribati y Kuwait”.

 

***

 

 

 

—Mira ese lindo y pequeñito perro marrón. ¿No te gustaría

agarrarlo y ponerlo en agua con jabón y lavar algo?

Jerry Seinfeld

 

En Comedians in Car Getting Coffee, con Jerry Seinfeld, temporada uno, veinte episodios (en Netflix), cuenta Jim Carrey un chiste sobre un Jesucristo que está en la cruz, menos tolerante que el de los Evangelios, quien dice a los que lo crucificaron: “¡Esperen a que mi padre sepa esto! ¡Tendrán su merecido!”.

En otro episodio dice Stephen Colbert: “Sufrir es una forma de llegar a la felicidad”.

En el episodio con Trevor Noah, le dice Jerry: “Tú no necesitas saber nada. Todo lo que necesites saber, lo sabrás cuando necesites saberlo. Aunque te equivoques y tomes la decisión equivocada, necesitabas saber eso. Siempre digo que el dolor ayuda a llenar la falta de conocimiento”.

 

Platica con Norm Macdonald. Él dice a Jerry:

—Mi hijo escribe ocho horas por día. Y le encanta la poesía.

—¿En serio?

—No entiendo la poesía –se sincera Norm–. No entiendo una sola palabra.

—La poesía es stand up malo –concluye Jerry–. Son palabras elegidas cuidadosamente, que no tienen nada gracioso al final.

 

***

 

Hay un espejo que no refleja nada

y lo llamamos futuro

Cortázar,

citado en Cortázar para principiantes

 

Julio Cortázar fue para mí una especie de ídolo literario de mi adolescencia y mi juventud. Leí todo lo que pude de él. Ya no siento, ahora, la admiración de entonces, aunque en mi biblioteca siguen estando los muchísimos libros que tengo de él y sobre él.

Me encontré en un tendido de banqueta Cortázar para principiantes (Era Naciente, 2006), de Carlos Polimeni y Miguel Rep, y lo compré. No pensé que hubiera nada nuevo sobre él que no supiera y he aquí dos datos que me sorprendieron (p. 3): “El domingo de 1984 en que Julio Cortázar murió en París, la ciudad de Buenos Aires fue escenario de un hecho inédito en su historia: una invasión de mariposas”. Julio amaba Buenos Aires y también a las mariposas. Bella y extraña coincidencia.

Cortázar se casó tres veces. Su tercera mujer, Carol Dunlop, se enfermó y murió poco antes del también enfermo Cortázar (p. 160): “Carol estaba muy enferma y los médicos le anunciaron a su compañero que tenía los meses contados. Cortázar no se lo dijo, por piedad. Unos meses más tarde fue el escritor quien resultó internado, con dolores inenarrables en el vientre. La internación se prolongó durante un mes. Los médicos le contaron a Carol que presentaba una leucemia mieloide crónica, pero que él no lo sabía. Ella decidió no comunicárselo. Se creó una situación cortazariana: los dos sabían que el otro estaba enfermo mortalmente, pero cada uno ignoraba, o parecía ignorar, su dolencia. Un pacto de amor, compañerismo y ternura que aún hoy llama la atención”.

Contactos: hectorcortesm@gmail.com

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