ERA, el reto de rebasar el millón y medio de votos
Eduardo Ramírez Aguilar fue nombrado coordinador en Chiapas de los comités de defensa de Morena, entre otras razones, por su capacidad de juntar el mayor número de votos para Claudia Sheinbaum en las elecciones del próximo año y que debería rebasar el millón y medio de sufragios. No es una tarea fácil, por supuesto, aunque Andrés Manuel López Obrador haya quedado cerca de esa cifra mágica en 2018, cuando obtuvo un millón 486 mil votos, de un total de dos millones 335 mil sufragios emitidos.
Si el futuro candidato de Morena consigue menos de un millón de votos para él y para la candidata presidencial, sería un desastre, pero no sería algo ilógico porque hay que recordar que Rutilio Escandón fue electo con 922 mil votos, pero el Partido Verde no lo acompañó en su candidatura.
Lo más probable es que Ramírez Aguilar aporte entre un millón y millón y medio de votos a Sheinbaum. Estaría dentro del parámetro esperado, sobre todo porque la candidata presidencial no tiene el carisma de AMLO. Hay que recordar que en su momento Felipe Calderón obtuvo en Chiapas 215 mil votos y Enrique Peña Nieto, 933 mil.
Lo extraordinario sería que rebase el millón y medio de votos. Sería comparable cuando Chiapas otorgó el mayor número de votos a favor de un candidato presidencial. Se trató de la elección de 1988, cuando a Manuel Bartlett se le cayó el sistema. Entonces nuestra entidad aportó el mayor número de votos a favor del PRI: 592 mil votos contra los 65 mil que obtuvieron juntos Cuauhtémoc Cárdenas y Manuel Clouthier.
Si bien tres entidades habían rebasado a Chiapas en el número de votos a Salinas, al hacer el recuento con los sufragios emitidos a la oposición, la suma no era tan favorable como la de nuestra entidad. En el entonces Distrito Federal, Salinas logró, por ejemplo,
791 mil votos que fue la mitad de lo que alcanzó Cárdenas; en Puebla la diferencia a favor fue de 471 votos y en Veracruz de 379 mil, pero en Chiapas fue de 527 mil votos.
De eso se enorgullecía Patrocinio González Garrido. Lo decía una y otra vez, vendiendo la idea de que nuestra entidad era la más priista del país y la más leal a Salinas. En 1994 se vería que no era así; que, por el contrario, detrás de esa cantidad enorme de votos para el gobierno priista, se gestaba en la selva la mayor revuelta que ha vivido el México contemporáneo y que significaría a la larga la caída de la dictadura perfecta.
Eduardo Ramírez Aguilar ha entendido que para lograr una votación histórica su tarea inmediata es evitar fracturas sustanciales; es no dejar ir a nadie, sobre todo aquellos que puedan representar un problema para rebasar la cifra del millón y medio de votos.
En esa estrategia se ha reunido con aqueos y troyanos, con líderes sociales de todos los municipios y de las regiones, para acrecentar hasta donde sea posible el número de votos para Morena.
No está preocupado por su triunfo. Sabe que sin hacer campaña puede ganar con menos de un millón de votos, y esos llegarían a las urnas sin mucho esfuerzo. Sin embargo, para hacer viable el triunfo de Sheinbaum, ante unas elecciones que podrían complicarse, debe rebasar la cifra mágica del millón y medio de votos.
Habrá fracturas desde luego, sobre todo cuando sean nombrados los candidatos a las presidencias municipales, diputaciones locales y federales. Lo importante es que no haya rupturas con líderes que tengan peso en sus municipios.
Eduardo Ramírez Aguilar fue electo por su pragmatismo para juntar el mayor número de votos posibles a la candidata presidencia de Morena. Ganar la gubernatura con el solo membrete del partido en el poder cualquiera lo lograría, pero no todos pueden sumar más de millón y medios de sufragios. Eso solo puede hacerlo ERA.
En su designación hubo, por supuesto, un cálculo de rentabilidad política, de sumar si se quedaba y de restar, en caso de que se marchara a otro partido. No había mucha opción. Ramírez Aguilar seguramente habría emprendido el éxodo si no hubiese sido favorecido.
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