El cine como experiencia humana

Casa de citas/ 677

 

El cine como experiencia humana

Héctor Cortés Mandujano

 

El que desdeña King Kong nunca entenderá el cine

André Falk,

citado por José de la Colina

 

Miradas al cine (Conaculta, 1997), de José de la Colina (1934-2019), reúne artículos que este erudito e inteligente hombre de letras escribió sobre el llamado séptimo arte.

El libro se publicó originalmente en 1972. Mi ejemplar fue revisado y ampliado por el autor, quien dice (p. 15): “Encontrarás, lector, que este libro, […] tiene entre sus no pocos defectos el muy considerable de carecer de unidad. No sé si servirá de disculpa decir que eso es lo que pasa con la vida, o al menos con mi vida… y cómo no iba a pasar con la escritura y el cine”.

En “Bergman”, habla de varias de las cintas de este gran director sueco. Dice de él, por ejemplo, algo que es muy evidente ahora; que su cine es interior (de las casas, de los personajes), es decir (p. 38), “desde dentro”, y que es un experto en retratar a los actores en close up. Dice Bergman (pp. 38-39): “Hay muchos realizadores que olvidan que el rostro humano es el punto de partida de nuestro trabajo”. Cita de nuevo al propio director para explicar la lógica que le hizo ponerle Persona a uno de sus trabajos emblemáticos (p. 40): “Persona, palabra cuyo primer sentido fue extrañamente alterado, porque, de significar máscara, pasó a designar al que se oculta tras ella”.

Me gusta lo que dice de Ocho y medio, de Fellini (pp. 63-64): “Ocho y medio es la historia de un film que se hace y se deshace constantemente ante la mirada del espectador, siguiendo el ritmo de los deseos, los sueños, las obsesiones y los recuerdos del cineasta. […] Este impúdico e infantil acto de egolatría nos permite asistir a un film maravilloso, a veces fastidioso y barato y a veces, las más de las veces, regocijante y bello. La cualidad principal de Ocho y medio es su libertad”.

En “Hermosillo”, analiza la obra cinematográfica de Jaime Humberto Hermosillo, de quien De la Colina fue guionista; como colofón de su análisis de La tarea, de Hermosillo, y porque era una obra que Jaime Humberto amaba (“ama” dice el texto, porque cuando De la Colina escribió el artículo Hermosillo vivía), cita el Viaje de un largo día hacia la noche, de O´Neill (p. 101): “Nací hombre por error. Pude lograr un éxito mucho mayor como gaviota o como pez. ¡Así siempre seré un forastero sin hogar, que no necesita a nadie y a quien nadie necesita, que nunca está donde debe estar y siempre un poco enamorado de la muerte!”.

Los títulos de sus artículos son simplemente los nombres de los artistas que analiza. En “Losey” me llama la atención la síntesis histórica de De la Colina sobre el imperio romano (p. 121): “Se sabe que la decadencia y caída del imperio romano se inició con el crecimiento monstruoso de la masa de esclavos, que al convertirse en un poder latente desequilibró el orden impuesto por los señores, ya corrompidos y debilitados por el confort, el ocio y la sensualidad”.

En “Truffaut” cita de Jules et Jim, cinta célebre del primer Truffaut, las “inteligentes palabras de enamorado” de Jim (p. 165): “Me gusta tu nuca, lo único de ti que puedo ver sin que me veas”.

 

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Una prostituta bella como una papisa

cruzó la calle y desapareció en un muro verduzco

la pared volvió a cerrarse

Octavio Paz,

en “Noche en claro”

 

Lo comenté como parte de su Poesía completa, en otra Casa de citas, pero ahora lo leo en su publicación individual, regalo de mi amiga Linda Esquinca: Salamandra (Joaquín Mortiz, 1962), de Octavio Paz.

En su poema “Luis Cernuda” escribe dos ideas que me gustan, porque están basadas en el conocimiento (p. 26), una: “Soledad/ única madre de los hombres”.

La vida, la nuestra, la de cualquiera, existe básicamente dentro: somos seres de soledad, aunque estemos rodeados de la gente.

Y dos: “Con letra clara el poeta escribe/ sus verdades oscuras/ Sus palabras/ no son un monumento público/ ni la guía del camino recto/ Nacieron del silencio”.

Lo que escribimos viene de dentro, de un universo solitario que no tiene por necesidad las mismas reglas que lo de afuera. Las verdades son oscuras. De allí vienen.

Dice en “Niña” (p. 36): “Es transparente el infinito”.

“El mismo tiempo” tiene párrafos que supongo son autobiográficos (p. 40): “Hace veinte años me dijo Vasconcelos/ ‘Dedíquese a la filosofía/ Vida no da/ defiende de la muerte’/ y Ortega y Gasset/ en un bar sobre el Ródano/ ‘Aprenda el alemán/ y póngase a pensar/ olvide lo demás’/ Yo no escribo para matar el tiempo/ ni para revivirlo/ escribo para que me viva y reviva”.

Y en “Espiración” parece que hablara sobre el día de hoy (p. 49): “el entierro es barroco todavía/ en México/ Morir es todavía/ morir a cualquier hora en cualquier parte”.

Ilustración: Juan Ángel Esteban Cruz

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Leo en uno de mis lectores electrónicos La nube de smog (1958), de mi admirado Ítalo Calvino, traducido por Aurora Bernárdez.

El personaje protagónico y narrador es quien redacta los textos de La Purificación, una revista que circula en una ciudad contaminada de smog. Hay destellos de poesía (p. 16): “Era otoño; había algunos árboles de oro”.

Reflexiona el hombre sobre la escritura (p. 28): “Y se sabe cómo es cuando se escribe algo, uno empieza por cambiar una coma y hay que cambiar una palabra, después la construcción de la frase y después todo se va al demonio”.

            Contactos: hectorcortesm@gmail.com

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