El mago de Oz Car, 2

Casa de citas/ 676

El mago de Oz Car

(Segunda de dos partes)

Héctor Cortés Mandujano

 

Óscar Márquez Ovando busca, en Una vuelta al mundo por un viaflor, nuevas formas de despedirse: “Tutankamote¸ El chabilú encantado, Rolando el jarioso, El melcochón, El funámbulo del mozotal, El nucú en brama, El nuegadito navideño, El bolis de zapote negro, El chuti de agua salada, El zombi contra el Santo, El cara de chancla,  El gallo barcino, El jolotío sarniento, El jabalín morroñoso, El candoquis magullado, Clodomiro el frígido”…

Y usa nuevas formas de llamar a Esaú Márquez Espinosa, su corresponsal: “¡Oh, insigne gran padrote de la zona galáctica; Salve, oh Chencho, hijo de Palas o martillos; Mí estimado floripondio del vergel; Querido Punpuchutzin Chilacayotl”…

Un análisis político del 2006 (p. 180): “Visiblemente la situación mexicana está de la chingada, si aquí, que se las daban de duros están patinando en el mierdero, ya me imagino allá”.

 

2007

 

Vida cotidiana: (p. 209): “Anoche estuvieron aquí Nicole y otro compa nuestro pa’una suculenta tamaleada, acompañada de terribles tequilazos, la chingadera es que me hablaron pa’i a chambiá, pero toavía regresé a tiempo pa’lambé la cacerola”.

Esaú le manda un libro suyo y Óscar comenta (p. 214): “Tu librito lo pienso volver a leer porque hay dos o tres pases que no entendí, tal vez porque soy muy pendejo o porque lo leí muy rápido”. Reflexión sobre la vida (p. 227): “Yo he sido bastante sano, por lo que presiento que me güa morí de un putazo”.

Un resumen de viajes (p. 233): “chambiando chambiandito estuve en Guinea Conakri, Sry Lanka (alias Ceylán), Nicaragua (dos veces), Colombia (tres veces), México y Haití. Y cotorriandito el punto, en América: una vez metí el pie en Estados Unidos (El Paso, Texas) y, ¡me avergüenzo! Guatemala, El Salvador, Honduras, Costa Rica, Venezuela, y la isla de Guadalupe; en Europa: Inglaterra, España (varias veces), Portugal, Ibiza, Italia, Grecia, Holanda, Bélgica, Suiza, Dinamarca, Mónaco, República Checa y Croacia (dos veces); en África: Túnez, Marruecos, Egipto, Kenia y Maderas; Asia: Tailandia, Vietnam, Camboya; y en Medio Oriente: Turquía. Más o menos ese es mi peregrinar, y espero echarme otros tantos antes de morir”. Y firma: “Marcos Poldo te güa decí”.

Ilustración: HCM

2008

 

Protestas en París (p. 256): “Aquí las manifestaciones se suceden como todos los años: los maistros, los ferrocarrileros, los preparatorianos, los mampos, los jubilados y demás comensales, todo esto forma parte del paisaje cotidiano de los compañeros revolucionarios”.

Ha contado de sus problemas para laborar en otro país. Dejó un hospital y debe hacer nuevos talleres de estudio (p. 267): “Estoy en un hospital geriátrico dando de comer en el pico con sus respectivos chochitos, haciendo curacioncitas, y de vez en cuando limpiándoles el culo. Al final y con suerte paso el examen, si el jurado no tiene ganas de joder. Si paso ya tengo chamba asegurada en otra clínica, ya empezaron a solicitarme”.

Aquí Esaú, se entiende, le propone hacer un libro con su correspondencia (p. 272): “Con las cartas podés hacé lo que te de tu rechingada gana, en todo caso, me da mucho gusto y me pregunto: ¿soy yo el que dice tantas pendejadas?”.

Anda en Vietnam (p. 275): “¡Así que me santigüé, apreté el jonís y cerré los ojos por la humazón de las motos y de las fritangas, y me fui a visitá el mentado lago en el centro de Hanói, que según los decires se aparece un dragón!”. Más datos de su viaje (p. 278): “Delicatessen vietnamita, aquí se limpia uno el culo a manguerazos, al lado del cagadero hay una manguera a presión p’lavarse el jonis (nada que ver con el olote), queda el fundillo fresco y rechinando de limpio, adiós escaldamientos y almorranas”.

Sigue viajando (p. 279): “Tuve que salí huyendo de Hanói cual vulgar roba gallina, antes que me maten de cólico, así que encaité pa’la frontera con China y aterricé en un pueblucho llamado Láo Cai. De aquí agarré el guajolotero que me llevó a Bac Ha, donde me dijeron que el mercado dominguero es fenomenal, porque baja toda la indiada (H’mong y otros más) a vender sus chingaderas. Efectivamente, no le pide nada al día de mercado de Saint Jean Cham (pa’no decí San Juan Chamula, ¡pa’que no se oiga tan vulgar!)”.

Comienza su mail con estos nombres (p. 285): “Helsinki, Kajaani, Suomussalmi, Rovaniemi, podrías pensar, y con justa razón, que es una mentada de madre, pero no, ¡es mi itinerario! La temperatura mínima es de menos 6 grados y máxima de menos 16 grados, ¡o será al revés o será el sereno! ¡Pero a mí que me calienten con un chicote de tapaculo!”.

Una canción ranchera le sirve para explicar sus sentires (p. 292): “¡Qué largas son mis noches, que frío mis coyoles!”.

Va al Polo Norte (p. 294): “¿Qué si por qué vine pa’ca? Justamente quería yo saber de qué viven o ¡por qué tuavía están vivos! Como ya te lo había yo comentado, aquí no hay ni vergas, como viejas piedras, pirámides, ruinas, arquitectura, lo único que tienen es la naturaleza. El 70 por ciento del país son bosques (tendría yo que aprovechá pa’colgarme de un palo), lagos y ríos (si no te ahogas es porque sos muy pendejo, porque agua es lo que sobra) y tecnología pa’vivir. […] Me pregunto si estoy en el inframundo, porque gente en las calles no mirás y tampoco mirás la calle, porque desde las tres de la tarde está oscuro, y yo no puedo sentir la oscuridad porque se me ofrece sueño. […] me güa revolcá en la nieve como cochi en el lodazal”.

 

2009

 

Su situación laboral no se corrige aún (p. 305): “¿Habrá algo más fiero que buscá chamba? Si hay, ahí me lo decís, viste, vé”. Un apunte de filosofía cotidiana (p. 308): “Pa’qué se va lavá las pata, si va dormí en el suelo”.

Una biografía mínima (p. 309): “si empiezo el argüende desde el principio, sería más o menos ansina: al principio no había nada (y sigue sin haber nada); después fue una inmensa bola de lumbre (hacé de cuenta una quemazón en la rastrojada con su respectiva humazón, pero mejor aún); dicen que polvo cósmico ¿qué mamadas son esas, don Nabucodonosor? (pa’polvo el de Arriaga; el de los motoroles del orbe; o el talco en su envase de osito pa’jugá Carnaval). Después, todo se tajitió cual botella de caguama al contacto con el piso (encementado, por supuesto), si hasta parece que estoy viendo la bolinchada de bolos en el cantinaje de viaflor. Los saposaurios, zancudodontes, cargapalitodontes y otras sabandijas vinieron después, y al mero último, yo mismo.

“Luego, me veo a mis siete años con mi cuadernito de a veinte centavos (aquéllos que sólo tenían cinco hojas, no los de a peso, tampoco hay que sé pretencioso), y mi lapicito bien afilado como la lengua de los villaflorseños, las patas descalzas (¡porque ahora pura piel legítima usa tu galán!) llenas de nigua y pinolillo, así de gruesa la callazón que ni las espinas entraban…, pobre mi niño, sin pecado concebido. “Caminito de la escuela, tra la la, tra la la”.       “De paso la pozona de lodo donde solía revolcarme cual cochi culeco, y las proezas en el bejucal cual Tarzán, donde por poco pierdo el hocico. ¡Ah, los trompos tataratas, las chibolonas chachamolas, las chiplocas, los yoyos, los valeros, la temporada de papalotes pa’jugá suelta suelta, las ligonas de liga ligazo. ¡Si nomás de acordarme se me frunce el Sanjonis! ¡Recuerdos dantescos! Pues, jugando jugandito y a lo pendejo pendejito hoy cumplí 53 abriles.”

Las últimas páginas del libro lo ocupan poemas. Unos versos de muestra (p. 322): “Te quedó raliado el lomo cual papaya”;  (p. 327): “No le temo al íchi, ni al jedor de cacanichi”.

Y un fragmento de un poema de amor (p. 338): “Chenchi mía: Ya mis tripa se hacen ñudo,/ mi pasión quedó charchina/ se me ajurga el lombricero,/ es normal pues tragué espina;          “Chimaniaste mi mirada/ pa’surtirme a puñalada/ de mi amor chirmol hiciste,/ al molcajete, ¡Chenchi amada!/ No te’stoy pidiendo el chicle,/ pa’que armés tal mitote/ vos nomás paráme bola,/ pues pariendo estoy chayote;

“Tu retrato cochambroso/ de la repisa lo contemplo/ le rasqué caca de mosca,/ ¡no pensés que soy tan bembo!/ Si por changa o por manga/ me brindaras tus favores/ yo te ofrezco mis canica/ y mis lápiz de colores;

“Como rata al queso te amo,/ y aún mi amor siendo tan hondo/ ¡ni claudico en la contienda,/ ni las arma las depongo!/ Pa’chuparte hasta los güeso/ te suplico seas sincera/ :¡Vivito el hombre, fiero tu modo,/ chocantío sos, comé tu cera!”.

 

[El título de esta columna es una de las formas en que Óscar Márquez firma sus mails.]

Contactos: hectorcortesm@gmail.com

 

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