Primero la universidad, después la primaria

Casa de citas/ 686

 

Primero la universidad, después la primaria

Héctor Cortés Mandujano

 

Es recíproco: cuando tocamos a otra persona,

también ésta nos toca a nosotros, es pura autenticidad

Tomás Ortiz

 

Leo Visión táctil. Ver con la piel: más allá del tacto (Empse Edapp-Editorial Salvat, 2019), de Tomás Ortiz, que es una suerte de informe sobre los estudios, experimentos y resultados que este catedrático de la Universidad Complutense de Madrid ha realizado sobre la posibilidad de ver no sólo con los ojos, sino con el órgano más grande de nuestro cuerpo: la piel.

En nuestra piel se concentra uno de los cinco sentidos: el tacto, ligado a los otros cuatro. Tenemos muchos receptores (p. 36): “De entre estos receptores táctiles, destacan los mecanorreceptores. Estos son receptores sensoriales que reaccionan ante la presión mecánica o las distorsiones. Existen cinco tipos principales en la piel: los corpúsculos de Pacini, los corpúsculos de Meissner, los corpúsculos de Krause, las terminaciones nerviosas de Merkel y los corpúsculos de Ruffini. Envían información detallada, precisa y de forma rápida del entorno ambiental al cerebro para que este la procese y reconozca cognitivamente y, de manera consecuente, interactúe y se sincronice con la visión y audición”.

Aunque, dice el autor, se ha privilegiado en nuestro mundo actual al ojo y al oído, tocar sigue siendo fundamental para la vida (p. 59): “No olvidemos que el sexo genera un placer relacionado con el tacto, por lo que sin este sentido podríamos desaparecer como especie. Tanto es así que los niños que no han tenido caricias desde el nacimiento tienden a sufrir alteraciones mentales y emocionales a lo largo de su vida: el tacto es el alimento de la estabilidad social, afectiva y emocional”.

En la práctica que realiza, los niños ciegos, frente a máquinas especiales, sienten estimulaciones en la palma de la mano y son capaces (p. 114) “de reconocer frases cortas […] a medio metro de distancia, sin necesidad de tocarla con la mano”.

Dice (p. 120): “Mediante el entrenamiento táctil pasivo diario […] conseguiremos que personas ciegas desarrollen neuroplasticidad de áreas sensoriales, supramodales y de integración capaces de procesar, identificar y reconocer la información sensorial táctil asociada a situaciones de la vida diaria. […] no nos cabe la menor duda de que nuestros avances científicos conseguirán que las personas ciegas, en un futuro, puedan identificar formas, dimensiones, colores, no solo de forma verbal, como hasta ahora lo hacen, sino también de forma perceptiva”.

 

Ilustración: Héctor Ventura

***

 

Ya hablé del I, y ahora leo Historia de Chiapas. Desde los tiempos remotos hasta la caída del Segundo Imperio (¿… 1867), volumen II (Coneculta Chiapas, 1999), de Manuel B. Trens, cuyo número de páginas continúa del anterior.

Asienta Trens que (p. 270) “por decreto de 8 de febrero de 1826 fue establecida en la Capital del estado la Universidad Nacional y Literaria de las Chiapas, sobre la base de las cátedras siguientes: Mínimos y Menores, Medianos y Mayores, dos de Filosofía, Prima de Teología, Moral, Sagradas Escrituras, Prima de Cánones, Prima de Leyes, Vísperas de Derecho y Medicina y Cirugía”. El plural sobre Chiapas aludía a las dos: a la de indios (Chiapa de Corzo) y a la de españoles (San Cristóbal).

En esos tiempos, sigue el historiador (p. 271), “la sociedad era eminentemente religiosa y su principal finalidad consistía en obtener la salvación del alma”. La universidad se inauguró “el 12 de febrero de 1826”.

En total contradicción a este pomposo anuncio, Trens dice que (p. 285) “Durante el primer período ordinario de sesiones del segundo Congreso Constitucional de Chiapas, fue expedido el decreto de manumisión de esclavos, previa indemnización al propietario; se acordó la creación de una escuela primaria en la capital para la enseñanza de las primeras letras por el método de fray Matías de Córdova, y se elaboró la ley agraria de 1° de septiembre de 1827”. ¿Cómo? ¡Se fundó la universidad primero y la escuela primera después! ¡Ay, Chiapas, no te mides, todo lo haces al revés!

Me sorprende el nombre de un pueblo o municipio, váyase a saber, donde en 1833 habría una ruta de correos. Se enuncia (p. 323): “Tuxtla, Chiapa, Ixtapa, Zinacantán, San Cristóbal, San Andrés, Plátanos…”. ¿Plátanos? Nunca lo había oído. Puede ser, claro, un error de transcripción.

En 1835 embargan la hacienda don Rodrigo. Me llama la atención lo que después pone entre paréntesis, para que se entienda qué era esa hacienda (p. 344): “hoy Berriozábal”.

Otro dato curioso (pp. 352-353): “Por iniciativa de la Junta Departamental de Tabasco, de fecha 26 de septiembre de 1836, fue enviada al Congreso nacional una solicitud en la que pedía que al no subsistir Tabasco como departamento en la nueva división territorial que se haría en la Constitución, no se agregara ni a Yucatán ni a Veracruz y sí a Chiapas, pues de esta manera se mejoraría la situación precaria del erario chiapaneco”.

Cuenta Trens con detalle la muerte de Joaquín Miguel Gutiérrez (de donde Tuxtla tomó su apellido) y afirma lo que luego han negado historiadores posteriores, es decir, que muerto (p. 362) “fue vejado, arrastrado por las calles y despojado hasta de sus ropas interiores por la soldadesca desenfrenada, por lo que fue puesto a la expectación pública enteramente desnudo”.

Escribe Trens que (p. 365) “En el censo de 1838 se dividió la población en ladinos, indios, quelenes, tzentales, zoques, mames, chiapanecos, mexicanos, mayas y de color”.

Dice que hubo unos tales que robaron, mataron e hicieron trizas el estado (p. 398): “se llamaron Gil Pérez, Sandoval, Barberena y Cardona. […] El frenético galopar de los míticos jinetes del Apocalipsis de Juan, no hubieran hecho tanto daño en los campos chiapanecos, como lo hizo el galope desenfrenado de las pasiones de estos hombres domeñados por el yugo de los Siete Pecados Capitales”.

Esos fueron de antes. Dan ganas de agregar varios nombres más, de la historia contemporánea, que podían ser parte de esta cuadrilla de delincuentes.

Contactos: hectorcortesm@gmail.com

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