El exceso de lágrimas

Casa de citas/ 691

 

El exceso de lágrimas

Héctor Cortés Mandujano

 

Ser estúpido y tener un trabajo, esa es la felicidad

Gottfried Benn,

citado por Sergio González Rodríguez,

en El Centauro en el paisaje

 

No tengo a mano una bibliografía de Sergio González Rodríguez, pero creo que he leído la mayoría de sus libros. Me gusta su escritura compleja, llena de citas, de ideas subordinadas, su poliescritura. Murió ya y ahora, como suele pasar con los autores que no se vuelven populares, va a  ser difícil conseguir sus libros.

Leo su colección de ensayos El Centauro en el paisaje (Anagrama, 1992). Dice en su nota inicial que ante un libro hay dos (p. 12) “protagonistas privilegiados: quien escribe y quien lee, cuyos privilegios se originan en la aptitud de inventar y reinventar”.

Habla de la sábana santa de Turín, donde hay una mancha informe donde se supone estuvo Jesús (p. 33): “Como pocos, el padre Come ha llegado a rozar lo imposible: la huella de una herida en las muñecas ya cruzadas sobre la zona púbica en el momento de ser sepultado el cuerpo, encubre ‘el más atroz detalle de la pasión de Cristo’: su esperma, debido al espasmo final del pene erecto y eyaculante, característico de los ahorcados y los crucificados” ( el apellido del padre Come tiene un apóstrofo que mi compu no puede poner).

Cuando habla de Los libros condenados (se entiende por qué) se refiere al final a Kafka (p. 73): “Franz Kafka, vampiro anoréxico y aprendiz de brujo, lo supo bien cuando escribió a un amigo que pretendía arrancarlo de su escritorio para que viajara a Berlín: la literatura es el salario que se recibe por servir al demonio”.

Es simpática esta afirmación (p. 115): “San Francisco de Asís se quedó casi ciego al final de su vida. ¿Debido a qué mal, según los médicos? El exceso de lágrimas”.

¿Por qué el cuerpo de una mujer se vuelve fetiche?, se pregunta González Rodríguez en un ensayo y cita en extenso un poema de Eduardo Lizalde, del que yo sólo cito un fragmento (p. 120): “Las nalgas de una hembra bien construida/ son la obra capital de la naturaleza./ Insondable misterio./ ¿Por qué son bellas de ese modo inquietante,/ qué ciega inteligencia,/ abruma pueblos, excita pinceles,/ cambian el curso del tiempo esas dos nalgas?”.

Dice en otro que las prostitutas de la antigüedad (p. 130) “en un rasgo de audacia competitiva […] llevaban cinturones con un aforismo bordado en hilo de oro; su sabiduría condensa la voz del viento: ‘Ámame y no te preocupes si otro me posee’ ”.

Ilustración: Juan Ángel Esteban Cruz

Dice en un ensayo (p. 150): “Si los hombres jugaran de niños con muñecas, es posible que quebraran los teatros de burlesque”; y más (p. 151): “La muñeca es el último templo del desesperado. ¿Por qué extrañarse, entonces, de que en el mundo moderno tanta gente viva rodeada de esos sucedáneos de la muñeca que son las fotografías o los carteles de las mujeres desnudas, de estrellas de cine o simples rostros preciosos?”; sigue (p. 153): “Se cree que la muñeca no piensa pero esto es falso. Como todas las cosas que hay en el mundo, la muñeca piensa, sólo que casi siempre se ignora el modo de traducir sus pensamientos, ¿o no es cierto que la lluvia es uno de los modos mediante los que el mundo se piensa a sí mismo?”.

Dedica un ensayo a la rata y da datos inquietantes (p. 172): “La rata tiende a la promiscuidad, se entrega a una incesante actividad sexual; es hipersensible y glotona. Una sola pareja de ellas podría procrear, a partir de sus descendientes, hasta veinte millones de congéneres en tres años”.

Una última cita (p. 183): “Cuando niño, a Alfonso Reyes, que en juicio de Jorge Luis Borges poseyó la mejor prosa en castellano, le preguntaron qué le gustaría ser de adulto; contestó: pulpo”.

 

***

 

Y ya se puede caer el mundo encima

que no soy capaz de sacar los ojos de la página

Julio Cortázar,

en una carta enviada a Arreola, a propósito de sus cuentos

(citada por Castañón y Palafox)

 

Aunque ya he leído su obra completa, y alguno de sus libros más de una vez, no resistí a comprarme Para leer a Juan José Arreola (Conaculta, 2008), de Adolfo Castañón y Nelly Palafox, porque me encanta el formato con que está hecho esta colección (Tercer milenio): textos breves en hojas pareadas, información concisa y análisis puntual; papel fino, con “aire” en las orillas, fotos, ilustraciones y resúmenes. Lindos.

Arreola, maestro del lenguaje, fue reconocido como escritor y como poeta por varios de sus pares: Octavio Paz, Julio Cortázar, Gabriel García Márquez, Jorge Luis Borges…

Escribió en una de sus ediciones de su Bestiario, sobre el zoológico (p. 49): “Entre todas las imágenes recordadas, yo prefiero la del atardecer: Cuando el silbato de los guardias anuncia que ha terminado la jornada contemplativa y se inicia la enorme sinfonía bestial. Los cautivos entonces gruñen, braman, rugen, graznan, bufan, gritan, ladran, barritan, aúllan, relinchan, ululan, crotoran, y nos despiden con una monumental rechifla al trasponer las vallas del zoológico, repitiendo el adiós que los irracionales dieron al hombre cuando salió expulsado del paraíso animal”.

Dice en “Profilaxis” (p. 66): “Como es público y notorio, las mujeres transmiten vida. Esa dolencia mortal”.

Arreola fue también un gran jugador de ajedrez, incluso presidió la Federación Mexicana, en 1971. Sobre su ejercicio en este juego, escribió (p. 76): “Yo no he dedicado a la literatura ni la milésima parte de lo que le he dedicado al ajedrez. Es el único juego que vale la pena jugar porque nos sobrepasa, como las piezas de Shakespeare, las novelas de Dostoievski o los más grandes poetas de la humanidad que han hecho algo que se acerca a lo imposible”.

Contactos: hectorcortesm@gmail.com

 

 

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