Instantes en la vida
Cuando le llegó la invitación a Mariela para ir a pasar el fin de semana con sus amistades que vivían en otro estado, le entusiasmó la idea. De entrada sabía que eso le causaría acumular actividades y poner en fila varios pendientes, sin embargo, la propuesta valía la pena.
Llegó la fecha del viaje; el tiempo de su estancia sería muy breve y en su mente resonó el mensaje de su prima Maru, ‘somos instantes en la vida, así que hay que aprovechar al máximo nuestro paso por ella’.
Durante su traslado al destino, en el vuelo que la llevaría al terruño de visita, Mariela se detuvo a pensar cuántas veces solía tomarse espacios para compartir con sus amistades o simplemente para estar con ella. Aunque le causó una sensación de tristeza, el ejercicio le ayudó a percatarse que siempre solía poner a todo y a todas las personas antes que a ella.
Como si su yo interno le hablara dejó que su pensamiento aflorara,
—¿Cómo es que la vida se pasa en un abrir y cerrar los ojos? ¿Aún estoy a tiempo de poder darme el espacio para compartir instantes con mis seres amados? ¿Si yo no estoy para mí, quién lo estará?
Una leve sacudida en el vuelo, producto de las turbulencias, la hizo volver de sus reflexiones. Llegó al aeropuerto, buscó un transporte colectivo para que la llevara a la colonia donde vivían sus amistades. En el camino la lluvia le hizo compañía. Observó que las montañas verdes se cubrían con el manto que dibujó la lluvia, que de manera moderada a intensa acarició el paisaje y decoró las ventanas del transporte.
Mariela estaba ahí contemplando el paisaje, absorta en la belleza de éste y consciente del hermoso regalo de apreciar los valiosos instantes en la vida.
El sonido de su celular se escuchó, era su amigo Brian que preguntó a qué hora llegaría a su casa. El paisaje sonoro de la lluvia sonaba en segundo plano, mientras Mariela respondía el mensaje.
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