Reencuentro

La mujer del pelo amarillo. Femme Aux Cheveux Jaunes, 1931

Olivia terminó de secarse el cabello, lo cepilló cuidadosamente. No se decidía si llevarlo recogido en una coleta o suelto, eligió la segunda opción. Dejaría que el viento le acariciara y le diera el peinado adecuado. Buscó varias prendas en su clóset, las fue dejando sobre la cama y un sillón. En menos de lo que pensó tenía falda, blusas, vestido, overol y un pantalón abombado en color caqui que le encantaba.

Esa tarde tenía una cita muy especial y quería lucir radiante, sobre todo sentirse cómoda. Sin dudarlo, eligió el pantalón abombado, una blusa  de manga corta en tono fiusha y ahora venía la selección del calzado. Ahí fue más práctica, se decidió por sus sandalias huarache en tono shedron. Se colocó unos aretes largos con detalles de pequeñas mariposas y una gargantilla hecha a base de semillas. Se miró al espejo, delineó sus labios y se aplicó su labial en el tono favorito, rojo carmín.  El toque final fue unas gotas de su perfume. Nuevamente se observó, le gustó como lucía.

Antes de salir jaló su bolso, el más ligero que tenía, solamente llevaba un pequeño monedero, su labial, unos pañuelos desechables y las llaves de la casa. Se aseguró de que la puerta quedara bien cerrada.

El viento no tardó en hacerse presente y Olivia permitió que le acomodara el cabello. Inició su travesía al parque al que solía ir en su infancia. Ahora iba sola, sin que alguien de sus familiares la llevara como en aquellos años cuando era niña. En la medida que avanzaba sentía una sensación de nervios y a la vez de emoción. Cuando llegó al sitio comenzó a reconocerlo. Tantos años de no estar por ahí.

Con toda seguridad se dirigió a su lugar favorito, donde estaban los columpios, para su sorpresa, aún se conservaban, ahora tenían un atractivo color naranja pero mantenían algunos detalles rústicos. Ahí estaba, con el corazón latiendo cada vez más rápido. Ese era el lugar de su cita, observó a su alrededor, solo identificó unas aves que entonaban sus cantos y el viento que parecía darle una especie de susurros.

Olivia caminó lentamente, eligió el columpio de enmedio y se sentó. Comenzó a columpiarse, primero lentamente, luego un poco más fuerte hasta bajar nuevamente el ritmo. Cerró los ojos, dejó que la magia sucediera y percibió a la persona que esperaba con tanto amor. La tenía frente a ella. Escuchó su voz, sus risas en ese parque, la identificó con el pequeño overol en tono vino, sus tenis grises y una playera blanca con florecitas de colores. El rostro con el cabello revuelto dibujaba una gran sonrisa y extendía sus brazos hacia ella. Olivia -aún con los ojos cerrados- correspondió a ese gesto, lo recibió como el regalo que esperaba desde hace tiempo y que justo necesitaba. Sintió que las lágrimas rodaban por sus mejillas. El reencuentro con su niña interior al fin sucedía.

Permaneció abrazada hasta que las lágrimas cesaron, respiró profundo y lentamente fue abriendo los ojos y soltando los brazos. Olvidó que había llevado pañuelos desechables. Sintió el corazón contento, su rostro sonreía. De nueva cuenta empezó a columpiarse, disfrutando mientras iba ascendiendo, al tiempo que agradecía ese reencuentro, esa mirada hacia su niña interior. El viento continuaba haciendo de las suyas acomodándole el cabello mientras Olivia seguía columpiándose y observando que comenzaban a llegar niñas y niños que iban a jugar al parque.

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