La fealdad de Dios

La fealdad de Dios

 

Casa de citas/ 745

Dice el comediante Jerry Seinfeld, en Seinfeld, la exitosa serie que lleva su apellido (temporada tres, episodio nueve) que detesta a su novia, aunque lo atrae mucho físicamente: “Es como si mi cerebro se enfrentara a mi pene en un juego de ajedrez. Y dejo que mi pene gane”.

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Escribir es aprender a morir

Claude Ambroise,

citado por Federico Campbell

La memoria de Sciascia (FCE, 1989), de Federico Campbell, se constituye de 16 ensayos, una entrevista y una crónica de viaje en torno a la vida y la obra del escritor italiano Leonardo Sciascia (1921-1989).

            Dice Campbell en “Nunca se sabrá” (p. 21): “¿De nada sirve la literatura? De nada. Los comensales del poder se mueren de risa ante las indagaciones, las especulaciones, los análisis, las informaciones, las reflexiones, de los intelectuales”.

            En “Las mismas inquisiciones” cita a Elpidio Ramírez Hernández (p. 40): “La Inquisición no es cosa del pasado. La Inquisición está vigente en México. En otras palabras: la democracia y los derechos humanos, tan reiteradamente proclamados en el discurso oficial cotidiano, son, en el juicio penal de la realidad, una simple ilusión”; sigue citando a Elpidio (p. 41): “Los tribunales españoles del Santo Oficio no fueron, según es tan común suponer, tribunales eclesiásticos; fueron, en el sentido más estricto de la palabra, órganos judiciales del gobierno y de la administración empleados por la monarquía española”, y dice más Elpidio Ramírez (pp. 41-42): “La averiguación previa es, lisa y llanamente, una inquisición, y lo es porque todos los actos son realizados por y ante el Ministerio Público sin la presencia del juez ni del defensor”.

            De eso van los libros de Sciascia: de injusticia e impunidad.

            En “El drama pirandelliano en la novela policiaca”, Campbell refiere que Sciascia dice que el bíblico Libro de Daniel es (p. 95) “el más antiguo relato policiaco y el primer investigador de la historia occidental”: condenan a una mujer a la muerte por una inventada aventura extramarital, que en realidad es una venganza de los jueces ante quienes ella, Susana, resistió el asedio. Daniel es el investigador privado, investido por el Espíritu Santo; en ese mismo ensayo escribe Campbell (p. 98): “En general la literatura casi siempre ha fluctuado entre estas dos tendencias: la claridad y la oscuridad, sin que, naturalmente, ninguna de estas cualidades sea garantía de nada, ni de la bondad ni de maldad literarias”.

            Cita a Enrico Fermi, Premio Nobel de Física, en “La ciencia, a un paso de la locura” (p. 128): “La ciencia, lo mismo que la poesía, está a un paso de la locura, como se sabe”.

            Platica con el escritor Gesualdo Bufalino, en “El mar color de vino”. El hombre no es precisamente un jovencito y dice (p. 205): “Voy a mi pueblo y no conozco a nadie. En cambio, si me paseo por el cementerio los conozco a todos…”.

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Hansel y Gretel, en la serie Cuentos lúgubres del reino Grimm (2021), suben a un árbol muy alto para hablar con el Sol, quien es muy parlanchín y siniestro; los recibe con una larga perorata en cuyo final dice: “¡Visitas, al fin! La luna no me habla. Le perdí un libro”. Luego reflexiona: “No lo perdí, lo quemé”.

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Si todos somos una parte de Dios, entonces

Dios debe ser, de verdad, horrible

Ronald Firbank,

citado por Sergio Pitol

Sergio Pitol traduce y hace el prólogo de la novela breve En torno a las excentricidades del Cardenal Pirelli (Universidad Veracruzana-Conaculta, 2009), del escritor inglés Ronald Firbank (1886-1926).

            La novela es incisiva con los comportamientos sociales de la burguesía y en especial con los hombres de la iglesia.

            El prólogo de Pitol, que revisa la obra novelística de Firbank, se refiere a otra novela del autor, Valmouth (p. 9): “en una ocasión Santa Automona Meris vio bostezar a una joven novicia y súbitamente le escupió en la boca. Lo hizo sin maldad, sin deseos de agraviarla. Noventa horas después, dicha novicia daba a luz a la bendita Santa Elizabeth Bathilde, quien, a fuerza de saltar todo el tiempo, a los cuarenta años de edad cambió de sexo y se transformó en hombre”.

            En el inicio de En torno a las excentricidades… se bautiza a un perro. Los dueños son nobles, ricos (p. 21): “Pocas veces se había reunido en torno a la pila bautismal tanta gente brillante”.

            Monseñor Silex, quien nada sabe de las reproducciones sexuales, no puede reconocer a ciencia cierta si el perrito consentido es o no hijo de la Duquesa, su dueña, pues recuerda que una vez leyó en un libro incunable (p. 22) “que una joven parió un tordo por una fosa nasal. Había sido uno de los mayores escándalos de su época”.

Contactos: hectorcortesm@gmail.com

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