Presagios

Debate presidencial entre Donald Trump y Joe Biden.
Cortesía

La llamada “nueva normalidad” se aparece presagiando más incertidumbres que confianzas. Un regreso aún sin punto final de un realidad impuesta o no, inaugura desde lo social actitudes al límite y bajo asedio, primero, del encierro, y de la tecnología como acompañante salvadora, y con el tiempo, de impacto dimensionado con el propósito ya desplazado años atrás pero el covid19 se ha encargado de darle la potencia requerida por las necesidades orientadas hacia un teléfono, Tablet, computadora. Entre la pugna y el asombro por la dependencia de esta “moda” que llegó para quedarse, el gusto individualiza un apego mundial de la tecnología.

El otro intento que aparece como la salvación también anunciada años atrás, es la vacuna contra el covid19, obligatoria no solo para vivir, sino para,  viajar supervisar y controla movimientos, conductas, situaciones, emociones. No es creer que Bill Gates de pronto nos diga -apoyado por la avalancha de los medios afines- que “predijo” en el año 2015 una pandemia, porque este “filántropo” no habla en el vacío y porque si su fundación ha invertido e invierte mucho dinero para encontrar la vacuna, una vacuna, cuyo objetivo impactaría en el ADN humano, el resultado es la voz de fuertes intereses de banqueros, adinerados banqueros, empresarios, no desligados de reseteo que intentan hacer del orden mundial creado en Breton Woods. O al menos que el dueño de Microsoft adivine el futuro, su idea acerca de la necesidad de un “cambio cultural” que se requerirá en la “nueva normalidad”, sería el resultado del triunfo de él y de una parte de la élite.

Desde lo político, una elección poscovid inaugura el primer acto, el ensayo, experimento de votar entre el miedo, la desconfianza y la protesta sociales. La de Estados Unidos ha puesto en duda algunos postulados, como la de la duda, la falta de legitimidad hasta ahora de lo que siempre había sido un consenso de la élite del poder, donde por sus filtros pasa la negociación que permitía continuar con la rotación de la élite entre los dos partidos políticos. Pero en esta elección esos principios (¿democráticos?) se han ido hasta, el momento, a la borda. La de Estados Unidos es una trifulca  entre dos grupos de la élite. La “terquedad” de Trump no podría considerarse como un descontento para deslegitimar al virtual triunfo del candidato demócrata Biden, porque en ese triunfo presidencial están en juego añejos y fuertes intereses geopolíticos, financieros, comerciales, económicos y militares, de una élite que perdió el control del consenso, no aparecido desde la guerra civil. Aún no sabemos si una salida sea la negociación o una crisis.

La espera hasta enero se puede convertir en una larga espera para Estados Unidos, pese al triunfo de los demócratas, y los 70 millones de votos obtenidos por el aún presidente Trump, así como de su capacidad de mostrar músculo.

Que siempre no. El general Cienfuegos, exsecretario de la Defensa Nacional regresa rodeado de asombro y sorpresa. La sorpresiva decisión de retirarle los cargos allá, ha sido considerado aquí como un triunfo de la diplomacia mexicana. Muchas preguntas aparecen en el horizonte presente y del futuro sin respuestas. Varias hipótesis. Una, quizá la más pesada, influyente y hasta lógica, sea aquella vertida por algunos plumas periodísticas: la presión del ejército sobre el gobierno para regresar al general, a unos de los suyos. Y es que, el juicio que seguía en New York contra el general, podían ventilarse algunas cosas, además de las ya sabidas por las autoridades políticas y de inteligencia norteamericanas. Más relatos militares. Más órdenes. Si no, vean lo sucedido con García Luna.

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