Presiones

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Foto: Redes Sociales de Andrés Manuel López Obrador

No es la primera vez que desde el norte se oyen voces que desearan empujar una intervención militar en México. Tampoco es nuevo la utilización del término “narcoterrorismo” para justificar el envío de tropas estadounidenses para supuestamente “ayudar” a combatir a las bandas de narcotraficantes. No debería seguir oyéndose esa insistencia de los republicanos…, o demócratas, porque a estas alturas es difícil de distinguir. No debería, pero sigue, como una constante bandera impregnada en el discurso monroísta, como el expresado por el exfiscal William Barr, quien, haciendo a un lado las leyes internacionales, escribió esa sugerencia, como si México fuera también parte de Estados Unidos. Y es que muchos ven la seguridad de nosotros como la de ellos.

El general Glen Van Herck precisa que ellos tienen una relación cercana con los mandos militares mexicanos, pero desde este lado la seguridad es vista de diferente forma. En primer lugar, no como un protectorado ni colonia, dijo el presidente Obrador. En cambio, desde allá se tiene la percepción de que el combate a las bandas de narcotraficantes es un “asunto de seguridad nacional”. Ciertamente dos versiones diferentes que no cuajan ni hoy ni ayer.

En el caso de allá, esa expresión que abarca prácticamente todo, o casi todo, de los asuntos considerados como “amenazas”, “riesgos”; pero que en realidad esconde un fondo donde se ven pretextos que nos recuerda la invasión a Panamá para llevarse al general Noriega, acusado de narcotraficante. En realidad, el exfiscal intentó dar un alivio al expresidente Calderón, algo que se expandió con el extraño incidente de muerte y secuestro de norteamericanos en Tamaulipas.

Además del perverso proyecto interestatal de su exsecretario de seguridad pública, que el mismo Maquiavelo palidecería, el expresidente fue un claro colaborador, convencido, en las acciones conjuntas entre ellos y nosotros en cuestiones de seguridad. A su legado  violento, cercano a la lógica de ellos, como se pudo observar en Colombia, sólo le faltó facilitar esas presiones. En el último año de su gobierno -2011-, habían, además de la DEA, agentes de la CIA (Agencia Central de Inteligencia), civiles del Pentágono, como apoyo a la guerra antinarcóticos desplegada en ese momento en prácticamente en todo el territorio nacional. Civiles y militares trabajaban en una base militar en el norte de México. Tenía como base el modelo Irak y Afganistán para vigilar a insurgentes denominados “centros de fusión”, y fue una iniciativa como consecuencia de la violencia en Monterrey y “de que el gobierno del presidente Felipe Calderón solicitó a sus contrapartes estadounidenses mayor acceso a tecnología sofisticada de vigilancia y a expertos”. (La Jornada, 8 de agosto de 2011, p. 2)

El general mencionado arriba, jefe del Comando Norte de las fuerzas armadas de Estados Unidos, había también dicho en 2021 que “entre el 30% y 35% del territorio mexicano está en manos del crimen organizado”, como lo informó el periodista Jesús Esquivel en el semanario Proceso, el 15 de mayo de 2021. Sus declaraciones fueron consideradas en ese momento como una presión que ellos ejercen hacia nosotros. Estas presiones vuelven. Sólo que hoy no es 1848, pese a que las voces de allá, hacen a algunos de acá tomar un respiro para no mostrar ese descarado llamado a la intervención extranjera como se ha visto en Nicaragua o Perú.

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