Judiciales

Edificio de la Suprema Corte de Justicia de la Nación

Lo primero que llama la atención del notorio protagonismo no visto antes del Poder Judicial, es su “politización” provocada y evidenciada por el otro Poder, el Ejecutivo, el presidente de la República. En la metafísica de ambos son dos Poderes que no ganan el mismo salario: uno redujo ese dineral pero en el Judicial decidieron todos juntos no hacerlo ni mover una coma de un viejo privilegio, y enfrentarse a la  política de austeridad impulsada por el gobierno desde el inicio del sexenio. Como el en INE, no acataron el llamado franciscano de mostrar con el ejemplo; al contrario: se atrincheraron en las alturas del discurso de la leyes (el discurso legaloide  como dicen lo que se arropan en él dejado de lado lo político del asunto), en una moral inexistente, en un orgullo clasista. Lo que pudo haber sido un paso para un diálogo y negociación, terminó convirtiéndose en un claro y directo enfrentamiento con el presidente. O sea, en el principio fue el dinero.

Lo segundo es el uso del Poder Judicial contra ciertos “populismos” de izquierda y también de derecha, si estrictamente denominamos este fenómeno como tal. Uno de ellos, brasileño el, tuvo que huir, pero no ha sido hasta el momento llamado a rendir cuentas; otro, peruano el, sí fue procesado y prisionero de otro Poder, el Legislativo. La lista puede ser larga: Lulla, Correa, Morales, Rousset, Fernández, Lugo, Zelaya… pero no hay en ella uno que haya enfocado sus baterías contra el neoliberalismo y el estado de cosas prevalecientes desde prácticamente el siglo XIX. No hay ningún presidente de la derecha política que haya sido destituido, ningún expresidente procesado. Como si en este espectro no hubiera corrupción e ilegalidad. Vamos, ni con el actual presidente en Ecuador se oye el coro ¡salven a la democracia!

El caso del llamado “populismo de derecha” es el del expresidente Trump, en la actualidad sometido a un proceso judicial para impedirle ser nuevamente candidato a la presidencia. Durante su mandato también tuvo conflictos con al fiscal general, con el FBI, en una lucha política interna que se remonta, incluso, desde el gobierno de Obama. Este uso ha sido denominado como lawfare. Desestabilización política, guerra psicológica, y medios de comunicación, son elementos donde el poder judicial destituye a presidentes, los cuales presumiblemente son corruptos y dañan la democracia, pero en realidad son defensores de viejos y nuevos intereses económicos, políticos, del status quo neoliberal.

En México sí se ha intentado, pero el poder judicial aún está en manos de los intereses del viejo régimen, no ha procedido poderosamente como en los otros casos contra la izquierda; contrariamente salen de la cárcel (Rosario Robles), condonan sus finanzas detenidas por la Auditoría (esposa de García Luna), o las detenciones de las reformas morenistas amparadas hasta la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Termino con una anécdota: la señora acude en ayuda a su vieja amiga encargada del ministerio público, porque su esposo está en riesgo de ir a la cárcel por algo injusto. En las manos de la abogada está el futuro del esposo. “A mi dan línea de arriba para entambar y debo hacerlo, si no, deben dar cien mil pesos para que la orden no proceda”, arguye. Obviamente la persona no cuenta con esa cantidad y sorprendida y asustada, le pide ayuda, después de jurar por Dios por la honestidad de su esposo. Al final le ayuda, no ejecuta la orden de aprehensión.

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